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sábado, 31 de agosto de 2019

Buche, trompa, nana, nenepil, oreja, pata y rabo: ¿Cuál es la comida mexicana Patrimonio Inmaterial de la Humanidad?

  No soy carnívoro, tampoco soy vegetariano, ni mucho menos vegano. De preferir, prefiero la llamada dieta mediterránea la cual, por cierto, es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, pero más bien me inclino por pastas, quesos, ensaladas, sopas... pescados y mariscos (algunos) y ni que decir de la comida mexicana, en la cual evito todo aquello que lleve carne (a excepción de que sea pollo y si es de pollo solo me gusta la pechuga), el pozole me parece exquisito pero, si lleva oreja y trompa... paso sin ver (ni comer). Antes era gran aficionado a las carnitas y el chicharrón pero, un buen día, ante el impacto (vomitivo) lo hice a un lado y, cuando voy al mercado procuro no pasar frente a donde las ofrecen pues en automático se me viene el espasmo.

  Dicho lo anterior, y en el entendido de que algunas imágenes son choqueantes, el ejercicio fotográfico de hoy es precisamente esas cosas que, cuando voy en plan de explorador por los mercados y topo con las cosas que no comería, me limito a retratarlas y es lo que hoy las comparto. Y al final hago una reflexión en torno a lo que es y no es lo que UNESCO incluyó en su lista.







La cocina tradicional mexicana, cultura comunitaria, ancestral y viva - El paradigma de Michoacán
México.

Inscrito en 2010 (5.COM) en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

La cocina tradicional mejicana es un modelo cultural completo que comprende actividades agrarias, prácticas rituales, conocimientos prácticos antiguos, técnicas culinarias y costumbres y modos de comportamiento comunitarios ancestrales. Esto ha llegado a ser posible gracias a la participación de la colectividad en toda la cadena alimentaria tradicional: desde la siembra y recogida de las cosechas hasta la preparación culinaria y degustación de los manjares. Los elementos básicos del sistema son: el maíz, los fríjoles y el chile; métodos de cultivo únicos en su género, como la milpa (cultivo por rotación del maíz y otras plantas, con roza y quema del terreno) y la chinampa (islote artificial de cultivo en zonas lacustres); procedimientos de preparación culinaria como la nixtamalización (descascarillado del maíz con agua de cal para aumentar su valor nutritivo); y utensilios especiales como metates y morteros de piedra. A los productos alimentarios básicos se añaden ingredientes autóctonos como tomates de variedades diversas, calabazas, aguacates, cacao y vainilla. El arte culinario mexicano es muy elaborado y está cargado de símbolos: las tortillas y los tamales consumidos diariamente forman también parte de las ofrendas realizadas el Día de Muertos. En el Estado de Michoacán y en todo México se pueden encontrar agrupaciones de cocineras y de otras personas practicantes de las tradiciones culinarias que se dedican a la mejora de los cultivos y de la cocina tradicional. Sus conocimientos y técnicas son una expresión de la identidad comunitaria y permiten fortalecer los vínculos sociales y consolidar el sentimiento de identidad a nivel nacional, regional y local. Los esfuerzos realizados en Michoacán para preservar la cocina tradicional destacan también la importancia que ésta tiene como medio de desarrollo sostenible.

  El texto que acabas de leer es la referencia que da UNESCO sobre la cocina mexicana que, en específico la de Michoacán y la que tiene bases en maíz tiene el título de Patrimonio. Es decir ni los tacos de cochinita o al pastor o el menudo, por tan solo mencionar algunos platillos, entran en la denominación. 

  Habrá que aclarar que en 2010, cuando se consideró a la cocina mexicana en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, quedó registrado, en el subtítulo: El paradigma de Michoacán. Es decir, usando la palabra paradigma como sinónimo de ejemplo o modelo, y en ningún momento se dijo que toda la cocina mexicana lo era.

viernes, 5 de julio de 2019

La gráfica mexicana: El caso de los mercados del centro histórico de CDMX

   La gráfica popular mexicana es la forma comunicacional y de diseño más difundida en el paisaje urbano mexicano. Quizás por su uso masivo y su carácter popular no se le ha prestado la atención debida por parte de los historiadores del arte y teóricos del diseño y apenas ha sido valorada.

  Se entiende por gráfica popular al conjunto de elementos gráficos, imágenes, letras que de forma más o menos ordenada, usando las paredes, fachadas, bardas, vallas y otros recursos murales, sirven para comunicar diversas informaciones vinculadas al devenir de la vida cotidiana. Esto va desde reclamos comerciales, proclamas políticas, información de campañas institucionales hasta la promoción de eventos musicales. En numerosos casos, la gráfica trasciende su sentido funcional para ir más allá e introducir aspectos como son: el humor y la ironía, señalando un valor agregado del recurso, insistimos muy enraizado en la cultura popular de la sociedad que lo genera.

   A nivel estético, la gráfica se nos revela como una fuente inagotable de soluciones tipográficas, y de elementos decorativos: dibujos, logotipos, caricaturas, representación real de objetos. Muchas de esas soluciones son creadas, ya sea a iniciativa del artista que las realiza, ya se como copia de modelos foráneos adoptados de la cultura globalizada. (Tomado de Gazeta de Atropología.)



















   Sin tener certeza de el dueño original, y haber especulaciones sobre personajes  adinerados  de la nobleza novohispana, la casa Talavera es un edificio de estilo barroco  de la segunda mitad del siglo XVII, sobria de dos pisos con una fachada con marcos de puertas y ventanas con guardamalletas   de cantera  gris,  muros con acabados de mosaico de tezontle y  guardapolvo de  bloques de basalto. Su función principal fue una curtiduría  según información de la Mtra  Graciela  Sánchez , según una valuación  de 1797,  la construcción   está formada por tres áreas de actividad,  dos patios,  la fachada con la puerta  principal que  accede por la calle de Talavera  al  primer patio  que contenía   covacha, caballeriza, zaguán, almacén, dos bodegas,  molino corriente y vivienda en la parte alta.  En el segundo patio y el de mayor tamaño donde se encuentran quince depósitos o tinas para la producción de curtiduría, una tienda y accesos a la acequia de Roldán. La tercera área  la constituían 11 accesorias en planta baja  y 6 viviendas en los altos, en la  hoy calle  República del Salvador.  (Tomado de UACM-Historia de la Casa Talavera.)


martes, 2 de mayo de 2017

El "florido y espinudo" Mercado Municipal de Salamanca, Guanajuato

   Vivo al norte de la ciudad de Salamanca, antes era el límite norte, que se formaba por la Autopista Celaya-Irapuato... ahora el norte se mudó más al norte, la ciudad siguió creciendo del otro lado de la y en un par de décadas, o tal vez antes, ese norte se irá más al norte, hasta la otra autopista que es la de Salamanca-León. En estos días estamos colaborando en un proyecto de rescate con el Archivo Histórico Parroquial lo cual implica ir por las mañanas hasta el mero centro y cruzar la zona del Mercado Municipal, y como prisa no llevo, me regodeo la mirada al ver la cantidad de colores que allí pululan. Muchos dirán que huele mal, que no se puede caminar, que es un desorden... y más bien veo vida y maravillas.

   Si eres dado a leer, especialmente a los autores latinoamericanos, de inmediato reconociste, por el entrecomillado del título que decidí poner a este artículo a un célebre autor. Si no fue así, te cuento que fue Pablo Neruda, en su estadía en México en los años cuarenta del siglo XX, el que dijo que conoció a México porque conoció a sus mercados.

  "Mi gobierno me mandaba a México. Lleno de esa pesadumbre mortal producida por tantos dolores y desorden, llegué en el año 1940 a respirar en la meseta de Anahuac lo que Alfonso Reyes ponderaba como la región más transparente del aire.

  México, con su nopal y su serpiente; México florido y espinudo, seco y huracanado, violento de dibujo y de color, violento de erupción y creación, me cubrió con su sortilegio y su luz sorpresiva.

  Lo recorrí por años enteros de mercado a mercado. Porque México está en los mercados. No está en las guturales canciones de las películas, ni en la falsa charrería de bigote y pistola. México es una tierra de pañolones color carmín y turquesa fosforescente. México es una tierra de vasijas y cántaros y de frutas partidas bajo un enjambre de insectos. México es un campo infinito de magueyes de tinte azul acero y corona de espinas amarillas.

  Todo esto lo dan los mercados más hermosos del mundo. La fruta y la lana, el barro y los telares, muestran el poderío asombroso de los dedos mexicanos fecundos y eternos.

   Veamos pues, no precisamente el Mercado de Salamanca, sino las calles en torno al propio mercado, calles en las que se da el arte de mercadear, o, mejor dicho, de Marchantear, usando aquella palabra ancestral del Marchante. Hago una aclaración a aquellos no mexicanos que lean esto: en México antes se decía normalmente "marchantear" al acto de comprar... y de vender en el mercado.






















  Y como toda visita al Mercado termina con comida, nada mejor que unas gorditas. Te recomiendo leer completo el texto de Pablo Neruda, entra aquí.