La ciudad de México es maravillosa, siempre lo he dicho: el mejor lugar que hay en toda la República es precisamente la capital del país. La variedad que allí se encuentra, en todos los campos, es tan grande que siempre llegamos a la conclusión de que lo que requerimos es de más tiempo. Muchas cosas han mejorado, a pesar de lo que se diga, la calidad del aire es mejor que aquella que reinaba en los ochentas, cuando viví allí. El sistema de transporte ha evolucionado mucho en algunos sectores y de la variedad de diversión, entretenimiento y cultura, ni que decir. Le faltan días a la semana para recorrer la enorme cantidad de museos que hay pero cinco días han sido suficientes. Nos vamos a Puebla.
El plan original que había trazado era el de llegar dos noches a Cholula para conocer ese lugar, así como recorrer el convento de Huejotzingo, el templo de Tonantzintla (que ya conozco) y llegar a Acatepec para sorprenderme aun más cuando vea su templo, que en fotos luce extraordinario, pero no. Estando en la central, esa afamada TAPO decido irme directo a la CAPU (creo es así como se llama a la central de autobuses poblana) para seguir rumbo a Tepeaca, sitio el cual me intriga mucho desde que supe que allí se había construido una réplica, a escala, de la Torre del Oro de Sevilla, así que llego al módulo de información y pregunto cuál es la línea de autobuses que sale para allá. Los AU, me dijeron. Llego a la taquilla, pago 19 pesos y en cosa de veinte minutos sale el camión que decía ir a Tepexi... ¿Qué no Tepeji está en Hidalgo? sí pero ese es del Río y con J, en cambio el poblano es con X y es Tepexi de Rodríguez.
Sale el camión con algunos asientos vacíos, cruza buena parte de la ciudad de Puebla, la menos favorecida. Va haciendo innumerables paradas y más y más gente sube. Es la hora de la salida de las escuelas, así que de pronto aquello era un buen montón de gente con las que viajaba. Autobuses en mal estado, esos que no se les puede abrir las ventanas pues están hechos para llevar el aire acondicionado enfriando el interior, solo que este, como seguramente no tenía gas, lo que aventaba era aire caliente, así que la pesadilla iniciaba. Lo bueno es que el recorrido a Tepeaca era de unos 40 minutos. Gente subía, gente bajaba, como que esta parte del valle central es una extensión de la ciudad de Puebla, eso que ahora conocemos por zona conurbada.
Cuando iba de México a Puebla cruzamos por Río Frío, siempre que paso por allí recuerdo cuanto disfruté la lectura del libro de Payno que lleva ese nombre, recuerdo que pasé tres meses leyendo todos los capítulos y como me fui familiarizando mucho con los personajes principales: Cecilia y Relumbrón, y de las escenas que describe el autor, especialmente esas de lagos y canales que conducían a a la ciudad de México. Alcancé a ver el Ixtaccihuátl, no del todo claro ya que había mucha bruma encima de él. Ahora que iba por el valle poblano se veía en toda su grandeza la Malinche, cruzamos el primer pueblo grande, Amozoc. Ahora si estábamos ya fuera de la capital poblana.
En alguna ocasión una amiga poblana me dijo que en Tepeaca se desarrollaban unos Tinaguis al modo tradicional en los cuales aun se realizaba el trueque, eso me pareció sumamente interesante. Luego leí algo del lugar, del convento que los franciscanos había levantado en el siglo XVI y que fue de los primeros en la región. Luego supe eso que comentaba de la Torre del Oro, mi interés se acrecentó aun más por conocer este sitio y al enterarme de la función de la picota. Luego, escudriñando el mapa supe que eran varios los conventos que se construyeron en ese siglo por el rumbo, así que Tepeaca sería el lugar ideal para quedarme.
En el camino comienzan a aparecer ciertas plantas industriales que me van diciendo que por acá las cosas giran en torno a la piedra. Plantas elaboradoras, o empacadoras, de cal. Una cementera de Cemex, bancos de mármol, de ónix. Todo indica que tendremos unas experiencias diferentes.
Todo se ve bien, a distancia, pues de cerca noto que hay mucha basura, basura por todos lados, las ya tradicionales bolsas de plástico volando por todos lados, los cerros de botellas pet y un escenario que, a pesar de ser un paisaje único, la basura es una constante y eso molesta a la vista...
Lo que vemos en la foto es un cerro de mármol o marmolina....
Una calera...
Venta de todo lo imaginable e inimaginable a lo largo del camino... y gente, mucha gente, por todos lados gente...
Son las tres de la tarde, llegué ya a Tepeaca y sí en efecto, allí está, acá le dicen "el Rollo", y, guardando las debidas proporciones, es muy parecida a la Torre del Oro de Sevilla... Tepeaca fue la segunda ciudad española fundada en México, en 1520; la torre no era otra cosa más que la picota, lugar en donde las penas para aquellos que habían contravenido a los reglamentos se les aplicaban.... de todo ello hablaremos a detalle más adelante.
La plaza principal es enorme. Aquí sí que respetaron las disposiciones de las ordenanzas en la traza de las ciudades, por enorme quiero decir unas cuatro veces el tamaño de los jardines principales de las ciudades del Bajío, incluido León, Guanajuato.
Y es en Tepeaca en donde se venera la imagen del Niño Doctor, la cual se encuentra en la Parroquia que es un templo bastante bello, ya te compartiré más adelante las fotografías que hice en su interior.
Y el templo del convento franciscano se encuentra en plena restauración en su pintura decorativa en la portada principal, tiene una serie de detalles sumamente hermosos. Igual, lo veremos a detalle más adelante, solo que, estando allí dentro, me pidieron dejara de tomar fotografías pues al Señor Cura local no le agrada que eso se haga.
Encuentro un hotel, a media cuadra de la enorme plaza principal, justo atrás de la que fuera la casa de Cortés, está en construcción, pero eso no me interesa mientras haya agua y el precio sea módico y sí, en efecto... encuentro justo lo que buscaba, aquí me quedaré.
Hace hambre.... unas enchiladas suizas.... sigo caminando por Tepeaca...
Aquí si que hay de donde escoger pelotas.
La capilla de la Tercera Orden, el acceso está restringido pues, me comentan, se realizan habitualmente Ejercicios Espirituales dentro del convento y usan la capilla para tal fin.
Todos los terrenos en rededor del convento fueron invadiéndolos poco a poco, alguien a quién le pregunté la razón me dijo que dudaba de que estuvieran escriturados, es una lástima pues el diseño del convento es particularmente bello, con detalles que no los hay en otras partes del país.
En realidad hay pocos vestigios de las antiguas construcciones, pero lo que sobrevive es bien interesante.
La que fuera la Colecturía del Diezmo, con gigantescas trojes, una de ellas en buen estado que usan como Casa de la Cultura, la otra en ruinas pero no menos interesante.
Un cerro, todo de mármol, a solo 10 metros de la última calle hacia el poniente en Tepeaca.
Y mira nada más con lo que topamos... con otra casa de las muchas que tuvo Hernán Cortés en México. Definitivamente estamos iniciando con pie derecho la visita a los valles centrales de Puebla.
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