Siendo originario de Salamanca, y nacido en una familia netamente salmantina, la tradición era, además de la cena y las consabidas posadas, montar un Nacimiento en casa. Y la costumbre marcaba no un Nacimiento en algún rincón o mesita, sino tener una habitación dedicada específicamente para colocar allí el Nacimiento, en mi caso, como era yo quien lo colocaba en casa, me fue asignada la habitación cuando tenía al rededor de 10 años. Y la habitación no se usaba para otra cosa a lo largo del año, solamente en Diciembre es que tomaba vida... y mucho olor.
Lo primero que entonces se requería para comenzar el montaje eran los llamados "palos" que serían utilizados para formar la cueva, sitio en el que, de acuerdo con la tradición franciscana sería el lugar del nacimiento de Jesús, se entendía que allí estaba el pesebre. El panorama que se ofrecía era muy distinto a donde los hechos ocurrieron pues Belén está en una zona próxima al desierto y la recreación que se hacía era la de un bosque en el que si algo abundaba era el verde. Lo que vemos en la imagen son los palos al natural, es decir, por allá arriba, en el Sierra de Codornices.
Los "palos" se iban aderezando con la llamada flor de peña y el paxtle. Se colocaban piedras, regularmente volcánicas pues por el sur de donde vivo es zona de volcanes extintos, se le agregaban algunos cactus y quedaba la escenografía para luego colocar las imágenes que eran de cera y algunas de barro, aquello representaba la Navidad y no se concebían las fechas y las celebraciones si no había un Nacimiento en casa.
Esa idea romántica la viví en la década de los sesenta y parte de los setenta, ahora, luego de que el tiempo ha pasado y la población ha crecido en todo el país y las costumbres han variado los Nacimientos más bien son ya prefabricado y toda la parafernalia de las festividades las veo más como depredación que como fiesta. La naturaleza en bosques de Michoacán, entre otros, son saqueados para de ahí obtener eso que durará, en el mejor de los casos un par de semanas tal vez tres para luego acabar en la basura.
Si contamos las varias toneladas de heno y demás que llegan a los mercados, digamos que en unas mil poblaciones, la cifra se vuelve aterradora... agreguemos los pinos que ya para el 2 o 3 de enero estarán en las calles, pues su función, de proporcionar "alegría" ha terminado.
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