Volvemos, una vez más, a tocar el tema del tiempo, las estaciones y de como es que este mundo en el que vivimos es redondo, todo circula, todo gira y se mueve. El documento que ahora te comparto viene de un antiguo libro que, gracias a la sugerencia del Doctor en Historia, Felipe Castro, hiciera a través de Facebook. Sobre el particular no había oído nunca hablar, eran vigilias establecidas en el siglo V las cuales estaban íntimamente ligadas a las estaciones del año, me sorprende leer una explicación de cuando el año comenzaba en nuestro marzo actual, y se mencionan los meses Séptimo (setiembre, pues la traducción se hizo cuando no se interponía la pe en septiembre) y el Décimo mes, lógicamente refiriéndose a nuestro Diciembre. Veamos pues lo que en 1788 se publicaba:
"Queriendo la iglesia dar a conocer a sus hijos que en todo el discurso del año, no hay tiempo en que les sea permitido relajarse, ni interrumpir las buenas obras, ha creído deber dedicar algunos días particulares en cada una de las Cuatro Estaciones, asignándoles algunos ayunos, oraciones y limosnas. El Papa San León (León I el Magno) dice: que esta observancia se ha fijado a los Cuatro Tiempos o Estaciones del año, para que esta sucesión continua de tiempo, con la vuelta del año, nos ensenase que tenemos necesidad continuamente de purificarnos, para deshacer con los ayunos y las limosnas las manchas que contraemos sin cesar por la fragilidad de la carne.
Es menester confesar que no encontramos vestigios de esta práctica antes del siglo quinto; pero es cierto que la observancia del ayuno de las Cuatro Temporadas estaba establecida en Roma en tiempos del Papa San León, el cual gobernó la Iglesia desde el año 440 hasta el 461. Así parece que los Papas hicieron este establecimiento hacia principios del quinto siglo. Este uso permaneció algún tiempo encerrado dentro de los límites de la ciudad de Roma, de donde se comunicó después a varias ciudades de Italia. Aun en el siglo sexto había muchos lugares, en que la observancia del ayuno de las Cuatro Temporadas no estaba todavía recibida. Sin duda San Benito (San Benito de Nursia) no hubiera dejado de prescribirla a sus religiosos, si hubiera estado establecida en su tiempo en el país en que vivía, el cual no estaba muy lejos de Roma. La Iglesia de Milán estuvo muchos siglos sin recibirla.
En Francia no fue admitida la observancia de las Cuatro Temporadas sino hacia el principio del siglo nono, y se conjetura que fue Carlomagno quien la introdujo en sus estados a imitación de lo que había visto hacer en Roma cuando hizo substituir la Liturgia Romana a la del país. Esta observancia se prescribió en un Concilio de Maguncia que éste príncipe hizo juntar el año 813, como un año antes de su muerte, y de tal manera que el ayuno de la Primavera se fijó a la primera semana del mes de Marzo, por donde se empezaba entonces el año; el de Estío a la segunda semana o cuarto mes o de Junio; el de Otoño a la tercera semana del séptimo mes o de Setiembre; y el de Invierno a la cuarta semana del décimo mes o de Diciembre, o más bien a la semana que precede a la vigilia de Navidad, todo según el modelo que se había tomado en ello en la Iglesia Romana. Se decretó también en el Concilio que el ayuno sería en los mismos días de la semana que en Roma, pero que sería más bien un ayuno de Estación que de Cuaresma, es decir, que podría quebrantarse después de la Nona y que se guardaría en cuanto a las viandas la misma abstinencia que en Cuaresma. La España recibió en sus Iglesias la disciplina de las Cuatro Temporadas, casi al mismo tiempo que la Francia...
El espíritu de la Iglesia, en la institución de tres días de ayuno cada semana de las Cuatro Temporadas, ha sido atraer la bendición de Dios sobre los bienes de la tierra, por medio de la penitencia general que prescribe a sus hijos en estos tres días. En la Primavera la vuelta del sol, que empieza a volver a animar la naturaleza y a abrir la tierra para la producción de los frutos, nos advierte que pidamos a Dios que por su bendición de fecundidad a la tierra.
En el Estío, en que los frutos están expuestos a mil accidentes lastimosos, la intención de la Iglesia es que roguemos a Dios que nos conserve, y que nos conceda por su misericordia lo que necesitamos para vivir. En Otoño, en que la gente está ocupada en la recolección de los frutos y en el Invierno en que está ya acabada, quiere la Iglesia que ofrezcamos a Dios nuestros ayunos y nuestras limosnas como un sacrificio de acción de gracias por todos los bienes que recibimos de su liberalidad; y quiere al mismo tiempo que le pidamos su gracia, para usar de sus bienes con sobriedad, según Su voluntad, y para gloria Suya".
Intenso en verdad es lo que acabamos de leer, es la primera vez que veo directamente a la Iglesia diciendo lo importante que son las cuatro estaciones, pero, claro es, usando el dogma y la doctrina de pensar que todo es por y para la Gloria de Dios. No se tú, pero a mi esta lectura me deja mucho para pensar.
Nota: las fotografías que acompañan a éste artículo fueron tomadas en San José del Cabo.
Fuente:
Historia de las Fiestas de la Iglesia, y el fin con que han sido establecidas. Traducción del francés al castellano por don Joaquín Castellot, Presbítero. Oficina de Pantaleón Aznar. Madrid, 1788.
Historia de las Fiestas de la Iglesia, y el fin con que han sido establecidas. Traducción del francés al castellano por don Joaquín Castellot, Presbítero. Oficina de Pantaleón Aznar. Madrid, 1788.
No hay comentarios:
Publicar un comentario