domingo, 1 de abril de 2018

El Señor del Saucito, San Luis Potosí.

   No hay lugar en lo largo y ancho de la geografía nacional, en la que no encontremos una representación de Cristo que sea fuertemente venerada y mantenga una historia que más bien es una leyenda, aquí la de San Luis Postosí, capital del estado homónimo en el Saucito:

  Por los remotos años de 1820, o un poco después, Cesáreo de la cruz, de oficio carpintero, que vivía en las Encinillas, salió de su casa rumbo a Estanzuela, no muy lejos de allí, en los límites con la antigua parroquia de San Miguel de Mexquitic, en busca de madera para sus trabajos. Por allá, con mejor suelo y mejor cielo, abundan los corpulentos árboles propios para sacar de ellos excelente madera.

  Cesáreo, buscando, encontró un sauz, maduro, frondoso, consistente, que le podía dar mucho material. Le gustó. Entró en tratos con Juan Mora dueño del terreno y lo compró. Cuando lo hubo cortado y hacía tres partes de él, descubrió que un pedazo del tronco y dos de sus ramas formaban una perfecta cruz, como hecha a cordel, Cesáreo, era un buen cristiano y muy devoto de Nuestro Señor Crucificado bajo su advocación de Burgos.

  Al ver aquellas ramas en formas de cruz, concibió prestamente la idea de aprovecharlas, sin quitarles nada de su figura, ni una astilla, para mandar hacer con ellas una imagen de Nuestro Señor puesto en la cruz, y para comprobarlo, sacó de la copa de su sombrero, donde siempre la traía, una vieja estampa de Nuestro Señor de Burgos, su devoción. Miró detenidamente la imagen y miró asimismo el pedazo de sauz, vio que estaba a propósito y sin más, se resolvió a hacer realidad el piadoso propósito. 

  Ya en su casa de las Encinillas Cesáreo comunicó su voluntad a su padre Juan Lorenzo y a su hermano Casimiro, tan apasionados como él del mismo Señor de Burgos. Al día siguiente, los tres fueron a Estanzuela a prevenidos a recoger el pedazo de sauz. Como eran hombres de pocos recursos, no pudieron contratar los servicios de un buen artista, y se tuvieron que avenir a los de un humilde aficionado, un tal Juan Pablo, vecino del barrio de San Juan de Guadalupe, éste casi por nada, pintaba imágenes y hacía esculturas para los fieles poco exigentes, que eran la mayoría. A este aficionado, llevaron los de la Cruz su pedazo de árbol para que él sacara la imagen de Nuestro Señor de Burgos que le pedían.

   Juan Pablo cumplió. Y no se hizo espera mucho porque al poco tiempo entregó el encargo. Padre e hijos, quedaron satisfechos. Días después, cuando hubieron preparado con sus propias manos la peña de adobe cubierta con una enramada para colocar allí al Señor, pidieron a fray Clemente Luna les bendijera la imagen, como lo hizo. En aquella humilde enramada que la piedad y el amor de Juan Lorenzo y sus hijos Cesáreo y Casimiro de la Cruz, levantaron al Señor de Burgos, empezó la bendita imagen a recibir culto y a prodigar sus favores. Pronto aquello se convirtió en un pequeño centro de romerías al que iban muchos fieles de todos los alrededores y aun de Tlaxcala y de Santiago a postrarse frente a la venerada escultura. (1)









Fuente:

Castro Villanueva, Fernando. Santuario del Señor de Burgos. Nuestro Señor del Saucito. San Luis Potosí, 2011

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