lunes, 23 de diciembre de 2019

La cartera roja. Un cuento de Noche Buena.

  La literatura del siglo XIX giraba en torno al romanticismo. Dista mucho el concepto que actualmente tenemos del ser romántico, pues en aquellos tiempos, lo meloso sería lo menos que podríamos encontrar, ni que decir de lo que ahora bien catalogamos como cursi pero que, entonces era el modo de ver y sentir las cosas.

   El romanticismo fue (creo yo) el eje en que giró la novela costumbrista mexicana, la cual me gusta mucho no por su empalagamiento, que me llega a desagradar, sino por los relatos tan detallados en ocasiones [recordemos que no había fotografía, mucho menos video y los escritores debían desarrollar al máximo cada escena, cada escenografía], y lo que encuentro en el empalagamiento es la referencia a las costumbres y al modo de hacer las cosas en aquellos cada vez más lejanos tiempos. Vamos a ello:

  Hará poco más ó menos un año, que vagando al ocaso por estas calles de mi ciudad nativa, me encontré cerca de la media noche sobre las frías baldosas de una acera, una carterita de piel rusa que me pareció á primera vista y al blanco fulgor de la clara luz de la luna, un manchón de sangre.
La recogí con curiosidad y la hubiera registrado desde luego, si no me distraen tan á tiempo los cantos dulcísimos de una posada que son, para mi espíritu soñador, cautivadores y gratos por encerrar en sus armonías el más rico de los tesoros: todos los recuerdos de la infancia!

  Habladle á cualquiera mexicano, si es como yo, hijo legítimo de la capital de la República, de aquellos tiempos en que la plaza de la Constitución como hoy la llamamos ó de Armas como la llamaron nuestros padres, se poblaba en los días de Diciembre de vendedores de heno y de lama, parásitas traídas del bosque secular de Chapultepec, frescas, olorosas y matizadas con esas flores de hojas carnosas, de color de sangre, largas y puntiagudas que llamamos flores de Noche Buena. Habladnos de aquellas barracas de tejamanil y manta en que surgían el portalito de algodón y clara de huevo con polvo de plata; los santos peregrinos con su San José de capa amarilla y túnica verde, su Virgen de clámide azul y veste guinda, el buey y la mula y entre ellos sobre un haz de paja el niño Dios, de ojos pardos y mejillas de escarlata medio cubierto por la escarcha figurada con hilos de plata.

   Habladnos de aquellos pastores de ancho y amarillo sombrero; un Bato que recibe de una Gila de barro, la olla de migas, tal como aparecían en las pastorelas de Osorno que se representaban en el teatro de Nuevo México que ya no existe pues hoy está convertido en herrería; un Brascon su flauta primitiva en una mano y un ramo de rosas en la otra; un lago figurado con un pedazo de espejo y los cisnes nadando en él con sus picos pintados de almagre; un cometa de estaño con su larga cola de tres puntas; un Sol y una Luna, también de estaño, con ojos, narices y boca; unas estrellas y unos reyes magos que ya no los fabrican como entonces; una colación de grandes confites azules y colorados; habladnos de lodo esto á los que ya peinamos canas y nos daréis un baño en la misterios afluente de Juvencio; nos trasportaréis por encanto á unos días que se han ido para no volver nunca; nos haréis ver como si existiera aquel nacimiento alumbrad o con velas verde s y rojas; sentiremos la caricia de nuestros compañeros, hoy convertidos en polvo, veremos á nuestros compañeros de colegio, amigos íntimos que nos acompañaban noche por noche á cantar el «ora pro nobis» de la letanía en la devoción casera y por último, nos haréis sentir el beso celestial de nuestra madre que al dormirnos nos decía: anda, duerme, ya es mu y tarde, mañana la posada le toca á tu hermano y si no vas temprano á la Escuela no te dará tu alcatraz con fleco de oro. 

   »¡Oh mes de Diciembre sembrado de recuerdos sin mancha! ¡Oh noches invernales en que dimos la primera carta á nuestra primera novia, sintiendo en nuestro corazón la verdad de aquella aleluya que cantábamos al entrar los peregrinos á tomar posada:  « Ábranse las puertas rómpanse los velos que viene á posar el rey de los cielos! ..

   ¡Oh luna serena, límpida y clara, que nos bañabas con tus pálidos rayos cuando en nuestra frente en vez del remordimiento sólo vagaba la rizada guedeja de nuestros oscuros y sedosos cabellos! ¡Oh cantos tiernos que encerráis en vuestra monotonía la más arrulladora música de cuantas resuenan en nuestros cansados oídos! ¿Cómo no amar todo esto? Dicen que Boadbil en su destierro buscaba los parajes más altos para divisar á Granada; así yo en los días de Diciembre, vago sin rumbo por las calles, me detengo arrebujad  en mi capa, en cada puerta donde hay posadas, recojo con avidez los ecos de las aleluyas y de la letanía, espío á los traviesos chicuelos que devorando cacahuates y tejocotes, escoltan á los peregrinos y en frente de todo esto cierro los ojos y miro los días pasados llenos de inefable ternura olvidando que hay en mi derredor muchas tumbas ó que pasan junto de mí convertidos ya en señores de posición y rango, aquellos niños que deletrearon el silabario al mismo tiempo que yo y que hoy, algunos ricos, otros renombrados, otros en desgracia, ya no tienen como YO tampoco tengo aquellos seres buenos que los llevaron de la mano, seguidos de un criado que cargaba el inmenso canasto, á comprar en la plaza todo lo necesario para el nacimiento.

   Meditando en tan dulces recuerdos; no registré la cartera; pero acabaron los cantos, me fui á mi solitaria alcoba; allí examiné el objeto encontrado al ocaso y en el librito de hojas pequeñas que contenía, leí algo que me pareció interesante.

   Lo escrito no estaba firmado; lo acompañaban unas violetas secas atadas con una hebra de seda color de rosa y un billete de la lotería que por su fecha y la advertencia en él impresa se conocía que había caducado. La breve historieta escrita, no ha necesitado corrección alguna: acusaba estar hecha por una mano femenina, algo nerviosa; pues había rasgos que culebreaban y se había echado en olvido la acentuación ortográfica que hoy prescribe la Academia.

   ¿Qué dirá esto? Me dije al ver la primera hojilla llena de menudas letras, pero á medida que fui leyendo me entró vivo deseo de conocer a la autora. ¡Vano intento! todavía no sé quién es ella, si vive o muere si es feliz ó infortunada, pero contando con que la dará su indulgencia el lector, me decido á publicar lo que ella escribió, acaso sin imaginarse que nunca iría á la imprenta ni á las columnas de un periódico, que si ella lo lee porque los periódicos van á todas las manos que me dispense y me perdone, en gracia siquiera de que de que he tomado sus apuntes para que sea un sano entretenimiento en los hermosos días de la Navidad. En esta época que es para todos simpática e interesante y en la que todos recordamos el villancico español que canta el pueblo de Madrid al son de los panderos y de las zampoñas…

„ La Noche Buena se viene
La Noche Buena se va
y nosotros nos iremos
y no volveremos más !

  En el diminuto libro de la cartera de piel rusa, decía lo siguiente, que transcribo al pie de la letra: 

Día 16.- Hoy comenzaron las posadas. Mi madre me llevó a comprar los peregrinos y después ella misma los arregló en las andas, con heno, y con ramas de pino. Vinieron a acompañarme muchas amiguitas y Lola, la que más me quiere, cantó la letanía y los versos para pedir la posada. Acabamos cerca de las once. ¡Qué noche tan linda! ¡Con cuánta tristeza he visto apagarse los farolillos de colores del corredor. Mañana le tocará la posad a á mi primo Antonio.
Día 20. — Nuestras posadas siguen más bonitas en cada noche. Mamá no quiere que me desvele ni que converse mucho en la sala, porque m e está preparando para hacer mi primera comunión en la Pascua de Navidad. ¡Qué hermoso será recibir á Dios en ese día! ¿Por qué no vuela el tiempo?
Día 25. — Hoy he hecho mi primer a comunión. Siento que está Dios en mi pensamiento, en mi corazón, en mi sangre. Me muriera yo en esta hora. ¡Oh qué suprema felicidad! ¡Qué hermoso viaje! De la tierra al cielo no ha de haber más que luz mucha luz mi madre está loca de alegría, mis hermanos me envidian noblemente. Ellos todavía no han comulgado. Hasta el chocolate me ha sabido á gloria! El «nacimiento» que pusimos en casa tiene un niño Jesús muy hermoso; sus ojos parece que me ven y que sonríen. Me han hecho muchos regalos.
Día 26. — (dos años después.) ¡Hoy lo he conocido. Dentro de quince días hará dos años que comulgué. -Nunca había vuelto á sentir un a impresión tan extraña. - ¿Dicen que no se habla sin palabras. Nunca he oído su voz y sin embargo todo me lo ha dicho con los ojos. ¿Para qué me miraría así? Estoy muy intranquila, lo único que sé es que si no vuelve á verme me morir é de angustia. ¿Por qué nací mujer? Si yo fuera hombre y él fuera mujer, moiría detrás de sus pasos por todas partes. Si mi madre lo hubiera invitado á las posadas de casa! — Parece que tiene un genio muy corto. Lo hubiera yo encontrado antes de las fiestas, habría sido la más feliz de las mujeres. La Noche Buena no ha estado tan alegre como en otros años, Quiera la Virgen que la del año entrante sea como yo la ambiciono!
Día 10. -Debe de ser muy bueno, sí, muy bueno. Ha temblado mucho al darme la primera carta y e dijo que no tenía inconveniente en que lo supiera mi madre. Ya se lo dije y la pobrecita lloró y dándome un beso me dijo: ¿tú lo quieres? Yo bajé los ojos avergonzada y mi madre agregó: ¡Ya me figuraba yo que lo querías mucho! Y no ha mentido, lo quiero mucho más… no… tanto como a mi madre, esto es amar mucho ¿no es verdad?
Día 3.- Hace cerca de dos meses que nos conocimos y ya no puedo contenerme, ya le dije que sí lo quiero me dio vergüenza decir que lo amo. Mañana vendrá su padre á pedir mi mano !Mamá está inconsolable ¡pobrecita! pero si llego á casarme con él no la dejaré nunca... no... ¡es tan buena!
Día 4. — Hoy Vino mi futuro padre político. Es un señor muy grave. Al conocerme me tendió la mano diciéndome: ¿cómo va, señorita? - Al despedirse me dijo «adiós, hija mía». - Soy la más dichosa de las mujeres - Mi madre al oírlo lo miró con celos.
Día 2 — En dos meses se han llevado á cabo todas, sus promesas. La casa ya está puesta y ya fui con mi madre y con el á verla. Es muy sencilla, domina en todo el color azul y el blanco. Dice que son símbolos de su felicidad y de mi pureza. A mediados del mes de Enero, del año entrante nos uniremos para ya no separarnos jamás. Todas mis compañeras del colegio me han  ofrecido asistir á mi boda que hemos decidido se efectúe en santa Brígida. Dice mi padrino que él me regalará el devocionario blanco que he de llevar á la iglesia.
Día 22. — ¡Dios mío ¡está muy enfermo, muy grave un ataque del corazón lo tiene postrado en cama desde antes de ayer. Hoy iré con mi madre á velarlo; no quiere que me aparte yo de su mirada.
Día 24.- ¡Ya! ¡Qué desgraciada soy!... Parece de cera; tengo en mis labios el frío de su rostro… ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿en qué te he ofendido tanto que me castigas así? quiero morirme yo también. !Y hoy es Noche Buena! ¿Noche Buena? ¿Cómo ha de ser Buena, Dios mío? Yo me vuelvo loca.
Día 26 — ¡Hace un año hoy! ¡Un siglo, un siglo inmenso! He comprado un billete de la lotería y si sale premiado yo le haré su monumento así como he cultivado el jardincito que tiene su sepulcro De ese jardincito corté estas violetas que han de tener algo suyo. Si hubiera vivido ¡ay! ahora ya tendríamos más felicidad ¡pobrecito!

   Aquí acababan los apuntes, manchados por algo como gotas de agua, sin duda fueron lágrimas. ¿De quién ser á esto? me dije hundido en las más amargas reflexiones. La muerte es siempre, como la llama el Duque Job: ¡la traidora!

   Si la persona á quien pertenece esta cartera, vive y quiere recogerla, yo la guardo como una reliquia y se la devolveré religiosamente. Todas las historias del corazón interesan á los seres que tuvimos la desgracia de nacer sensibles!  


Fuente:

Peza, Juan de Dios. De la gaveta íntima. Memorias, reliquias y retratos. Librería de la viuda de Bouret. México, 1900. pp. 317-323

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