miércoles, 18 de septiembre de 2013

El desarrollo de las Haciendas en México: cuando la Iglesia se apoderó de bienes. (Segunda parte)

   Ayer, apoyándonos en la Enciclopedia de México, vimos como fue surgiendo el concepto de Hacienda y como fue que la costumbre ganó, como suele suceder, y el nombre de Estancia de Ganado Mayor o de Ganado Menor se quedó no para indicar la cría de animales, sino para determinar una mediad, vimos también como unos españoles no se creían de los otros (nacimiento de la corrupción), y hubo la necesidad de que se dieran ratificaciones de propiedades, fue allí que muchos aprovecharon para hacerse de verdaderos latifundios. Hoy veremos como la Santa Madre Iglesia se comienza a apoderar de las Haciendas virreinales. Te comento que las fotos que irás viendo corresponden a la Hacienda de Ciénega Grande en el estado de Aguascalientes.

  "La orden de Santo Domingo, por ejemplo, pagó $1,185 por el ingenio de Coahuixtla, fundado en terrenos de los indios de Anenecuilco; los hermanos de San Hipólito dieron $6,500 para conservar la hacienda de Oaxtepec; y los jesuitas, $4,200 para perfeccionar la propiedad del agua y de la tierra en el ingenio de Chiconocelo, cerca de Cuautla. El cuarto gran centro azucarero de esa región morelense, Santa Inés, manejado por los concepcionistas, debió también de componerse por ese tiempo. De ese modo se sancionó el latifundismo eclesiástico que hasta entonces sólo había sido tolerado de hecho.

   "Un caso característico de la inequidad de estas composiciones y del despojo a los indios que implicaban ha sido reconstruido con todo detalle por el doctor Gonzalo Aguirre Beltrán: mediante el pago de $200, la heredera de ocho estancias de ganado menor, no contiguas, logró la propiedad definitiva de esas áreas con sus espacios intermedios, quedando reducidos los terrenos de la comunidad de Huatusco, cerca de Orizaba, a 600 varas alrededor del campanario de la iglesia. (Una vara equivale a 0.838 metros).

  "Operaciones semejantes siguieron efectuándose en la segunda mitad del XVII, con especial énfasis en los períodos 1675-1676 y 1697-1698. La actividad durante este último lapso era efecto tardío de la cédula del 10 de octubre de 1692, según la cual las tierras usurpadas que no se compusieran en el término de un año deberían venderse en pública subasta. Estimulaba, además, cualquier arreglo, la libertad con la cual se confirmaban, a nombre del rey, y una vez pagado lo convenido, "los títulos de ventas, compras, mercedes y donaciones que tuvieren las haciendas, tierras, ingenios, trapiches, aguas, casas, jacales, jagüeyes, astilleros, potreros y agostaderos..., supliéndoles cualquier faltas y defectos..., haciéndoles de nuevo la merced, con las sobras y demasías que tuvieren". Así se consagraron las propiedades de 8 colegios jesuitas de la Nueva España, a cambio de $7 mil pesos. Y en esa forma añadieron los Rincón Gallardo, en 1697, 87 estancias a su inmensa hacienda de Giénega de Mata.

   
  "Al consolidarse la propiedad de los grandes latifundios, cambió la naturaleza del uso del suelo. Originalmente la merced de estancias, que siempre tuvieron contornos imprecisos y móviles, confería a los criadores de ganado el derecho de disponer de los pastos, pero no el de conservar la tierra como suya para cualquier otro efecto. Después de las composiciones de 1645 fue corriente la autorización para "sembrar en las partes de dichas tierras que le parecieren las semillas que por bien tuvieren, sin limitación alguna". Los terratenientes cercaron sus propiedades, se abandonó la noción jurídica y la práctica del pasto común, y las palabras estancia y caballería vinieron a ser simples medidas de superficie.

   "Al cabo de perseverante acción de la Corona, asistida en esto por los teólogos, en 1633 quedaron definitivamente suprimidos los repartimientos de indios destinados a las faenas agrícolas. Parecía que al fin iba a garantizarse la libertad de trabajo de los aborígenes. Sin embargo, el amo encontró nuevos procedimientos para retener a los trabajadores en sus fincas: pagaba el tributo que les correspondía, les anticipaba algún dinero, los vestía y mandaba cuidarlos en caso de enfermedad, con todo lo cual mantenía una deuda perpetua que le servía de motivo para el arraigo. Los despojos de las comunidades, en ocasión de las composiciones, contribuyeron a satisfacer la demanda de mano de obra de las haciendas, y el trabajo asumió la forma de una servidumbre tolerada y alentada por las autoridades coloniales. Completaban el cuadro del trabajo rural los esclavos negros y los arrendatarios de rancho, porciones periféricas que se alquilaban a gente humilde que podía prestar algunos servicios a la hacienda. (1)















 Fuente:

1.- Enciclopedia de México. Tomo VI. México, 1977. pp. 349-351

1 comentario:

  1. Buenas tardes,
    Quisiera contactar para realizar una consulta sobre la hacienda Santa Inés Orizaba Ver.
    rmt1965@gmai.com

    Gracias.

    Un saludo

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