Íbamos aproximándonos al pueblo de Tlalpujahua y pocos kilómetros antes de llegar alcancé a ver por la ventanilla del camión la parte trasera de un templo que se veía viejo, el camino sinuoso tenía una curva muy pronunciada que al minuto nos puso en la entrada a ese sitio en donde se veía el templo, todo indicaba que la fiesta del santo acababa de pasar pues estaba profusamente adornado, se veía una camino que subía una loca y todo estaba cubierto con tiras de papel, me puedo imaginar lo que eso era el mero día de la fiesta.
Toda la región, desde que se va cruzando el valle de Maravatío, comienza a cubrirse con bosque de pinos, el ambiente se vuelve del tipo bucólico, por lo tanto ideal para ir a caminar en busca de este templo que se antoja interesante. Llego al pueblo de Tlalpujahua, me instalo, como, pregunto datos, averiguo cual es el nombre de ese templo que alcancé a ver a lo lejos: es el del Señor de los Zapateros, me dijeron, así que lo dejo para que, una vez recuperadas las fuerzas, ir para allá.
Un par de días luego me encuentro ya en camino, salgo por donde está el monumento al barretonero, me dicen que "está bien lejos para caminarlo" pero como ya se que las distancias cada quién las calcula a su sentir, pregunto que ¿qué tan lejos? unos tres kilómetros, me dicen, así que, decido seguir caminando, me voy por unas veredas que entran por algunos caseríos, evito la carretera y sus ruidos, luego de media hora de andar por bosques llego, el camino todo decorado está para mi sólo. Lo disfruto.
Apenas comenzaba a subir la cuesta cuando oigo que dan la primera, es decir, que la campana anuncia la primera de las tres llamadas a misa, tengo suerte, coincido justo con el momento que la capilla estará abierta, me han dicho que hay allí un Cristo muy antiguo, de esos que hacían con pasta de caña de maíz, por lo tanto es del siglo XVI.
Es una señora la que está dando los toques de campana, es ella también la que está a cargo de la limpieza y arreglo del templo, una semanera o una mayordomo ¿mayordoma?, le hago la primera pregunta ¿por qué se llama Señor de los Zapateros? y me cuenta una historia, mejor dicho una leyenda:
Eran los primeros tiempos en los que los españoles habían descubierto unas minas de plata en las cercanías, el camino de Toluca a Morelia estaba ya trazado y pasaba justo por aquí. El pueblo de Tlalpujahua estaba a una legua y en este pequeño rancho solo vivía una familia, dedicada a la confección de zapatos. Un buen día pasaron unos peregrinos que portaban un santo Cristo, pidieron posada, los zapateros, que eran muy pobres ofrecieron lo poco que tenían y hospedaron esa noche a los peregrinos.
Al día siguiente los zapateros notaron que los peregrinos se habían ya marchado, pero que el Cristo seguía allí, pasaron los días y nunca regresaron quienes portaban al Cristo así que entendieron que aquello había sido un arribo milagroso, desde entonces se venera en esa comunidad al Cristo que decidieron nombrar como El Señor de los Zapateros.
Vemos en este relato toda la tradición franciscana de llegadas milagrosas de los santos Cristos que utilizaron para la evangelización del centro de México. Tlalpujahua era una escala en el camino, más que a Morelia, a Tzintzunzan, sitio en donde se estableció uno de los primeros conventos franciscanos en la región michoacana y requerían de varias visitas, este punto en donde ahora nos encontramos se volvería una de ellas.
Vemos una interesante cruz atrial, notamos que tiene esos tres huecos justo en el punto en donde van los clavos, seguramente durante la Semana Santa, por allá del siglo XVI y XVII era colocada aquí una imagen de madera.
En la base de la cruz aparece una estilizada calavera, se trata de la de "nuestro padre" Adán, que simboliza a la vez al monte Calvario.
La capilla conserva aun el atrio, el cual sigue siendo utilizado como panteón.
Vemos en la parte alta, al centro a San Miguel Arcángel, colocado, como marca la tradición franciscana del siglo XVI, en la parte alta viendo hacia el oriente.
Debajo de San Miguel se desarrolla un dosel, el cual cubre a un Cristo y en el nicho central hay un San Juan el Bautista.
Entramos en la capilla y vemos una sola nave, pequeña, acogedora, bien iluminada. Un altar mayor que si bien es chico, está ricamente decorado, notamos un trabajo de madera en el techo, un artesonado, de los que proliferaron por Michoacán.
Un decorado naive en exceso nos muestra una Gloria dominada por la Eucaristía al centro.
Y vemos que, muy bien conservados se encuentran las maderas que fueron utilizadas para un segundo trabajo de artesón que se realizó en la capilla, también es antiguo, no puedo decir fechas pues no las sé, pero, por las características de los dibujos y sus colores, lo podemos intuir.
Me comenta esta señora, que supongo, insisto, es la semanera, que están completas y que las mantienen allí porque los del INAH les dijeron que eran originales.
Tratando ahora de documentarme sobre este templo, encuentro que había allí una pintura de San Gabriel realizada por Juan Correa, uno de los grandes maestros del arte novohispano. Pero no recuerdo haber visto pintura alguna. En cambio en esta pared quedan los restos de la pintura original en esta cala. (1)
Y el techo, que fue pintado agresivamente en un tono azul, nos presenta a los doce Apóstoles, colocadas entre las nubes que cada uno lleva las palabras del Credo.
Es notorio que esta capilla fue intervenida recientemente y con materiales modernos, como lo vemos con el tipo de teja utilizado, esto con el fin de proteger el interior.
En rededor de la capilla alcanzamos a ver algunos vestigios de algo que pudo haber sido una hacienda, o un mesón... o una hacienda de beneficio dado que allí cerca estaban las minas del francés don Juan De la Borda.
No cabe duda de que con esto del arte colonial, en donde menos esperamos "salta la liebre" ¿no lo crees?
Fuente:
1.- Vargas Lugo, Elba. Victoria, José Guadalupe. Juan Correa, su vida y su obra. Catálogo, tomo II. UNAM. México, 1985. p. 548
Uno más de los interesantes recorridos que continuemente presentas. Saludos y gracias Benjamín.
ResponderEliminar