domingo, 13 de septiembre de 2009

Misión de San Francisco del Valle de Tilaco, Patrimonio de la Humanidad

La misión de San Francisco del Valle de Tilaco fue construida entre 1757 y 1762 por Fray Juan Crespi y está dedicada a San Francisco de Asís. Esta fachada es la más pequeña e iconográficamente sencilla de las cinco misiones. Simboliza una fe ingenua, representada en lo que parece un teatro infantil con sus cortinas de gruesas borlas sostenidas por ángeles. En medio de la fastuosidad de esta fachada llena de flores y pámpanos, llama la atención un extraño detalle: cuatro sirenas sonrientes reflejando la influencia indígena. Texto tomado del folleto de la Sectur-Qro.

"El conjunto conventual es el más completo de la Sierra Gorda: iglesia, convento, atrio, capillas posa, capilla abierta, albergada en la portería y cruz atrial. Al sitio se llega por un camino escénico fabuloso. Estar en Tilaco es estar en la tierra incógnita inimaginable. Hay lugares geográficos más bellos, pero todo el conjunto del sitio tiene su encanto.

El ámbito de la iglesia enmarca su grandeza: su atrio con barda barroca abraza dos capillas posas que nos hablan de un pasado que nunca existió. Ya lo dijimos, son capillas del siglo XVIII, no del XVI; su construcción es sencilla y sin la menor decoración. La cruz atrial de buena forja auténticamente barroca corona un excepcional zócalo".

En relación a las capillas posas, el autor a lo que se refiere es que fue en las primeras construcciones franciscanas, que se implementó el uso de este tipo de capillas durante los primeros años de evangelización que fueron los del siglo XVI, los antiguos mexicanos no gustaban de celebrar en recintos cerrados, como eran los oscuros templos de esa época, sino al aire libre, de allí que se crean en México los atrios para celebrar multitudinariamente los oficios religiosos.

"La riqueza de la fachada contrasta con la pobreza hiriente del interior. La esbelta torre ya acusa una construcción neoclásica en la que, como por compromiso, se respetan ciertas formas barrocas. Un barroco confesionario atablerado amuebla la soledad.

La fachada es más parecida a Jalpan, aunque cada una tiene su propia expresión. Se compone de dos cuerpos y un remate, formando tres calles bien definidas. En el primer cuerpo tenemos columnas salomónicas adosadas y, siguiendo el eje, en el segundo se convierten en estípites, al igual que en el remate, flanqueado por el relevante nicho de San Francisco, titular de la iglesia y la orden.


Las calles del primer cuerpo albergan a los santos apóstoles Pedro y Pablo. A diferencia de Jalpan, la derrama de la puerta no contiene nichos y el capialzado cumple su objetivo sin invadir las jambas. Sorprende en el entablamento la presencia de cuatro impúdicas sirenas que, ingenuas, asolean sus nacientes senos, He aquí la presencia de la Edad Media que se combina con un arte indocristiano en la expresión de sus manos al revés.

El escudo franciscano no podía faltar con su respectivo cordón anudado, aunque aquí es menos ostentoso no obstante que comba la cornisa del entablamento para darse cabida. El vano del coro es muy carnoso con su movimiento de rombo en medio de grandes cortinas recorridas por acomedidos ángeles.

Sobre sendas peanas formadas por guardamalletas que nos recuerdan Jalpan, se encuentra la Inmaculada Concepción, preeminente advocación franciscana, y el patriarca señor San José.

El remate luce con relevancia al fundador Francisco de Asís, a quien acompaña dos ángeles músicos a la inspiración plateresca, y un gigantesco jarrón corona la movida cornisa que apunta al cielo.

Dos querubines sostienen las cortinas mientras que otros dos ángeles en posición sedente reciben el peso de la cornisa que se pliega. A ambos lados se representan pelícanos simbolizando a Cristo. Porque así como esta ave se abre el pecho para alimentar a sus crías, Cristo se sacrifica en la cruz para redimir a sus criaturas.

Al extremo derecho remata un monumental florón rampado por un león que juega con un escuincle, al igual que en san Javier Bac un gato está a la expectativa de un ratón. La presencia de un florido pináculo apunta al infinito y nítido cielo serrano, escenario impar de las puestas de sol.



Los Textos en cursiva son los originales de Emilio Quesada, tomados del libro La Sierra Escondida, las Misiones de Fray Junípero Serra, Gobierno del Estado de Querétaro, Secretaría de Desarrollo Económico, 1991.

1 comentario: