domingo, 21 de julio de 2013

De santos y migraciones, el caso de Juan Soldado. Tijuana, Baja California.

   Para quienes me siguen en Facebook (El Bable de Benjamín Arredondo), habrán visto que he estado pasando los enlaces de los artículos que fueron los primeros en aparecer en este blog. La mayoría de ellos relacionados con cosas de la Baja California, tanto del Sur como del Norte. Uno de ellos se llama La leyenda negra, allí te platico aquello que sucedía en los años 20 del siglo XX cuando en Tijuana la industria más próspera que había era la del casino y el alcohol, esto debido a que en Estados Unidos se había decretado la ley Volstad y no había ni lo uno ni lo otro que sí abundaba en Tijuana. Ese es el inicio de la historia de Juan Soldado. Uno de los personajes que son parte del catálogo del folclor conocido como la "Religiosidad popular es un concepto de las ciencias sociales en el ámbito religioso, especialmente de la antropología de la religión, de la sociología de la religión, la historia de las religiones y otras ciencias de la religión. A veces se utiliza de forma intercambiable otras expresiones, como la de piedad popular, que de forma estricta no son del todo equivalentes. Se identifica con la forma en que vive la religión el pueblo entendido como el bajo pueblo o pueblo llano; en oposición terminológica con la religiosidad oficial, que es la de las élites, los intelectuales y la jerarquía eclesiástica. Algunas de las manifestaciones de la religiosidad popular pueden ser consideradas como supersticiones por la religiosidad oficial".

   Por otro lado bien sabes, si es que me sigues desde hace tiempo, que siempre que tengo la oportunidad visito panteones, ese gusto (que no parafilia) lo tengo porque son lugares que, además de ser regularmente muy tranquilos, se puede encontrar algunas manifestaciones de arte, sea el efímero, cuando se decoran los panteones en México para el Día de Muertos, o porque hay allí excepcionales muestras del arte funerario que prevaleció en la segunda mitad del siglo XIX. En el caso específico del Panteón Número Uno de Tijuana, lo que me motivó fue otra cosa: ver la tumba de Juan Soldado del que dicen es un santo pero no está reconocido por la iglesia, de allí que traiga a colación eso de la Religiosidad Popular.

   De los muchos panteones que conozco, fue aquí en donde por primera vez sentí un cierto temor, una incomodidad. Sentí eso que coloquialmente decimos "mala vibra". Lo sentí desde que entré, no solamente eso sino la incomodidad de sentirme no se si vigilado o temeroso a ser asaltado. Como quiera caminé hasta el fondo en busca de la tumba de Juan Soldado, entré en ella, vi gente allí, vi monedas, vi placas de agradecimiento, vi flores y veladoras. Como quiera esa 'vibra' la sentí siempre, incluso dentro de la misma tumba que dicen es la capilla del "santo de los migrantes". Claro es que mi curiosidad la había satisfecho pues una de las primeras cosas que hice cuando llegué a Tijuana fue buscar algún texto que me contara la historia de esta creencia y de esta veneración. Encontré uno que inicia el relato justo con esto que te pongo al principio, de cuando en Tijuana la industria era la del juego y la del alcohol.

   Aparecen dos personajes, uno, una niña que no llegaba a los diez años de nombre Olga y Juan Castillo, un oaxaqueño que, como tanta gente en México, se va a Tijuana con la intención de, en cuanto la oportunidad se presente, cruzar "para el otro lado". Entra él en el Ejército Mexicano, no se cuando habrá llegado a la población pero para 1938, cuando Lázaro Cárdenas había ya prohibido el juego, las apuestas y los casinos, mucha gente se queda sin trabajo de un día para otro pues toda esa próspera industria es clausurada. Clausurada precisamente por la fuerza y fue el Ejército Mexicano quien lo hizo, siguiendo las instrucciones del presidente Cárdenas.

   Para mediados de febrero de 1938 sucedió que la niña mencionada, Olga, salió de su casa rumbo a la tienda, la tradicional "tiendita de la esquina", solo que nunca llegó y -dicen- que Juan Castillo la secuestró, no solamente eso, sino que también la violó y luego la degolló. Tijuana -dicen- era de apenas 19mil habitantes, todos se conocían, así que pronto se supo de la desaparición de Olga, para la madrugada se sabía ya lo que había sucedido con la niña y se había -dicen- "elegido" a Juan Castillo como el culpable. De todo esto los habitantes de la población se enteraron y, aunado al enojo que tenían porque los soldados les habían clausurado su fuente de trabajo, en turba se fueron a buscar a "ese maldito endemoniado" para matarlo. Las cosas subieron de tono al grado que, decidieron quemar la comandancia para que "el maldito" saliera y hacer justicia. Tijuana era un caos ese 17 de febrero de 1938.

   Finalmente la decisión se toma, le aplican la "Ley Fuga" a Juan Castillo y, claro es, muere abatido por las balas que por la espalda le fueron disparadas. Hubo entonces quien dijo que él, Juan Castillo había sido "sembrado" y no era el culpable, naciendo en ese momento el mito de Juan Soldado que, por haber ocurrido en Tijuana, justo antes de iniciar la Segunda Guerra Mundial y el consecuente programa Bracero hacia los Estados Unidos, dicho en otro modo, el inicio de la migración de mexicanos (y centroamericanos) en busca del American Dream.

  El mito se siguió extendiendo, su "santidad" fue creciendo más y más, aquello del vox pópuli surgió. Quizá fue una vez concluido el programa Bracero, en 1948 cuando aquello que regresaban a México y querían volver a los Estados Unidos, pero ya no como braceros sino como "espaldas mojadas" o "mojados" o "pollos", muchos de ellos, los que cruzaban por Tijuana, antes de hacerlo pasaban al panteón para encomendarse a Juan Soldado que, dicen, les "ayudaba" a cruzar sin problemas.

  Llegó el momento en que apareció la imagen que -dicen- es la oficial del "santo", solo que no presenta ninguna semejanza con la fotografía que se conserva de Juan Castillo, es decir, el mito de Juan Soldado había ya enraizado incluso ya con una iconografía. Luego se le unirían a este curioso, extraño y controvertido culto Jesús Malverde, El Niño Fidencio, Pascualito, y la Santa Muerte. 

   Y sucedió que el 22 de noviembre de 1999 el papa Juan Pablo II declaró beatos a 24 mártires, sacerdotes en su mayoría que fueron sacrificados durante la Guerra Cristera. Luego de ocho años, para el 21 de mayo de 2000 fueron declarados santos. De esos 24 uno de ellos, el más joven, comenzó a sobresalir entre todos al grado tal que hoy día su Santuario recibe cerca de 3 millones de visitantes al año convirtiéndolo entre los más importantes de México, luego de la Basílica de Guadalupe, la Basílica de San Juan de los Lagos, el Santuario del Señor de Chalma y la Virgen de Zapopan. Me refiero a Santo Toribio Romo.

  Y si te estás preguntando la razón por la cual incluyo en este texto de Juan Soldado a Santo Toribio, la razón es una sola y contundente: Santo Toribio es el Santo Patrono de los Inmigrantes, razón por la cual en tan solo 12 años de iniciado su culto, logra tal cantidad de peregrinos y su santuario es, además de enorme, espectacular. Eso que ves a continuación es la maqueta del Santuario en el pueblo de Santa Ana, municipio de Jalostotitlán, Jalisco.


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