El abanico que se abre con el Arte Urbano en cualquiera de sus expresiones bien sirve para engrandecer que para entorpecer un espacio. Igual ayuda a volver bello un espacio olvidado que ensuciar un espacio habitado. De pronto hay una creación colorida e interesante que una obsesiva expresión que solo quien lo pinto lo entiende. De pronto hay un respeto al espacio que todo se vuelve armónico que una violación a un patrimonio cultural que más bien es ofensivo, como el que vemos en la imagen.
Hay un límite, y cuando son expresiones bien artísticas que sirven para engalanar la zona, serán bien recibidas, pero hay otras que mejor sería evitarla. El caso es que el abanico está ya abierto y será cosa de ver hacia donde queremos voltear y admirar lo que valga la pena, lo demás, como tantas otras cosas en la enorme Ciudad de México, pasarán desapercibidas.
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