Este es ya el onceavo día de mi recorrido por algunos estados de nuestro país, sigo en Jilotepec gozando de la amable hospitalidad de unos buenos amigos, estoy como en casa, entro y salgo a libertad, tengo todo a mi disposición y, sobre todo, el clima y el silencio de este rumbo me deja dormir a pierna suelta como hace tiempo no lo lograba hacer. Pensaba ir el día de hoy a la zona arqueológica de Tula, que esta a una hora de aquí pero, la verdad, tengo un poco de flojera de subir y bajar, mejor sigo actualizando y organizando la información que tengo. Hoy veremos otro aspecto de Morelia, quizá la contraparte de lo que ayer vimos y sufrimos.
Me enteré de que hay una biblioteca dentro del Museo del Estado, en la esquina de Guillermo Prieto y la calle de Santiago Tapia, siendo este un recinto que trata de la historia de Michoacán pensé que su biblioteca estaría repleta de libros que me dijeran más de lo sucedido en el antiguo Obispado de Michoacán, en donde estaba incluido Salamanca, no me equivoqué, pasé largas horas allí, incluso regresé por más al día siguiente. Me atendió una persona amabilísima, como pocas he encontrado en bibliotecas públicas, me mostró todos los libros que pudieran traer la información que buscaba. No tuve el detalle de preguntarle su nombre, pero esta señorita ha sido de lo mejor con que me he topado recientemente.
Cada que encontraba esos datos escondidos sobre la historia de Salamanca, los marcaba, luego pedí permiso para llevarlos a copiar, no todos, claro es, sino las páginas que me interesan, caminaba apenas media cuadra y cada que cruzaba la calle de castizo nombre (Santiago Tapia), volteaba a la izquierda y veía esta arcada monumental en el primer piso del edificio colonial. Desde la papelería donde me sacaban las copias, mientras esperaba veía la pared que circunda la monumental construcción. ¿Qué es allí? pregunte. Es el conservatorio de Las Rosas. El nombre me atrajo...
Fueron varias vueltas las que dí a la papelería, cada vez llevaba más y más libros para copiar, mientras esperaba veía el grosor de las paredes, las partes que han sido remozadas, las que han sido alteradas, pero sobre todo veía una mole, una construcción enorme.
Acabé mi función bibliotecaria y me dispuse a entrar en el recinto que tanto me atraía...
Primero una enorme recepción, luego un corredor en donde, en su tiempo, la monja que fungía como portera vigilaba con celo (supongo) que ninguna de las "esposas de Cristo" tuvieran contacto alguno con el exterior. Efectivamente, estamos en lo que fuera un convento dominico de monjas de clausura, dedicado a Santa Catalina de Siena.
Un ambiente diametralmente opuesto a lo que fue el ex convento agustino era lo que ahora veía. Un recinto impecable, vivo, con personas que iban y venía, en su mayoría jóvenes, todos con una característica: cargando un instrumento musical. Comencé a caminar y a dejarme ir por el ambiente casi misterioso, o tal vez enigmático... mejor dicho acariciador del ex convento y ahora conservatorio.
De pronto escuché sonidos de piano, una sonata estaban tocando... tubas, clarinetes... músicas nuevas, de esas semi electrónicas, percusiones... un muchacho por allí hacía pruebas de sonido con un aparato extraño. Seguí caminando, en rededor del patio central.
Un jardín central muy bien cuidado, flores... una construcción virreinal totalmente recuperada, dignificada, con vida, con orgullo mostrándose como cuando fue construida.
En el segundo patio me llama la atención estos lavaderos, hechos en cantera, de un muy interesante diseño que por suerte se conservan tal cual fueron construidos y nos dejan ver como era la técnica hidráulica que se utilizó para que allí las monjas lavaran sus ropas.
"En los primeros años posteriores a la conquista, se trató de establecer un colegio para la educación de las niñas, proyecto que, hasta mucho tiempo después, comenzó a realizar el Sr. obispo D. Manuel Escalante, construyendo el respectivo edificio en una casa contigua al templo de la Cruz. Muerto este prelado en 1708, se pensó en edificarse otro más cómodo, y entonces el Sr. Calatayud destinó el de la cruz a una casa de corrección, donde se recogiesen las mujeres de mala vida, siendo este el motivo por que se destinó a cárcel de recogidas.
"Después de que las monjas Catarinas abandonaron en 1738 su antiguo convento, se erigió en él el colegio de Santa Rosa, a cuyo efecto el Sr. Obispo Matos Coronado, que murió en 1744, les compró en 4,000 pesos dicho local, hizo los reglamentos del colegio y le asignó varias rentas para su sostenimiento, cuyos recursos se destinaron a ampliar la casa, reedificar la iglesia y mantener y educar a un gran número de niñas pobres de todos los curatos de la diócesis. Las obras de reparación las llevó a cabo el Sr. obispo D. martín Elizacoechea, durante su periodo episcopal (1746 a 1756).
"La dedicación del templo se verificó en 1757, como lo acredita la inscripción que en medio de cuatro bajo relieves que representan a San Fermín, San Francisco Javier, San Martín y Santa Teresa, está esculpida en la portada. Dice así: 'Se dedicó este templo que labró a sus expensas el Illmo. Sr. D. Martín de Elzacochea, Obispo de Mechuacan. Año de 1757'.
"El colegio es amplio y de buena construcción: tiene huerta, dos grandes patios y un mirador con una elegante galería de arcos que da a la plazuela, y servía de sitio de recreo a las educandas. En este edificio y sus dependencias, están actualmente el hospicio de mujeres y el cuartel de infantería del Estado. El año pasado de 1882, por disposición del Sr. gobernador Dorantes, se comenzó a edificar, en la parte que había quedado desocupada, un cuartel para la caballería del Estado, que promete ser una buena construcción.
"En el colegio de que hablamos, según se nos ha asegurado, estuvo como alumna Doña Ana María Huarte, esposa que fue de D. Agustín de Iturbide". (1)
Para entender mejor esto que veremos, el magnífico templo de Santa Catalina de Siena, ahora conocido como el templo de Las Rosas, habrá que saber que la tradición marca que los templos de conventos de monjas nunca tenían una fachada frontal, sino lateral. Además regularmente eran de "portadas gemelas", con esta característica te será fácil identificar cuando se trata de un templo que fue parte de un convento femenino de clausura.
Salimos del ex convento y actual escuela de música y entramos al templo de Santa Catalina de Siena, conocido como el Templo de las Rosas de Morelia.
Detrás de la celosía era la parte en donde las monjas se sentaban para atender la misa.
En el altar mayor aparecen nuevamente las imágenes de los santos de la parte alta de la portada: San Fermín, San Martín, San Francisco Javier y Santa Teresa. Al centro Santa Catalina de Siena, en lo alto la Virgen de Guadalupe.
Estupendo trabajo de pintura decorativa, hay que poner atención a esos pequeños arcos...
El púlpito, curiosamente, del lado izquierdo...
Encuentro este interesante detalle de herrería en la balaustrada del altar mayor.
Así eran los confesionarios de las monjas de clausura, ellas accedían desde el interior del convento por un pasillo que la conducía a estas especies de celdas que tenían una pequeña ventana por donde el sacerdote las confesaba, de ese modo, ellas mantenían su regla de clausura.
En mitad de la portada gemela aparece la escultura de Santo Domingo de Guzmán.
Estos eran los confesionarios. Sigamos viendo algunas tomas que hice de la fachada.
Después de algunos años de uso en distintas funciones y otros de abandono, el ex convento de las Rosas es asignado para el Conservatorio de Morelia, en los años 50 del siglo XX, en la actualidad se perfila como uno de los mejores centros educativos musicales del país.
Fuente:
De la Torre, Juan. Bosquejo histórico y estadístico de la ciudad de Morelia, capital del Estado de Michoacán de Ocampo. Imprenta de I. Cumplido. México, 1883
Buenos dias. Muy interesante tu trabajo, soy originario de Morelia, estube trabajando 3 semanas cambiando el alumbrado el templo y no vi algunos detalles que mostraste en tus fotos. Gracias por dar a conocer este trabajo tuyo.
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