Una de las cosas que me intrigaba más cuando Cancún estaba en formación y éramos apenas unos diez o doce mil los que vivíamos en esta ciudad y la selva era tupida ya que sólo se habían desmontado las Supermanzanas que formaban la traza original, por lo tanto, al caminar aparecían por todos lados los árboles de chicozapote que eran fáciles de reconocer por las heridas que presentaban pues por ahí bajaba su sabia, esa goma que no era otra cosa más que lo que conocemos como chicle. Justo eso blanco que se aprecia en la fotografía es el chicle.
Pensaba que los árboles crecían así, con esas incisiones transversales que forman rombos. Los veía por todos lados. Conocí luego a una chica, que venía de Chetumal y me contó que eso era en lo que mucha gente trabajaba por acá antes de que el turismo hiciera su irrupción. Que incluso muchas de las grandes fortunas que se hicieron en Chetumal y Cozumel habían sido por la explotación del chicle. Pocos años después de que tuve esa plática y con el crecimiento que hubo en Cancún, era más difícil encontrar árboles y más aun esos que guardaban la marca del tiempo en que el latex que manaba de los árboles eran la riqueza principal de Quintana Roo.
Ahora que estoy de vuelta en Cancún, mi interés es otro, vengo como turista pero más que eso, quiero averiguar que sucedió en esta parte de México cuando la resina que salía de las selvas quintanarooenses producía, entre otras cosas, tranquilidad a los soldados norteamericanos que estaban en el frente de guerra. Me entero ahora que bien podemos considerar a uno de los héroes-villanos de nuestra historia, como el que -sin quererlo ni pensarlo- introdujo al mundo la costumbre de mascar chicle: Antonio López de Santa Anna. Esto que vemos en la toma es el camino por donde iba el tendido del ferrocarril de vía angosta, el Decauville, por el ya extinto campo chiclero de Central Vallarta, municipio de Cancún, Quintana Roo.
En el mural que hace tiempo se pintó en la pared trasera del edificio del Ayuntamiento de Cancún se encuentra plasmado el recuerdo de lo que fuera esta región antes de que se convirtiera en la zona turística más importante de nuestro país. En él vemos a un chiclero en el momento de marcar los tajos en el tronco de un chico zapote, abajo se alcanza a notar la bolsa en donde la resina se iba depositando. Y continuamos este recorrido a unos setenta kilómetros al sur-oeste de Cancún, por la carretera estatal llamada "Ruta de los Cenotes", allí veremos los restos de lo que fuera el campo chiclero de nombre Central Vallarta.
"Para la década de 1880 se llamó la atención sobre esa nueva actividad, tan importante que el gobernador (de Campeche) Joaquín Keerlengand advirtió al Congreso local de la necesidad de dictar disposiciones convenientes para desarrollar la industria chiclera que había surgido en el partido del Carmen. Reflexión tardía, como había sucedido con otros recursos de la pródiga naturaleza, pues los mayas conocieron y masticaron el chicle porque, además de producir mayor salivación, serví apara limpiar los dientes. Lo nombraron sicté, y al árbol Yaa.
"En cuanto a los primeros pasos para su industrialización, refiere Federico Heuler, que en uno de sus numerosos destierros, el dictador Antonio López de Santa Anna se fue a radicar a Nueva York, donde entabló amistado con el señor James Adams, al que le llamó la atención observar que el general masticaba un pequeño objeto elástico de color pardo y que desprendía en pequeños trozos de una pasta mayor. Cuando Santa Anna regresó a México le dejó al señor Adams el producto. El estadounidense tuvo la idea de agregar al chicle color y sabor, con lo que inició el consumo de la goma de mascar, que fue con el tiempo una industria valuada en millones de dólares.
"La zona principal donde crece el árbol conocido con el nombre de chico zapote está precisamente en Campeche y Quintana Roo. El chicle era recuperado por incisiones hechas en la corteza del árbol -que crecía de manera silvestre- y después era sujeto a un proceso de cocción; el árbol requería de abundante lluvia. En 1930 se calculó que la extensión de terreno explotable era de 2'360.346 hectáreas. Fue en el estado de Veracruz donde por primera vez se extrajo el producto, por lo que no es extraño que Santa Anna, originario de aquella región, lo acostumbrara". (1)
"La República mexicana fue hasta 1964 el principal productor de chicle en el mundo. Una vez que la capacidad productiva de los bosques de chico zapote en el estado de Veracruz disminuyó, con la extensa explotación de que fueron objeto, y alentados por la vida política de colonización extranjera promovida por Porfirio Díaz, las compañías norteamericanas tomaron por asalto los bosques tropicales del sureste de México. Así en 1940, las zonas productoras más importantes serán: el estado de Campeche (aportando el 52% a la producción nacional), Quintana Roo, (con el 44%) y en pequeña escala los estados de Morelos, Jalisco y Michoacán, en donde también había árboles de zapote, pero ahí se cultivaban con el objeto de obtener el fruto (chico zapote), el cual en aquellas épocas tuvo gran demanda comercial. En cambio, en los bosques del sureste, éste árbol crece de manera silvestre en terrenos cuya altura no excede de 1000 metros sobre el nivel del mar, y en donde la precipitación pluvial es muy alta, de 900 mm a 2000, anuales ya que la lluvia es una condición necesaria e indispensable para la producción de la resina chiclera.
"Para 1940 se calculaba que la superficie total aproximada del estado de Quintana Roo era de 4'169,064 hectáreas, de las cuales 2'500,000 estaban ocupadas por bosques en donde abundaba el chico zapote, caoba y cedro. El 80% de la producción mundial de chicle es obtenido de nuestro país, y como rasgo sobresaliente es importante remarcar que, a partir de la época en que se inicia la explotación chiclera, la producción desciende notablemente, tal es el caso de 1917 y el periodo comprendido entre los años 1932, 1933 y 1934. Esto se debió, en algunos casos, a que las condiciones políticas del país no fueron tan favorables para el desarrollo normal de los trabajos, o bien hubo problemas entre autoridades y productores, y en otros, a las condiciones climatológicas. No obstante percibimos que de 1925 a 1930 hay un aumento en la producción que oscila entre el 27% y hasta un 33% con respecto a la producción de los años anteriores.
"Por lo que se refiere al estado de Quintana Roo se puede dividir en tres zonas productoras: La zona norte, de donde se trasladaba el chicle al puerto de Cozumel. También salía hacia Tizimín y Valladolid en Yucatán. La zona centro, el chicle se concentraba en Carrillo Puerto para luego ser transportado a Vigía Chico y Cozumel en Quintana Roo y Peto en Yucatán. La zona sur, que limita con el río Hondo -frontera México-Belice- el cual se utilizaba para llevar el chicle hasta Chetumal y Belice.
"El 95% de la producción chiclera se exportaba a los Estados Unidos y solo el restante 5% se quedaba en México para abastecer la incipiente industria 'nacional'. El producto se embarcaba en los puertos mexicanos ya citados y era llevado hasta Nueva York y en algunas ocasiones a Nueva Orleans. Esta tendencia en el aumento del kilo de chicle estuvo determinada por la situación de guerra reinante en la época, ya que el principal consumidor de goma de mascar fue el departamento de Defensa norteamericano. El chicle representó en ese momento interés por parte de la industria militar norteamericana y a que "el chicle es un pegamento magnífico en las operaciones de moldeo para la fundición de piezas, por lo que pronto será considerado como materia bélica o estratégica".
"Lo cierto es que los soldados norteamericanos lo usaron mucho como relajante nervioso y fueron ellos quien introdujeron este hábito entre los soldados europeos. También fue empleado con fines medicinales para la preparación de medicamentos tales como laxantes, aspirinas, mentol, orozuz, etc." (2)
Todas las fotografías que estas ahora viendo las tomé en lo poco que queda del campo chiclero de Central Vallarta, en la selva baja de Quintana Roo.
Fuentes:
1.- Sierra, Carlos Justo. Breve historia de Campeche. El Colegio de México FCE. México 1998
2.- Ponce Jiménez, Martha Patricia. La montaña chiclera: Campeche vida cotidiana y trabajo (1900-1950). Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. México, 1990.
Excelente articulo, te felicito... voy a compartirlo en mi pagina www.rutadeloscenotes.info
ResponderEliminarMe gusto mucho tu nota.
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