Tema recurrente (no tanto como el de templos o haciendas) ha sido en este blog la muerte, los panteones y algunos de los rituales asociados al tema. Lo que hoy comparto une una cosa con la otra, es decir, la razón por la cual estaban justo al centro de lo que hoy conocemos como atrio que en su momento fueron cementerios y al centro, en el ombligo de ese espacio se levantaba una cruz, que bien podemos intuir era cerrar el ciclo vida-muerte, por aquello del ombligo, la muerte y la cerradura del circulo… cosa que tal vez se pensaba pero que, lo más seguro, es que no fue así. Comoquiera, el concepto es interesante y no está de más analizarlo. Por cierto, este texto lo había ya compartido, pero con diferentes imágenes, si te interesa verlo, está aquí.
“Para confirmar más esta idea del atrio-cementerio, se tienen también referencias de autores modernos, como la de Robert Ricard, quien comenta que el catecismo se hacía en los atrios o cementerios, a veces en torno a la cruz central. En esta cita él infiere dos aspectos interesantes que hay que retomar: primero, define el atrio como cementerio y, segundo, menciona la cruz atrial que como sabemos aparte de ser símbolo de fe es uno de los elementos esenciales de cementerio; además, habrá que recordar que las cruces de cementerio deben ser sin imagen y la mayoría de las cruces atriales del siglo XVI en México son así; entonces, la antigua explicación de que no tenían la imagen del crucificado para no propiciar la idea de sacrificio humano, deja de tener sentido, ya que el hecho de no tener esta imagen se puede deber a que simplemente son cruces de cementerios.
En este sentido, existe multitud de referencias, y como es importante dejar bien asentada esta hipótesis sobre las cruces de atrio mexicanas, se van a exponer las más significativas, como la famosa cruz de San José de los Naturales, de la cual fray Pedro de Gante dice que levantaron los indios una enorme cruz de doscientos pies de alto (56 metros), en memoria “de la bandera y estandarte de Cristo, la cual está hoy día que es más alta que ningún campanario de toda la tierra”, y le pide al emperador Carlos V “indulgencia plenaria a todos los que se enterrasen en el dicho patio de México […], pues la cabeza de todos y la más antigua es y por eso se llama San Joseph Bethlen” [sic].
Además de esta referencia, existe la relación de traslado de la famosa cruz de Mañozca al cementerio de la catedral metropolitana. Esta gran cruz fue localizada por el arzobispo Juan Sáenz de Mañozca y Zamora en una visita que hizo al abandonado de Tepeapulco; la encontró entre… “maleza, espinas y tunales, entre cuya espesura por ser muy crecida estaba casi ahogada una hermosísima cruz de piedra de cantería colorada, que con levantarse doce varas de alto, prevalecía la monstruosidad […] y por sobre las paredes del cementerio dicho, descubrió el confuso bulto […] grabada con mucho primor de arte que plantaron los primeros religiosos al tiempo de la conquista evangélica por la señal de su predicación gloriosa”.Esta cruz fue traída con grandes trabajos desde Tepeapulco, para ser colocada “con gran pompa en el cementerio” de la Catedral de México; por eso se le conoció con el nombre de Cruz de Mañozca .
En estas relaciones se plantean las dos funciones de estas cruces atriales: la de símbolo de fe y la insignia especial del cementerio. además, todas ellas estaban colocadas en atrios-cementerios, y en el caso de la cruz de Mañozca, esta se traslada a otro atrio-cementerio, al de la catedral; la reseña dice sobre su colocación: “dispúsose la fábrica artízose [sic] con toda brevedad a la entrada del cementerio frente a la puerta principal a la nave de en medio de la iglesia, levantándose sobre tres gradas de cantería en cuadro dos hermosos y proporcionados cuerpos de la misma materia… cubriose (el día de su dedicación) con flores y juncia toda la vuelta del cementerio”. En esta cruz se forma la limosna en los entierros de ponía en los entierros de pobres.
La visión de estas grandes cruces a la entrada de los atrios-cementerios recuerda la gran cruz del cementerio de los Santos Inocentes de París; la cruz “hosanna” que Philip Aries menciona siempre como señal especial de los cementerios medievales.
Por último, se señala el cementerio de San Pedro y San Pablo, misma que aun al final de la colonia es testimonio de la existencia y el servicio de estas cruces. A la expulsión de los jesuitas fue trasladada, ya que quedó desamparada, lo que provocaba que la gente se introdujera en el lugar y la ofendiera cometiendo delitos e irreverencias; curioso es que se preocuparon más en la instrucción sobre el traslado de la cruz que sobre los restos del cementerio, para los que quizás hay otra instrucción no localizada hasta el momento.
Con los datos y referencias hasta aquí presentados se puede afirmar que los atrios mexicanos del siglo XVI son los cementerios comunes de la época, cuyo uso se prolonga hasta el siglo XX sobre todo en el ambiente rural, ya que en las ciudades a partir del siglo XVIII se inicia el proceso de secularización con el alejamiento de los lugares de entierro de las zonas de habitación, la arqueología no ha podido comprobar a través de trabajos de excavación fortuita se han localizado restos humanos, pero de los siglos XVIII y XIX".
Fuente:
1.- Rodríguez Álvarez, María de los Ángeles. Usos y costumbres funerarias en la Nueva España. El Colegio de Michoacán. Zamora, 2001. pp. 59-60
Saludos. Muy interesante la publicación como siempre. De hecho diria que si es uno de los temas mas recurrentes el de los muertos (en mi caso uno de los favoritos). Una felicitación
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