Comienzo por aclarar que, como lo comenté en el artículo del X Aniversario, el 31 de diciembre de 2018, que el ritmo de mis publicaciones bajaría notablemente (no así la calidad) debido a problemas ópticos, es decir, mi vista me falla más que de costumbre... y porque sigo preparando mi próximo libro que versará sobre Diego Rul, ese que conocemos más por su título nobiliario de Conde, que no era el Conde de Rul, como muchos lo refieren, sino el Conde de Casa Rul. Pensaba tenerlo listo para presentarlo en la primera semana de marzo pero, como tuve la fortuna de que un amigo me localizara documentos sobre el personaje en el AGN, esto me obliga a revisar algunos datos y complementar otros, así que será en abril que lo haga, pero, como a mitad de ese mes cae la Semana Santa y sus consecuentes vacaciones, creo que más bien será mayo cuando haga la presentación.
Aclarado el punto, ahora paso a compartir un texto que nos habla con claridad y precisión lo que era la producción textil y sus obrajes en San Miguel el Grande, ese que ahora conocemos como de Allende:
El poblado de San Miguel el Grande se hallaba a dos días de Querétaro en viaje a caballo. La expansión de sus obrajes empezó después de 1740. La producción local de lana declinó cuando las haciendas circundantes se dedicaron al cultivo de cereales, y en cambio hubo que comprar lana en Dolores, que también abastecía a Querétaro. La expansión de San Miguel como centro comercial estuvo unida a la creciente prosperidad de las haciendas locales y a la demanda cada vez mayor de los campamentos mineros de Guanajuato. Los primeros beneficiarios de la expansión económica formaron una compacta y próspera elite criolla, compuesta esencialmente por familias como las de Sauto, Canal, Landeta, Lanzagorta, Uzcanga y Allende.
El progenitor de una de esta familias, don Baltazar de Sauto, nació en 1710 en el valle de Oquendo, en Alaba. Ya se encontraba en Nueva España a la edad de 15 años. Acaso fue don Severino de Jáuregui el que trajo a Sauto a San Miguel, pue también Jáuregui era inmigrante, y propietario del obraje del lugar. Sauto casó con su hija, la criolla doña Juana Petra, y adquirió así el obraje. A mediados de la década de 1740, Sauto ya era un magnate local poseedor de haciendas, ganado y una tienda en San Miguel. Su empresa estaba bien integrada. Sauto llevaba vellón de la hacienda al obraje, y usaba trabajadores del obraje en sus empresas agrícolas. A mediados de la siguiente década, el obraje operaba con 22 telares.
Como otros provincianos que poseían obrajes,
Sauto ocupó el cargo de regidor y el de Alcalde Ordinario. Asimismo era miembro
de la milicia local, y administrador de la alcabala en San Miguel, antes de la
incorporación de la alcabala como función de la burocracia real. También era
asentista local del alumbre, sin cuyo aguafuerte no podía teñirse casi ningún
textil. Dicho discretamente Sauto estaba bien colocado y era poderoso. Tal vez
fuera inevitable que su creciente poder e influencia amenazaran a sus
competidores de San Miguel. Sus “enemigos” (este es el término empleado por
Sauto) eran miembros de la familias Canal y Landeta, tan ricas y poderosas como
él mismo. Por ejemplo, Francisco José de Landeta, originario de San Miguel,
llegó a ser primer conde de Casa de Loja en 1753. Dos de sus hijas, doña
Francisca y doña Ana, casaron con hijos de Manuel Tomás de la Canal, otro
opulento criollo nacido en la ciudad de México en 1701, hijo de don Domingo de
la Canal, poderoso miembro del consulado. En conjunto, los Canal y los Landeta
poseían casi 40% de los telares que había en la ciudad a mediados de la década
de 1750. Además, los miembros de sus familias ocupaban importante cargos
municipales, habían comprado asientos en el cabildo, y durante un tiempo
ocuparon el puesto de Alcalde mayor. Los Canal y los Landeta también estaban
asociados con otra familia, los Lanzagorta, prósperos comerciantes, hacendados
y ganaderos cuyas propiedades estaban cerca del pueblo de Dolores. Los
textiles, el comercio y la ganadería eran las empresas que daban poder y
riqueza a San Miguel el Grande.
Todas estas familias se vieron envueltas en
un gran conflicto por causa del obraje de don Baltazar de Sauto, conflicto que
duró de 1758 a 1771. No están muy claras las causas precisas del conflicto pero
Sauto consideró que sus “enemigos” de las otras familias, conspiraban por
envidia y despecho contra él, aunque don Baltazar fue formalmente acusado por
el visitador de dar mal trato a los trabajadores de su obraje. En lo más
caldeado de la lucha, Sauto fue encarcelado en Puebla, y el joven inspector
enviado para emprender acción contra él, don Diego Fernández de la Madrid, se
casaba con una hija de Manuel de la Canal. Esta inspección culminó en una
cédula que ordenaba clausurar el obraje de Sauto, pero Sauto desafió la orden y
obtuvo de la audiencia una moción de obedezco pero no cumplo para impedir la
clausura.
El asunto pasó pero dejó demostrado cuan rápidamente la interdependencia podía convertirse en caos cuando resultaban abrumadoras las tensiones de la competencia. En San Miguel estas tensiones caso se originaron por la escasez de mano de obra, recursos y capacidad empresarial, cuando el número de obrajes en operación se duplicó, con creces, entre 1744 y 1755. Además, no había allí gremio que resolviera conflictos o que uniera a los productores ante unas autoridades civiles adversas a ellos. Desde esta perspectiva los competidores de Sauto actuaron para acosar a un advenedizo que se había colado entre ellos, y para reducir la probabilidad de una mayor regulación o una represalia virreinal contra todos ellos. O acaso Sauto estuviese mentalmente perturbado: algunas de sus acciones desafían toda explicación racional. Pero toda una década de desorden claramente causó daño a los obrajes de San Miguel; solo uno o dos que producían las telas de lana más fina continuaron operando hasta el fin de siglo.
Fuente:
Salvucci, Richard J. Textiles y capitalismo en México. Una historia económica de los obrajes, 1539-1840. Alianza Editorial. México, 1992. pp. 134-137
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