miércoles, 14 de agosto de 2019

Hermosa descripción de una hacienda mexicana de mitad del siglo XIX

   Encuentro esta relación de la Hacienda de la Noria entre San Juan del Río y Querétaro que creo es una de las más precisas que se hayan escrito, no tanto de la propia Noria, sino que nos da una clara idea de cómo eran regularmente las haciendas a mitad del siglo XIX en México. Creo es digna de leerse con mucha calma e imaginar cada cosa que menciona:

   La Noria, nuestra meta del día 20, es una de las haciendas más prósperas que hayamos encontrado. El hacendado era comunicativo y hablaba francés razonablemente bien. En la tarde nos mostró todos los edificios y graneros, informándonos ampliamente sobre la administración de estas granjas colosales. En todo el país, la casa principal –la hacienda- se construye aproximadamente según el mismo modelo. Es un gran edificio cuadrangular de piedra, frecuentemente fortificado y lleno de troneras, con las ventanas hacia el exterior protegidas con barrotes. Se puede entrar por una puerta de arco, y bajo el portal, a la derecha, generalmente se encuentra la “tienda y fonda”, propiedad del dueño, donde los indios de la hacienda están obligados a comprar todo lo que necesitan; de hecho, se les anima a incurrir en deudas, o a gastar en bebida el salario ganado con esfuerzo, de forma que el poco dinero que obtienen se devuelve al bolso de sus patrones. A la izquierda está la oficina del hacendado, donde lleva a cabo todas las transacciones de negocios y da órdenes a sus subordinados, casi sin entrometerse en lo que ocurre afuera, dejando su silla y extinguiendo su eterno papelito solo para tomar sus alimentos. 

   Más allá del portal se entra en un patio grande, que contiene el mejor alojamiento de la hacienda; en el centro probablemente haya una fuente bajo la sombra de un árbol y debajo de las verandas por lo general una profusión de flores y docenas de jaulas con aves de plumaje colorido que no cantan, y los menos hermosos ruiseñores, que observan todo e imitan incluso a los gatos y los clarines franceses. Pasando por este patio se entra en otro, y aquí hay establos para los animales más valiosos, los garañones, los caballos de monta, las mulas de carga, etcétera, porque sería peligroso dejarlos afuera a merced de los chinacos. Al lado, y formando parte del mismo bloque, siempre hay una capilla. Alrededor de la hacienda, pero a cierta distancia -por si fueran capturados y sirvieran de refugio a cualquier enemigo- están los graneros sitios de trillado, las bodegas y los corrales para el ganado y los caballos.

   Esta es el área principal, generalmente situada próxima al centro de la tierra que pertenece a la hacienda, que quizá comprenda 10, 15 o hasta más leguas cuadradas de tierra. Hay extensiones bastas de pastizales, donde manadas de vacas y caballos pacen libremente, están bajo el cuidado de los vaqueros que son responsables de que no se escapen y están encargados de lazarlos, marcarlos, etc. La propiedad entera está dividida en ranchos, o granjas pequeñas, bajo la dirección de los rancheros, que reciben un salario del propietario con porcentaje de las ganancias del rancho. El trabajo del campo lo hacen los peones, que, aunque no son exactamente esclavos, lo son en casi todo, menos en el nombre. Nacen viven y mueran en la pa propiedad sin ser jamás los dueños porque están invariablemente endeudados con la tienda y obligados continuamente a trabajar en pago de su deuda, cosa que no logran hacer con éxito a menudo. El trabajo doméstico lo hacen los mozos, cuyas condiciones son un poco mejores; a los sirvientes de la hacienda, que atienden a la familia del hacendado, se les llama criados. En suma, todo el asunto recuerda notablemente el sistema de castas entre los sirvientes en la India.

   Mientras el propietario de la hacienda administre personalmente su propiedad, todo va bien, pero rara vez sucede así; generalmente vive en la ciudad de México o en alguna de las ciudades grandes, y gasta cada peso que pueda obtener, dejando sus negocios a un mayordomo, quien, desde luego, llena su propio bolsillo por todos los medios posibles. 

   Hoy se oyen las quejas y lamentos de rancheros, peones y mozos pues serán ellos quienes, llegada la hora, tendrán que pagar las consecuencias.

Nota: eso que anota como "papelito" se refiere a un cigarro.

Fuente:

Elton, J.F. Con los franceses en México. Conaculta. México, 2005

2 comentarios:

  1. Me encantó imaginar la belleza y grandiosidad de las haciendas aunque el relato se ensombrece con la descripción de la cruel explotación que sufrieron nuestros indígenas y mestizos.

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