Cuando vi por primera vez la torre del templo de San Francisco en la ciudad de Puebla lo primero que pensé fue en la precisión que el maestro de las tres artes y/o alarife que la proyectó, calculó y edificó, tuvo para que siga en su lugar y no haya sido afectada en los varios temblores que han asolado a la que antes se conocía como la Ciudad de los Ángeles, y que era una puebla, es decir, una poblazón o población como actualmente decimos y que derivó en la ciudad de Puebla. Luego me sorprendió conocer el peculiar nombre que tiene pues a ellas está dedicado: las Cinco llagas de San Francisco.
Los franciscanos se establecieron en la Puebla de los Ángeles en 1531, en un solar perteneciente a la cofradía de la Santa Cruz “otorgada como merced a dos de los fundadores de la ciudad y mayordomos de la cofradía, la que recibió licencia para ser construido un hospital y un templo bajo el patrocinio de la Santa Cruz” (Wikipedia). Mientras, su templo y convento se construía, el cual fue concluido en una primera etapa, en 1585.
La torre, que es la que nos interesa se concluyó en 1672 y en 1673, pero fue la torre original, que si lo vemos con atención, notaremos como a partir del arranque de la misma, el estilo cambia radicalmente, se deja atrás esa reminiscencia medieval de fortaleza, y pasa al estilo herreriano. “Su construcción se comenzó en el año de 1730 por el padre Tapia, quien la dejó a la altura de la cornisa. El padre lego dominico José Antonio continuó la obra en cantera adecuándole campanas y finalizándola en 1767. Es curioso comparar las fechas con las torres de la Catedral, la torre norte (izquierda) fue concluida en 1678, la sur (derecha) en 1768, apenas un año luego de la de San Francisco y ni que decir de las alturas. En la catedral son 70 metros los que se levantan y en San Francisco 69.
Y traigo esto a colación porque, si me has seguido en las últimas publicaciones que he hecho, con el tema de conventos y primeras edificaciones católicas en México, al ver las de Tlaxcala y llegar a las de Puebla ocurrió algo, una suerte de recuerdo inmediato a lo que hace algunas décadas vi en Bolonia, Italia, que ahora es uno de sus principales atractivos: las torres, esbeltas y enormes.
Y la idea de las torres esbeltas y muy altas se reforzó al ver la que en el convento de Calpan se yergue. Al menos así fue con la imagen blanco y negro que ahora vemos. Quizá sea el ángulo en que fue tomada esta fotografía que aparenta ser muy alta la torre, el sitio no lo conozco en persona para poderlo afirmar totalmente.
Sobre esta construcción encontramos que “los estudiosos del arte han coincidido que fue el año de 1548 la fecha de inicio de la construcción del edificio conventual franciscano de San Andrés, bajo la dirección de Fray Juan de Alameda constructor de los monasterios de Huexotzingo y Huaquechula. Todos los componentes arquitectónicos permanecen intactos, evidenciando con sus características su construcción del siglo XVI: como son la fachada, la portería, la capilla de indios (con algunas modificaciones o restauraciones sustanciales en diferentes momentos) y las capillas pozas”, muestra imponente de la construcción detallada en la región de los volcanes.
Referente al edificio parroquial, edificación que abarca los siglos XVII-XVIII, cobijada en sus inicios bajo la advocación de San Sebastián y actualmente de San Andrés, ésta, fue secularizada en el año de 1641 y ‘pasó a manos del primer cura del clero secular y sus dos ayudantes’ […] Francisco Gómez de Saucedo y los bachilleres Domingo Flores y Luis Pérez Orozco. A parte del bachiller Francisco Gómez de Saucedo, como representante del gobierno indígena, el cacique y mestizo don Pedro de Santa María”. (Isis Zempoalteca, leer completo aquí).
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