sábado, 6 de abril de 2013

Mérida, la ciudad blanca que tiene mucho color.

   Quienes llegamos a Mérida luego desde cientos de kilómetros de distancia venimos con la idea de que encontraremos, como reza su eslogan, una ciudad blanca. Lo interpretamos de forma literal y pensamos que, debido al calor que impera en la región se decidieron pintar los edificios en color blanco para evitar la absorción de rayos solares, eso es un grave error, lo blanco de Mérida se da en varias versiones que van de un extremo al otro, uno de ellas, la más usada es que el Adelantado Montejo, cuando vio que todos los edificios construidos por la mayas en las inmediaciones del sitio elegido para fundar la ciudad española eran de color blanco (esto debido a la piedra caliza que es la única de la región), recordó que en la Mérida española, la Emérita Augusta fundada por los romanos, sus templos y palacios eran de mármol blanco.

   La otra versión, mucho más radical, dice que siendo la Mérida mexicana una ciudad cerrada que contaba con siete puertas, mismas que se cerraban en la noche, protegían a los blancos que allí vivían... por eso la derivación del mote de "ciudad blanca". No sé cual será la verdadera razón de nombrar así la ciudad, lo que sí acabo de comprobar es que si algo hay en Mérida es el color, eso lo vamos viendo en cada esquina, en cada casa, por cada calle; un engolosinado gusto por darle un tono distinto a cada edificación. 

   Quienes viven aquí están tan acostumbrados a ese encuentro de coloraciones que difícilmente vemos en otras partes de México, esa afortunada osadía de darle color a las casas y a los edificios públicos que vuelven los paseos por las calles de Mérida una muestra de que, cuando uno se atreve a usar las más audaces combinaciones crómaticas, los resultados son solo uno: una ciudad hermosa.

































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