Así como por el noroeste de México vemos, de pronto, que algunos restaurantes tradicionales anuncian una exquisita sopa de Caguamanta imaginamos, quienes no sabemos, que se refiere a una sopa de tortuga, prohibida, por cierto, me sucedió igual que al caminar por algunas calles de los pueblos y ciudades de Yucatán, en donde, al encontrar la palabra Chemulpo la asocié de inmediato a algún platillo hecho con pulpo, la cosa no es así, esta historia de Chemulpo nos conduce a algo que más que curioso, a un tiempo oscuro y muy afortunado para los 50 reyes que dice John Turner en su México Bárbaro, había y desafortunadísimo para los tres mil "chinos" que llegaron engañados a México.
Toda historia se divide en dos, los triunfadores y los derrotados o, dicho con otras palabras: los oprimidos y los opresores. Eso fue lo que sucedió en Yucatán cuando el "Oro Verde" generó riquezas cada vez mayores a medida que las necesidades de la fibra del henequén crecían. A esos 50 magnates encabezados por el que fuera gobernador de Yucatán y Ministro de Fomento de Porfirio Díaz, Olegario Molina, a fin de hacer producir sus haciendas henequeneras idearon el sistema de deuda perpetua que les provocaban a personas de ascendencia maya y de ese modo, como ellos estaban pagando la deuda, seguían trabajando. Solo que la "deuda" crecía y pasaba a la siguiente generación. Dicho en otras palabras, se había implementado un modo distinto para esclavizar a la gente.
Y el negocio henequenero creció a tal dimensión que hubo la necesidad de importar más "deudores", es decir, más esclavos y lo hicieron desde un punto lejano: Sonora, en el otro lado de la República Mexicana al comerciar con los indios Yaquis. Cada trabajador, por usar un eufemismo, dicho directamente, cada esclavo le costaba al patrón 400 pesos, suma que en ese tiempo era elevada.
Mayas y Yaquis no fueron suficientes para satisfacer la demanda de mano de obra esclavizada, estos nuevos corsarios, que se dedicaban a comerciar con el ser humano, a traficar con personas, fueron hasta lugares remotos en busca de esa mano de obra que, en base a engaños eran traídos desde Corea para que, una vez llegados a México, entraran a su realidad, la cual era haber llegado a trabajar, cual bestia de carga, en una hacienda henequenera en la cual lo primero que perdían era la libertad, de dignidad ni para que hablar.
Así pues, llegamos a la primera aclaración de esta nota o de este oscuro capítulo de la Historia de México. Los "chinos" que llegaron a Yucatán no venían de China sino de Corea, lo que actualmente conocemos como Corea del Sur, eran embarcados en un puerto de nombre Chemulpo y luego de una (seguramente) penosa travesía que sería de al menos -supongo- dos meses, llegaban a tierra firme en Salina Cruz, para de allí ser reembarcados a Progreso en la península de Yucatán. La Junta de Inmigración de Yucatán los contrataba, incluso lo anunciaban, pero no decían las condiciones en las que entrarían a trabajar a las haciendas henequeneras. Turner lo denunció claramente: son esclavos.
El que llegaran chinos, japoneses y coreanos a México era normal, pues durante el porfiriato ante el crecimiento minero especialmente, hubo la necesidad de traer mano de obra a lugares poco poblados del país en Baja California, Sonora y Sinaloa y el agrícola en Yucatán. Cuentan que ese día de asueto (si es que lo tenían) los coreanos luego de haber bebido algunas cervezas comenzaban a gritar ¡Chemulpo! ¡Chemulpo!, la gente pensaba que esa era la forma de decir salud o de manifestar la alegría pasajera y traicionera que provoca el alcohol, pero no era así, ya que al gritar ¡Chemulpo! estaban manifestando toda la nostalgia que produce recordar el lugar de origen y, más aun, el último recuerdo que se tiene del terruño.
Chemulpo no existe más, Corea ha evolucionado mucho y se ubica en la actualidad dentro de las economías más sólidas del mundo, no solo eso Chemulpo cambió su nombre, ahora es Incheon, la tercera ciudad más importante de Corea y el puerto más importante de ese país. Y con esta placa comprobamos que el tiempo borra huellas y, sobre todo, malos recuerdos, pues pocos recuerdan que los chinos, que no lo eran, sino coreanos, que llegaron engañados y en calidad de esclavos a trabajar a las haciendas henequeneras de Yucatán, sus descendientes o coterráneos colocaron esta placa en una esquina cercana al centro de Mérida, por el rumbo del templo de San Ignacio que se levanta "A la memoria de la inmigración coreana a México".
Cuando andes por ahí, en ese rumbo norte del centro de Mérida, en la plaza que creo se llama Chemulpo pero que se conoce con otro nombre, no te puedes perder las tortas de Cochinita Pibil que venden en varios locales de un mercado que allí se encuentra. Y el caminar por ese rumbo se vuelve de lo más placentero (cuando no hace calor intenso) pues irás viendo un buen display de estilos arquitectónicos que, con los colores propios de Mérida, van aderezando magistralmente a esta ciudad.
Si te interesa ver algo de Chemulpo, como se encuentra en la actualidad, hay un blog que bien podríamos pensar es la versión coreana de El Bable, lo digo por su estructura y temática, lo puedes ver aquí.
Lo dicho, son infinitos e interesantes todos los temas que publicas.
ResponderEliminarBrillante crónica, hilo del que poder halar para conocer la historia
ResponderEliminarGracias por compartirla