jueves, 5 de septiembre de 2019

La descripción que hace Alonso de Zorita de la Ciudad de México en 1560, segunda parte.

  Continuamos con la segunda (de tres) partes en que dividimos esta relación que hace don Alonso de Zorita sobre la ciudad de México en 1560. La primera parte la puedes ver aquí. Una de las razones que tengo para ver el documento con interés es debido a que se ha confundido... en todo caso, pensado, que el personaje es el padre de Alonso Zurita, personaje que en la primera mitad del siglo XVII hace aparición en la villa de Salamanca, en el actual estado de Guanajuato; la duda la planteé hace tiempo en un artículo que puedes ver aquí. Ahora, creo que no hay relación alguna entre don Alonso de Zurita y los Zurita que habitaron por estos rumbos del Bajío. Así, pues, seguimos con la relación:

 Hay en esta ciudad muchos y muy honrados vecinos y muy ricos que tienen muy gruesas haciendas en heredades y minas y ganados y muy principales casas y mucho servicio y ricas vajillas de plata, y algunos tienen pueblos de indios en encomienda; hay muchos caballeros y hijosdalgo y personas de mucha calidad, y algunos tienen hábito de Santiago; hay muchos oficiales mecánicos de todos oficios, así españoles como indios, y entre ellos hay oficiales de la plumería, de que hacen riquísimas imágenes, que no los hay en ninguna ciudad, ni aun en el mundo, otros como ellos; hay muchos mercaderes ricos y prósperos y de muy buen trato, aunque de algunos años a esta parte han venido en quiebra por la falta de las minas y de los indios que han muerto infinidad de ellos en una gran pestilencia que les vino y duró mucho, como en otra parte se dirá; 

son casi en general todos los vecinos muy liberales, caritativos y limosneros, aunque muchos de ellos están en gran necesidad por lo que se ha dicho, y ayudan a los hospitales y monasterios y les dan camas y paños y lienzos para se vestir, y trigo y carneros y otras cosas necesarias para su sustento, y aconteció una vez que un vecino muy rico y honrado envió tanto trigo y carneros a un monasterio que no lo quisieron recibir y tomaron muy poco de ello, y no digo la cantidad, aunque la sé, porque fue excesiva; y este vecino daba cada año paño para vestir a los frailes de San Francisco; y todos los vecinos y sus mujeres, que son personas principales y muy honradas y de calidad, se precian de visitar los hospitales y enfermos que en ellos hay y consolarlos y llevarles algunos regalos, y por días o semanas les llevan la comida a los pobres, guisada, de sus casas, y les sirven y dan de comer por sus manos, y llevan las hilas hechas para las llagas, sin lo fiar ni enviar con criados, porque de esta manera es la obra más meritoria y más grata al Señor Universal y Padre de los pobres.

 Hay asimismo en la gran ciudad de México cuatro monasterios: dos de San Francisco, y otro de Santo Domingo, y otro de San Agustín, y un colegio de agustinos que se llama San Pablo, y el de Santo Domingo y San Agustín, son de muy suntuosos edificios y tienen muy lucidas y agraciadas iglesias; la de San Agustín es de madera mozaica dorada y de azul añigal, y en lugar de tejas tiene planchas de plomo, por manera que todo lo alto donde había de estar tejado, está emplomado, y de la misma manera está lo alto de la iglesia de Santo Domingo, y tienen ambas una misma traza; y en muchos pueblos de indios hay asimismo muy suntuosas iglesias y muy proveídas de todo lo necesario para el culto divino, de cálices y cruces de plata, todo muy costoso, y muchos instrumentos de música y muy ricos y costosos retablos, y lo mismo hay en las iglesias de los monasterios de México; y en Santo Domingo hay una imagen de Nuestra Señora que dio Gonzalo Cerezo, vecino de México y alguacil mayor de la Audiencia Real, de plata, que costó siete mil ducados.

 En todos estos monasterios hay muchos y muy honrados religiosos de muy buena vida y ejemplo, y los más de ellos muy doctos y muy buenos predicadores que predican a los españoles y a los indios en muy diferentes lenguas, y salen a ellos los días de fiesta a los pueblos que tienen de visita, donde aún no hay monasterios, en que hacen grandísimo fruto y servicio a nuestro Señor. La casa de San Francisco estaba muy vieja, y según dicen la hizo derribar toda doña Beatriz de Andrada, mujer que fue de don Francisco de Velasco, hermano del Visorrey don Luis de Velasco, y la ha sacado de cimiento toda y la labra a su costa, y para ello dicen que da los tributos de la parte que tiene en encomienda de la provincia de Xilotepec, que dicen que valen más de doce mil ducados, y no tiene más que la mitad, porque la otra mitad la tiene don Pedro de Quesada, nieto de Juan Jaramillo, primer marido de doña Beatriz de Andrada, por quien tuvo la mitad de la encomienda de Xilotepec.

 En México asimismo hay una casa de la Compañía del nombre de Jesús, que tiene muy buena renta para se sustentar, y su estudio; hay entre ellos personas de gran religión y de buena doctrina, vida y ejemplo, y un vecino les dio la casa para su morada, que es muy buena, de gran valor, que se llama Villaseca. Hay un monasterio de monjas, intitulado de la Concepción, que terná de renta más de ocho mil ducados, de muy gran clausura y recogimiento y de muy gran virtud y ejemplo, sujetas al ordinario, y porque eran muchas monjas se dividió y hizo otro monasterio y les dieron dos mil ducados de renta de la que ellas tienen, de la Orden de Santa Clara. Hay otro monasterio, y el Marqués don Hernando Cortés dejó mandado fundar otro y renta para ello; sin estos se han comprado unas casas principales para otro monasterio que por no tener entera relación de ello, ni quien me la dé, no me declaro más.

 Hay además de esto un colegio que llaman de las Huérfanas o niñas recogidas, y otro de los niños de las doctrinas, sin el colegio que hay para indios en el Tlatelulco, que lo tienen a cargo los frailes Menores y ha habido entre ellos muy buenos latinos y retóricos y lógicos, y en todos les enseñan buenas costumbres y doctrina los que están por superiores y puestos para ello, y todos tienen rentas y grandes indulgencias y jubileos para los que les ayudan con sus limosnas. Las que se crían en el colegio de las niñas no son monjas, ni tienen religión, ni voto de ello, sino que están allí hasta que son de edad para casar, y para esto les juntan ajuar y buenos dotes de limosnas, que es mucho, porque de ordinario hay algunas para casar como adelante se dirá.




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