Hacía ya buen tiempo que no tocaba nuevamente el tema, precisamente, del tiempo y de su medida, ahora vuelvo a él pues hace poco vi en el templo del Carmen en Salvatierra una pintura, de las llamadas "luneto" en donde aparece con claridad las doce horas del día. No tiene la contraparte del lado izquierdo en donde, si de equilibrio se trata, debería aparecer otro "reloj" con una luna central marcando las horas de la noche. La pregunta salta a la vista. ¿A qué se puede referir esta particular composición en donde están las luminarias del Monte Carmelo, Santa Teresa y San Juan de la Cruz? Ellos están alabando a las Tres Personas, es decir, a la Santísima Trinidad y lo están haciendo de día.
Vemos ahora el reloj de sol que sobrevive en el ex convento agustino de Salamanca. Los relojes siempre estuvieron presentes, más que en los espacios públicos novohispanos, dentro de los recintos religiosos, esto debido a que las tradiciones impuestas por San Benito desde el siglo VI fueron floreciendo poco a poco hasta enraizar en el oscurantismo de la Edad Media y allí fue que se dividió el reloj en cuatro tiempos diurnos y cuatro nocturnos. Algo muy similar a lo que seguimos utilizando aun hoy día en los relojes de pulso, que nos marca, en buena medida, los cuatro rumbos, es decir, las 12, 3, 6 y 9. Una especie de cruz, si es que lo visualizamos de ese modo. Y que mejor símbolo en un espacio cerrado, en un convento o monasterio, para alabar cuatro veces en el día y cuatro veces en la noche la grandeza infinita de Dios.
En este acercamiento vemos esa particular belleza que hay dentro de este dibujo. Estamos hablando de la Prima, la Tercia, la Sexta y la Nona, que eran en la Edad Media y que todavía alcanzamos a recibir en el México novohispano, las horas que se marcaban para los rezos, las alabanzas y la adoración. Como el día comenzaba puntualmente a las 6 de la mañana, era esa entonces la hora Prima, es decir, la primera hora. Le seguiría la hora Tercia, la tercera hora, que corresponde a las 9 de la mañana. En ese entonces no se decía "el mediodía" para indicar las 12, sino que se le nombraba la Sexta, pues habían ya pasado seis horas desde que el día había comenzado. Para las tres de la tarde se le nombraría, lógicamente, la hora Nona; la novena hora.
Esa práctica nos lleva a entender la rigidez que se vivía en esos sitios. El resto del día, y de la noche, seguían el mismo ritmo de tres en tres horas para marcar las alabanzas. Para las seis de la tarde se entonaban las Vísperas, para las 9 de la noche las Completas. La medianoche se entendía como los Maitines y las 3 de la mañana serán los Laudes.
Y sin lugar a dudas, el tiempo hace lo suyo: encontrar respuestas. Esto te lo digo porque este artículo (post in English), comenzó hace 27 años, cuando visitaba frecuentemente a un amigo que dirigía una obra de teatro infantil cada domingo. En ella había una escena en donde uno de los personajes decía que él encontraría la respuesta a la hora prima. Y desde entonces, claro está, me hice por primera vez la pregunta ¿cuál era la hora prima? y... sí había hora prima habría otras horas, ¿cuáles?... bueno, ahora ya tenemos las respuestas.
Debajo del luneto de La adoración de las horas de santa Teresa y san Juan de la Cruz, que por cierto no están en su lugar original, sino que fueron movidas, seguramente rescatadas del convento expropiado y colocada dentro del templo, encontramos esta procesión carmelita en la que, Nuestra Señora del Monte Carmelo está diciendo: Estos son mis hijos. Bien; está por dar la hora Sexta, me voy a las actividades propias del mediodía...
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