martes, 18 de febrero de 2020

La embriaguez prehispánica.

  “La principal bebida alcohólica en todo el centro de México se obtenía del maguey, una planta grande de la especie del agave o planta del siglo, con pencas gruesas y carnosas.
   
   Es una planta perenne extremadamente resistente a la sequía y a las heladas. Desempeñó un papel importante en la vida y en la religión de los naturales debido a sus múltiples usos, y se describe muy detalladamente en muchas de las Relaciones geográficas. Junto con el maíz, constituía la base de la vida campesina en la época prehispánica y en los primeros tiempos de la Colonia. El jugo fermentado que se saca de su tronco, el pulque, era la bebida alcohólica con la que se embriagaba ordinariamente la gente, pero ese jugo rico en vitaminas era un importante complemento de la alimentación, que se podía tomar en lugar de agua en los meses del año en que no llovía y en las sequías que ocurrían periódicamente. Se consideraba que era un medicamento muy adecuado, en especial bueno para la diarrea y las enfermedades del estómago y el mejor medio para suministrar raíces y yerbas medicinales. Las pencas espinosas del maguey se usaban como alimento, como combustible y como material para hacer techos. Se prensaba para producir pitia y fibra, con las que se tejían sogas, cargadores, sandalias y sarapes. Sus aguadas espinas se usaban como agujas.

   El maguey requiere de ocho a diez años para llegar a la madurez (algo más en los lugares altos) y luego produce de sesenta a noventa galones de aguamiel para elaborar el pulque, dentro de un periodo de unos cuantos meses. Para extraer el aguamiel se cortan las pencas del tronco con un cuchillo afilado, después se rasca el hueco para recoger el aguamiel que se va acumulando. Dos veces al día, el tlachiquero recoge el aguamiel sorbiendo con un calabazo largo, con una perforación en cada extremo. El aguamiel se deposita en grandes tinas de cuero o madera y se le agrega la semilla para que fermente. Después de estar fermentado durante varios días se obtiene el pulque, liquido blanco y espumoso con un contenido alcohólico de aproximadamente 4%. También se cocina el aguamiel para que tenga la consistencia de aguamiel. Este extracto era objeto de comercio en el centro de México tanto antes como después de la Conquista. A fin de conservar sus propiedades embriagantes se agregaban al pulque diversas raíces y yerbas.

   Una de las sustancias de origen claramente prehispánico que se añadían al pulque era el cuapatle (corteza de la Acacia angustísimma); aunque la Corona había prohibido su uso en 1529, se le menciona como un aditivo ordinario en diversas Relaciones geográficas en el centro de México y en Oaxaca. Motolinía habla del Cuapatle u ocpatli como la “medicina” o “curación” producida por la fermentación del pulqe. En otras fuentes del siglo XVI se habla con mayor precisión que la corteza “da fuerza” al pulque y no de que cause su fermentación. Henry Bruman que estudió las zonas prehispánicas de embriaguez en México ha identificado el cuapatle como fuente de digitoxina, estimulante del corazón, lo que indudablemente determinaría que fuera más enérgico el efecto de la droga en la bebida.
 
  Tanto en el centro de México como en Oaxaca el pulque era la bebida embriagante ritual de mayor importancia. Se creía que había sido inventada por los dioses y que su uso estaba destinado de preferencia al servicio de ellos. Una estrecha asociación entre el pulque del maguey, la fertilidad y la agricultura en las religiones prehispánicas del centro de México nos sugiere la importancia de Mayahuel, la diosa del pulque, que aparece en el Códice Vaticano A en forma de la madre tierra con cuatrocientos pechos y cuyo tocado en el Códice Borgia mixteco parece relacionarla con Tlaloc, dios de la lluvia y punto focal de la religión campesina. La asociación del pulque con la divinidad femenina se repite en la época colonial con la Virgen de Guadalupe, que fue proclamada como la madre del maguey y con la Virgen de los Remedio, cuya imagen encontró un cacique cristiano dibujada en una penca de maguey.

   Los informes que existen acerca de las grandes extensiones de terreno destinadas al cultivo del maguey y de los muy considerables impuestos que se cobraban, y que generalmente indican el comercio del pulque hacen pensar en que la bebida alcanzaba un nivel muy alto en la época de la Conquista. El cultivo del maguey y la producción de pulque se concentraban en los distritos de Cuautitlán, Apam y Tula; y al noreste de la ciudad de México en los actuales estados de México e Hidalgo que entonces eran igualmente el centro de una industria en expansión durante la época colonial. Las leyendas acerca del origen del pulque indican que la fermentación del jugo del maguey se practicaba ya varios siglos antes de la llegada de los europeos entre los indios otomíes de Hidalgo. El Códice Mendocina señala que nueve poblaciones de los estados de México y de Hidalgo producían miel de maguey como tributo para el señorío de Tenochtitlán en los tiempos de la Conquista. Otra comunidad, Aoxcopan, y dos pueblos vecinos entregaban cada año como tributo alrededor de veintidós mil quinientos litros de pulque. Las Relaciones Geográficas proporcionan igualmente prueba de la producción con anterioridad a los españoles. El informe de Atitalaquia, que cubre una parte del distrito de Tula en la región sur del estado de Hidalgo, menciona que la población prehispánica se había diseminado a fin de que los miembros de las comunidades pudieran atender sus magueyales. La Relación geográfica de Tepeapulco, ubicada en los llanos de Apam en la parte sudeste de Hidalgo hace un comentario acerca de la cantidad tan grande de estas plantas (magueyes) que hay en la provincia, lo que viene a repetir la observación de Bernal Díaz del Castillo de que había muy grandes zonas de maguey en la región central de México en la época de la Conquista. La iglesia de Tepeapulco, construida entre los años 1530-1540, utiliza mucho el maguey como motivo decorativo en las columnas talladas y en las pinturas, lo que constituye prueba evidente de la importancia que tenía para la gente de la localidad al comenzar el siglo XVI y el enfoque sincrético de lso primitivos misioneros hacia la conversión religiosa.

   La posición de Cuautitlán en la producción prehispánica del pulque en el valle de México se muestra por su manufactura de “tazones toltecas de pulque” y de grandes vasijas para transportar líquidos.

   La restricción de la embriaguez por parte de los naturales nobles o por lo menos la reglamentación de la embriaguez en público parece haber sido lo que disponía la ley, aunque no necesariamente lo que en realidad se hacía en las provincias tributarias de la Triple Alianza y en Oaxaca. La embriaguez periódica como rito estaba limitada a la nobleza e iba acompañada de enérgicos castigos, muerte, azotes, o humillación en público para los plebeyos que se embriagaban (exceptuándose a los viejos y a los enfermos), así como para los nobles que eran ebrios consuetudinarios, lo cual se demuestra por diversas relaciones geográficas, por el Códice Mendocino, por el Proceso de Ocuituco y por un primer juicio civil promovido contra el cacique de Tlacolula (Oaxaca). Los severos castigos a los plebeyos que se embriagaban y los permisos especiales para beber que se concedían a los militares son sin embargo evidente, sobre todo en el centro del reino azteca y cerca del valle de México. El único ejemplo claro de pena capital por embriaguez en otras zonas fuera de esta región fue su aplicación a los sacerdotes de Malinaltepec (en el sureste de Guerrero) que tenían prohibido beber durante sus siete años de servicios.

   La idea de que solo a los viejos y a los enfermos se les permitía beber con regularidad parece originada en el códice mendocino primitivo manuscrito pictórico de la colonia en el que se consignan las “leyes de los señores de México”, que provienen igualmente de la capital azteca. Otras fuentes de información más recientes, tales como Zorita, Mendieta, Kim, Wall y Guerra, no proporcionan pruebas de que esta regla sea aplicara fura del reino azteca, y parece que se apoyan en el Códice Mendocino.

La embriaguez grupal del pueblo en los poblados prehispánicos puede no haber sido excepcional. Existen pruebas de embriaguez general y de leves acciones por la violación de normas relacionadas con la bebida por lo menos en cinco comunidades de Oaxaca, y tal vez igualmente en el estado de México, en la periferia del domino de los aztecas. Los ejemplos que aparecen en las relaciones Geográficas y en los primeros procesos de la inquisición hacen pensar en que las pautas más comunes de la embriaguez colectivas para los hombres y las mujeres en Mesoamérica se limitaban a las ocasiones rituales de la comunidad, asociados con los dioses principales con el calendario agrícola y con los puntos de referencia en el ciclo vital de los naturales nobles: una vez al año en el caso de Meztitlán (Hidalgo), dos veces al año en Usila (Oaxaca) cuatro veces al año en Chinantla (Oaxaca), y con mayor frecuencia –cada veinte días- en Teotitlán del Camino, (Oaxaca) y Acolma (México). Aunque no son muy claras acerca de la frecuencia de la embriaguez colectiva, ocho Relaciones geográficas del obispado de Oaxaca describen festividades religiosas de ídolos paganos acompañadas de embriaguez popular y baile. Fray Jacinto de la Serna, cura párroco del valle de Toluca (México) hacía la descripción de diez y seis fiestas móviles en varias de las cuales se incluía la embriaguez popular. La embriaguez popular se producía al levantase las cosechas y en las ceremonias relacionadas con la lluvia, en los nacimientos, matrimonio, entierros y en los ritos guerreros de iniciación, así como en las fiestas dedicadas a los dioses particulares. Las festividades acompañadas de embriaguez eran algo que se prolongaba mucho, pues duraban muchos días. En estas ocasiones rituales algunas veces se arrojaba pulque sobre las llamas como ofrenda a los dioses, y al mismo tiempo era ingerido por los fieles.

   No debe sorprendernos que encontremos con anterioridad a la conquista diversas pautas de embriaguez. Las que quedan demostradas documental mente se dividen, no obstante, en dos tipos principales: la embriaguez exclusiva de la nobleza, imponiéndose severas sanciones a los infractores; y la embriaguez popular en las ocasiones rituales con castigos más leves para las violaciones. Estos dos tipos se ajustan a una división general por regiones. Las pautas ideales de bebidas suntuarias por parte de la nobleza con estrictas disposiciones contra la embriaguez, ocurren generalmente en las comunidades sometidas por los grandes señores, particularmente las que estaban dentro o cerca del valle de México, bajo control administrativo directo de la Triple Alianza. Las ceremonias rituales religiosas acompañadas de la bebida en esta región parecen haber estado restringidas a un grupo selecto de nobles o por lo menos el empleo ritual de la bebida estaba sujeto a la decisión de la nobleza. De las comunidades a las que se refieren las Relaciones geográficas, la embriaguez en masa era más común fuera de la zona sujeta al control de una élite guerrera firmemente apoyada y quizá corresponde a una vieja pauta del centro de México que los aztecas estaban tratando de suprimir por medio de la asociación con los ritos que aseguraban la inviolabilidad de la comunidad local. Oaxaca proporciona una cantidad de demostraciones notablemente mayor que el centro de México sobre la embriaguez popular en los tiempos de la Conquista. Dentro de la región central de México, la embriaguez popular era aparentemente más común en las parcialidades independiente o bien en las que pagaban tributos a la Triple Alianza, pero que no estaban bajo el gobierno de Tenochtitlán, como Mestitlán (Hidalgo) o Totolapa y Acolman (México).

  En estas localidades, los ritos religiosos y la embriaguez periódica eran la característica sobresaliente. Los ritos (expresión simbólica y formal de los valores, actitudes y expectativas) dejaban penetrar el consumo del alcohol al mismo tiempo que este, junto con una visión de la insignificancia human frente a la personificación de la naturaleza; invadían la vida prehispánica en general. Incluso los aztecas, que intentaban establecer estrictos controles suntuarios sobre la bebida, no eran antiguos prohibicionistas y no consideraban los efectos físicos del alcohol de una manera uniformemente negativa. Sahagún dice que los aztecas llamaban al pulque Cenzontochtli, o sea “cuatrocientos conejos”, por la infinita variedad de efectos que producen en la conducta de los que beben. El pulque, por tanto, ya era una bebida importante desde antes de la conquista en las regiones a que nos referimos: no realmente una bebida prohibida, sino un líquido poderoso y casi sagrado, que tenía efectos imprevisibles y en general estaba bajo control de las reglas relativas a su uso ritual y periódico.


Fuente:

Taylor, William. Embriaguez, homicidio y rebelión en las poblaciones coloniales mexicanas. FCE. México, 1987, pp. 52-58


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