sábado, 16 de febrero de 2019

El túmulo levantado en honor a Carlos III en la Ciudad de México, 1789

  Si conoces El Bable (y lo lees) no te sorprenderá saber que el tema de la muerte, y más que la muerte en sí, los ritos y tradiciones relacionado a ella me interesan, como también tengo gran afición sobre la época virreinal, así que hoy, uniendo una cosa con la otra y agregando el tema artístico y más aún, el efímero, (el arte efímero) veremos una detallada descripción que se hizo sobre ese túmulo que se levantó en la Catedral Metropolitana de la ciudad de México el 26 y 27 de mayo de 1789 para las solemnísimas exequias que se hicieron en memoria del Rey Carlos III de España y sus territorios de Ultramar.

   Se colocó perfectamente perpendicular en el centro de la media naranja entre el Coro y el Tabernáculo. Sobre el piso de la Iglesia sentaba el primer zócalo, perfectamente cuadrado por su planta, de vara y media de alto, y catorce y media de línea por cada fachada, forradas de bayeta negra, y también su piso alto. En los cuatro ángulos de dicho zócalo se veían cuatro pedestales de figura cuadrada, su alto vara y media, y el ancho vara y cinco sesmas, siendo las cuatro fachadas iguales, y en cuatro lápidas de jaspe blanco de alabastro, había elegantes y oportunas inscripciones. El resto de los pedestales imitaba el mármol rojo de Cuenca. En estos sentaban basas con la proporción y molduras de la Ática del Vignola, de jaspe amarillo, sobre los cuales cargaban cuatro magnificas pirámides, su alto seis varas y media, su ancho el mismo que los pedestales sobre que cargaban: iban éstos, rematando en un globo bronceado de tres cuartas de diámetro, y estaban vistosamente adornadas con fajas horizontales progresivamente proporcionales, imitando al mismo jaspe blanco de las lápidas de sus pedestales, y el resto de las pirámides al jaspe rosado de Málaga.

   En el zócalo grande había formado otro de igual alto al de las pirámides, guardando con ellas línea horizontal su planta un cuadrado perfecto de ocho varas de línea, formando en los cuatro ángulos una retracción de una vara en cada fachada, formando ángulos entrantes siempre recios, con los cuales aparecían las fachadas separadas aunque unidas, cuatro resaltos, y cóncavas en cada uno dos columnas (distantes entre sí cuatro varas formando, con el orden proporción dupla) de seis varas y una tercia de alto, las que sostenían su formal entablamento de vara y media, todo de orden Jónico compuesto según las reglas de Scamozi, sobre el cual en las cuatro fachadas se formaban cuatro frontis angulares, proporcionados según Vitrubio

   Las columnas, friso del entablamento, y netos de los frontis, imitaban la misma piedra rosada de Málaga: las bazas y capiteles bronceados, y éstos con unas bandas negras enjugar, de colgantes, pendientes de voluta á voluta. El arquitrabe y cornisa parecía de piedra amarilla ó de Cuenca, con varias molduras bronceadas para la mayor armonía. Detrás de las ocho columnas había cuatro pilastras perfectamente cuadradas, cada una en un ángulo que eran las que formaban, y sostenían toda la mole, de igual alto que las columnas pintadas como piedra blanca: sus cañas ó fustos, basas y capiteles del mismo jaspe rojo que los pedestales de las pirámides. En dichos intercolumnios colgaban cortinas en pabellón desde el arquitrabe, cogidas en los lados. Sobre los cuatro frontones se formaba, un cuerpo cuadrado, que cargaba perpendicularmente en las cuatro pilastras, de dos varas y sesma de alto, de piedra blanca, y su cornisa superior de jaspe amarillo, sobre la cual en sus cuatro ángulos había cuatro Leones bronceados sentados, de una vara de alto: el centro, le ocupaba un pedestal, ochavo imperfecto por su planta de dos varas y una tercia de alto: su zócalo jaspe rojo, basas y capitel de mármol, y el neto del verde de Granada: en sus cuatro lados mayores cuatro lápidas de mármol con sus dísticos, sobre el cual remataba una pirámide de igual altura que las de abajo, y á más su basa de una vara de alto, esta de jaspe rosado, las fajas horizontales blancas, y el resto verde. Remataba dicha pirámide con una Corona de una vara de alto, Cetro y Espada correspondiente bronceado: todo esto sobre un cojín ó almohadón negro con sus cuatro borlones.

   Los frontones, cornisas del primero y segundo cuerpo, y la del último pedestal circundado de cirios de á tres libras. El tarimón principal era tan capaz, que cómodamente se subía á él para oficiar y decir Responsos por dos escaleras que había en las dos principales fachadas, pudiéndose pasar también por los intercolumnios hasta lo más interior. Dentro de este gran cuerpo de arquitectura estaba colocada una; magnífica urna sepulcral según el gusto Griego, cuyo primer zócalo era cuadrilongo, teniendo de fachada cuatro varas, y el costado tres, su alto una y media, del mismo jaspe rojo que los de las pirámides, sobre el cual descansaba dicha urna, que tenia de ancho lo mismo que su zócalo, y de alto cinco varas, de jaspe verde ó de Granada, en que se leían varias inscripciones en latín y castellano. En la fachada principal de ella estaba colocado un Escudo de las Armas Reales con sus collares bronceados, y unas bandas negras que desde sus brazos pendían á los dos lados, é iban á asirse de unos clavos romanos que dicha urna tenía en sus ángulos, siguiendo dichas bandas por los costados hasta volverse á unir en la otra fachada con el retrato del difunto Monarca, que en correspondencia del Escudo estaba colocado en dicha urna. Toda su disposición arquitectónica estaba arreglada al sencillo gusto y preceptos de los Egipcios, Griegos y Romanos.

   La oración fúnebre fue bastante larga y termina del siguiente modo: "Después de todo, y por última edificación que produce su ejemplar conduélase fiel Siervo, este Héroe cristiano, este Rey edificativo, con toda su fortaleza, con toda su providencia, razón toda su rectitud, Él temió siempre en toda su arreglada vida, hasta los momentos próximos a su bien preparada muerte. Justamente temíais, Señores, lo mismo que ha temido él; porque nadie hay á quien sobre, si es que basta lo que lleva a las balanzas de Dios. Pero á el mismo tiempo esperad con la más firme confianza, apoyada últimamente sobre este mismo temor suyo, y vuestro. Sobre el suyo; porque el Varón que así teme, ese es Bienaventurado. Sobre el vuestro; porque éste será un estímulo para que si alguna miserable reliquia le retarda el eterno Bien, vuestros sufragios, y preces le apresuren la posesión. Los vuestros más, Pontífice santo, quien Él ha distinguido tan justamente, con relevantes señales de su concepto, de su amor, y de su confianza, y que ahora quizá necesita coger los frutos de vuestro sanable agradecimiento; vuestros ruegos que llevas toda la fe de la Iglesia, y toda la representación del Sacerdote eterno Jesucristo, ellos le abran la puerta, y le abrevien la feliz entrada que le deseamos, á la soberana Región donde reine con descanso, y paz por todos los siglos

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