sábado, 29 de julio de 2017

El magnífico despertar en las cercanías de la Sierra Gorda guanajuatense

  Aquí, en el estado de Guanajuato, hay lugares físicamente tan cercanos que al verlos en el mapa, pensamos que en media hora o unos minutos más llegaremos ahí. La realidad es otra, especialmente si se viaja en servicio público de transporte; como es mi caso.

   Estaba en San Miguel de Allende, comos seguramente te diste cuenta por las publicaciones que recientemente hice, allí hice escala de 24 horas pues me quedé de ver con una vieja amiga, vieja en el sentido de que fue hace 37 años que nos conocimos y, por tener la misma profesión, la del Turismo, hemos coincidido en varios sitos y en varios oficios. Esta vez la coincidencia que más bien fue un plan, nos hizo compartir un día entero lleno de recuerdos y de interminables pláticas, luego continué mi recorrido pues debía llegar a Pozos, esta vez para hacer lo que tanto me gusta: caminar por sus calles, pero con ojo más atento al habitual ya que mi encomienda era la de tomar fotografías.

  Quizá lo sabes, quizá lo has leído por ahí, que a raíz del nombramiento de Mineral de Pozos como Pueblo Mágico, desde 2012, se comenzó a darle una buena limpieza y adecuación al pueblo que, durante medio siglo estuvo abandonado y ahora se perfila para ser un desarrollo turístico en el que se privilegia la vida sana, la vida reposada, a paso lento pues por aquí -la verdad sea dicha- lo que se vive es eso: tranquilidad, no hay necesidad de carreras y tensiones, se vive.
  El sitio en el que me hospedé (una maravilla) se localiza a tres kilómetros del pueblo, llegaba el momento, las 5 de la tarde, en el que todos los empleados se retiraban... quedaban pájaros, patos y un par de caballos... el resto era silencio absoluto, viento fresco y un aire limpio que buena falta me hacía respirar (recordemos que vivo en una ciudad industrial, a medio kilómetro de las calderas de una refinería de petróleo... del ruido para qué te cuento.)

  Cargaba pocas cosas, el back con pijama, indispensable para mi, pues me advirtieron que por aquí baja un poco la temperatura en la noche, la lap, libros, montones de folletos que acumulé en San Miguel y una cámara profesional que pesaba más de lo que imaginé.... todo lo dejé y caminé y caminé hasta la tiendita de la esquina que en este caso, al no haber esquinas, estaba por allá... a tres kilómetros de distancia.... y fui, me abastecí y otros tantos kilómetros de regreso... una maravilla... silencio y más silencio.... cayó la noche. El lugar funciona bien, agua y luz la hay.... y una tranquilidad que hacía rato no disfrutaba.

    Me dedique a ver las montañas, las nubes, un poco de estrellas... a sentir el viento cada vez más fresco y a desconectarme de la vida cotidiana... arreglé mis papeles, tomé algunas notas y me acosté... creo eran las diez de la noche cuando estaba ya entrando en sueño.... cosa extraordinaria cuando mi rutina es dormir a las dos.

  Amanecía los colores no eran intensos, había neblina, poco a poco subía... de pronto comenzaron a tocar. ¿Quién podrá ser? pensé. ¿Quién anda por estos rumbos a estas horas?... el toc-toc-toc continuaba, de pronto con intensidad, luego suave... ¿qué pasa? me preguntaba... y arremetió con un toc-toc-toc intenso, fue entonces que descubrí al pájaro Carpintero que (según yo con un poco de romanticismo) llegaba a despertarme.... experiencia única, diría que irrepetible, pero no fue así, pues cada mañana, al amanecer de las tres noches que allí pasé, llegó (insisto con el romanticismo) a desprtarme.




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