Sin lugar a dudas, la ciudad que más carácter y personalidad tiene México es Mérida.

   En este andar por los caminos de México, que me obliga ahora a cargar computadora al hombro y ya no mochila, llego a Mérida. Estoy sorprendido por ver la ciudad que conocí hace más de veinte años en su enorme cambio y, digamos, desparramiento hacia los cuatro rumbos. El clima sigue siendo como lo ha sido desde que comenzó este 2013 extraño. Frío cuando no debería ser. Lluvia cuando no debería haber. Calor cuando todo mundo (especialmente en las costas) espera ponerse un suéter. En pocas palabras: patas pa'rriba, algo que en la lengua de Shakespeare se dice "up side down".

    Cuando me aproximaba a la ciudad que dicen ser la "blanca" había una gran tormenta, incluso con rayos. Cuando terminó y nos bajamos de la temperatura adecuada de un autobús climatizado, de inmediato el golpe de calor fue intenso pues, el cielo estaba ya despejado en su totalidad y la evaporación era tal que el clima era de esos catalogados como insoportables, pero en la noche la bondad de la naturaleza fue tal que nos obligó a apagar aires acondicionados y ventiladores y a dormir arrullados con la sinfonía que la selva baja del Yucatán produce por estos rumbos norte de la ciudad en donde me estoy quedando.

   La ciudad sigue siendo enigmática como en 1904, año en que fueron tomadas estas fotografías por el lente de Gómez Rul. Me da la sensación que la ciudad, desde entonces no era blanca, como lo podemos advertir en las tomas, pero era, desde entonces, única. Hoy lo comprobé al caminar por las calles del Centro Histórico, que son las mismas de estas tomas de época. Apenas 24 horas de estar aquí y sentirme abrazado por una ciudad que si algo tiene es personalidad y carácter. Algo me dice que serán muchos días en los que el único tema a tratar es el de la Mérida de Yucatán.