Día 92 de la "tirada a perder", ahora debo seguir rumbo a la ciudad de México, la escala obligada en el camino. Nuevamente recurro a este novedoso (por así decirlo) servicio de autotransporte que tiene una diametral diferencia en precio con el transporte regular que tomas en una terminal de autobuses. Este que ahora estoy abordando es de una empresa que por nombre lleva el de Príncipe, solo que el servicio dista mucho de ser principesco. Hay una discusión entre pasajeros pues, al parecer no hubo control en la venta de asientos y sobran pasajeros o, en todo caso faltan asientos en el autobús. Como quiera, el mío esta asegurado, ya voy sentado en el él, no mi preferido número 4, sino el 2. Esta foto la tomé en un punto donde hizo escala en mitad del camino, en Cordoba, Veracruz.
Y el problema del servicio Príncipe que dista mucho, insisto, de ser principesco, continúa y será permanente ya que dentro del autobús hay un fuerte y desagradable olor, no es de pies o de orines, peor aun es de caca. Sí como lo oyes, el autobús no ha recibido el correcto aseo o si lo recibe es con los productos menos indicados pues dentro la peste es intensa, pero estamos ya arriba y por un pasaje de 350 pesos no podemos exigir mucho, así que, abróchome el cinturón y trato de dormir pues estamos ya arriba y no hay vuelta para atrás.
Fue hasta que salimos de Córdoba que el cansancio me venció. El asiento era incómodo en extremo, a esto le agregamos el mal que tengo en la espalda y el resultado fue un viaje que se convirtió en penitencia. Como quiera, logro dormir tres horas. A las 7 de la mañana estábamos ya cruzando por la Calzada Ignacio Zaragoza -en pleno 5 de mayo de 2013- y enfilábamos al centro histórico. Llegamos al punto terminal: un estacionamiento en la calle República de Cuba. Es curioso llegar a esa hora y en esas condiciones al lugar de mis encantos: el Centro Histórico. Voy arrastrando mi maleta por la calle República de Bolivia, veo los restos del tendido del tranvía que por allí pasaba.
Si no estuviera tan cansado y tan molido de las 12 horas de camino y no cargara maleta con 30 kilos de libros el andar por estas calles solitarias sería delicioso. Como quiera voy viendo los detalles en las construcciones que vuelven a la zona algo único.
Llegar al Centro Histórico a esa hora en busca de un cuarto de hotel se vuele complicado. No porque no los haya disponibles sino que, a las 7 de la mañana implica pagar la noche anterior, así que continúo vagando, jalando maleta, por suerte las ruedas aun funcionan... estamos en la Plaza de Santo Domingo, al fondo el Portal de los Evangelistas que se comienza a iluminar... tengo hambre, tengo sueño, estoy cansado, no sé a donde ir... complicado modo de comenzar el último día de este largo viaje.
Me sorprendo al pasar por el Callejón de la Palma, creo así se llama, hay una pared verde, justo en el lugar menos esperado... está bien mantenida. Estoy cansado, lo que más bien quisiera es ya dormir. Siento igual que cuando vas de México a Europa que llegas con esa sensación de cambio de horario que te desquicia las primeras horas... El hotel donde habitualmente llegó me queda un poco retirado, no quiero seguir jalando más, recuerdo uno semi backpack en la calle de Motolinía, voy para allá, claro es que no me dan el cuarto, tengo que regresar al mediodía, pero dejo allí la maleta, desayuno y hay que aprovechar el día, así que, haciendo a un lado el cansancio me voy en busca de un dato que tengo anotado en mi libreta de pendientes: la casa de Hernán Cortés.
Leí una vez el testamento del conquistador y me llamó la atención que mencionaba sobre las casas que poseía en las calles de San Francisco, lo que ahora conocemos como Madero. "Y para los gastos de la obra del dicho hospital, señalo especialmente la renta de las tiendas y casas que yo tengo en la dicha ciudad de México, en la plaza y calles de Tacuba y San Francisco y la que atraviesa de la una a la otra..." Pero, veamos con atención la placa, dice las casas de Cortes y no dice las casas de Cortés.
Y si ya no existen las que fueron las casas de Hernán Cortés, si existe al menos el recuerdo en la placa que lo menciona, de que allí estuvieron, en la actualidad la propiedad está en Tacuba 65, esquina Isabel la Católica. En su testamento lo vuelve a mencionar así: "Y declaro y digo, que porque cuando está dicho, yo tengo mandado y ordenado que la obra del dicho hospital de México se acabe de los maravedíes que valiesen y rentasen las tiendas y casas que yo tengo en la dicha ciudad, en la plaza y calles de Tacuba y San Francisco, como antes de esto está dicho y declarado y, acabada la obra del dicho hospital, la renta de dichas tiendas y casas habrán de quedar a disposición de mi sucesor o sucesores de mi casa..." (1)
Tengo al menos dos o tres horas más para que me den la llave del cuarto, ya vi donde estuvo una de las varias casas que Cortés construyó en México, será bueno seguir aprovechando el tiempo, nos vamos al Templo Mayor...
Otra de las zonas arqueológicas de México que se vuelven únicas, esta, a diferencia de las que recientemente pude ver en Yucatán, su entorno es otro, estamos justo al centro de la gigantesca metrópoli, donde más de 20 millones de personas viven, así que eso que rodea al sitio no son otra cosa más que edificios.
Una foto para el recuerdo que bien podría considerar como la última que me tomo, justo frente al Tzompantli, ya dentro del Museo del Templo Mayor.
Termino el recorrido por el museo, es otro de los sitios que si aun no conoces debes incluir en tu lista de los próximos a visitar. Y ahora a recorrer las calles de México... otra sorpresa: aquí también hay color en los edificios.
Color por todos lados...
Y heridas expuestas, este drenaje de barro que vi en el templo de San Agustín. ¿Serán del XVIII?
Veo por Pino Suárez una cruz enorme, la más grande que he visto hasta el momento en una fachada recubierta de tezontle.
Y los contrastes habituales que solamente en el Centro Histórico de la ciudad de México podemos encontrar.
Con todo y cansancio llego hasta Tlaxcoaque, sitio en el que hay toda una polémica por el monumento que allí se construyó. Esta plaza iba a ser originalmente la del Bicentenario, pero, las manos estratégicas (la corrupción) cambió el proyecto a la Estela de la Luz y esta plaza la remodeló el gobierno de Azerbayán, creo que el resto de la historia lo has oído con lo de la escultura del dictador que fue retirada de Chapultepec.
Y continúo caminando, luego del calor experimentado en Chiapas, lo de aquí es más que tolerable. Llego al templo de Regina Coeli, finalmente lo encuentro abierto, pero hay oficio, además es la unción de enfermos, así que no creo tener hígado para aguantarlo, como quiera, el hisopo me alcanza a rociar de agua que dicen estar bendecida... veo algo que me hila a una idea que vengo rumiando desde hace un mes cuando andaba en Yucatán: el uso del color rojo en los retablos.
Dicen que en la ciudad de México, en lo que hoy conocemos como Centro Histórico, se levantaron algo así como 80 templos y unos 20 conventos, este fue uno de ellos.
Es la una de la tarde, me dan ya la llave del cuarto, solo entro para refrescarme, si me duermo ahora no tendré sueño en la noche y seguiré en el mismo desfase, mejor salgo a dar otra vuelta...
Encuentro la placa que recuerda que en este sitio, actualmente un restaurante argentino, fue donde se hospedó Simón Bolivar durante su estancia en México, en la que fuera la casa del Marqués de Uluapa. Esto ocurrió en 1799.
Entro en un restaurante de esos populares (pésima elección de mi parte) para comer... medio como y sigo el paseo que se está volviendo ya un tormento.
Cerca del Zócalo una señora cae al suelo, seguramente un golpe de calor... si esta dama hubiera experimentado lo que viví recientemente en Bonampak no se hubiera recuperado nunca.
En el Zócalo había la presentación de un cantante, evento relacionado al día de las madres, cosa anticipada aprovechando el domingo...
Es domingo, es puente, estoy agotado, no aguanto más.... me voy al hotel, es hora de dormir.
Fuente:
1.- El testamento de don Hernando Cortés. Ediciones Culturales Exclusivas. Xalapa, 2008.
Estoico Benjamín. Recibe el reconocimiento de tu humilde servidor.
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