Hay algo que siendo niño me sucedió en algunas ocasiones, al igual que todo niño, que se tuerce el cuello, eso lo padecí, no puedo asegurar cuantas veces sucedió, pero fueron varias. Los dolores, ya los conocemos, son terribles, el mover la cabeza se vuelve un tormento y la solución en aquella época era esperar con paciencia a que llegara mi hermano mayor, de nombre Juan y el llevaba el remedio infalibe: sus calzones. Nunca supe el por qué, tampoco si esta práctica aplicaba también con mis otros heramanos, pero, cada que yo amanecía con esa dolencia el remedio infalible era, sin lugar a dudas, que llegara Juan, mi hermano, que se desvistiera y que me pasara sus calzones, mismos que me ponían en rededor del cuello. La duda aun la tengo, no se la razón por la cual es precisamente un Juan, mejor dicho, unos calzones de Juan los que se deben usar en estos casos, seguramente alguna lejana tradición que involucraba a San Juan fue la que dio origen, pero ¿Juan Bautista? ¿Juan Evangelista? ¿Juan Nepomuceno? ¿Cual de los tantos San Juanes habrá sido y por qué?
Pensando un poco en la iconografía pienso que, si a Juan Bautista se le representa con un cordero que en ocasiones lo trae puesto en el cuello, esa sea la razón por la cual, hace años, muchos años, esa idea de alivio invocando la presencia de San Juan Bautista justo, justo en las dolencias del cuello. Nota, el personaje de la fotografía, si bien no se llama Juan, igual nos ayuda a ilustrar la idea del calzón aunque este propiamente sea un calzón de baño.
Señor Bable,
ResponderEliminarQue tu computadora se alivie pronto. Estoy esperando tu blog nuevo del bicentenario.