viernes, 5 de julio de 2013

Las Haciendas de Quintana Roo del siglo XVIII y XIX.

   De pronto se antoja extraño oír que en el estado de Quintana Roo, uno de los más jóvenes de la República Mexicana, existan vestigios de haciendas del periodo colonial que se mantuvieron casi hasta el porfiriato. Pensamos que todo lo que ese estado ofrece son cosas modernas, quizá se deba a la fuerte promoción que se hace de sus destinos de playa de Cancún y la Riviera Maya, pero olvidamos que esa región de México fue la primera en ser avistada por los conquistadores y una de las que se colonizaron dentro de las primeras tres décadas de presencia española.

   Vimos hace algunos meses un artículo, aquí en El Bable, en donde nos dimos cuenta del número de haciendas establecidas en México al iniciar el siglo XX, notamos que el estado de Quintana Roo tenía registradas solamente 3 haciendas, el número más bajo de todo el País e, irónicamente,estando a un lado del estado que registraba más haciendas: el de Yucatán en donde se establecieron 1170. Así pues, hoy veremos la descripción que hace la Enciclopedia de Quintana Roo de estos tres establecimientos:

Hacienda de los Arcos.- 

   Hacienda construida en el siglo XIX. Los pobladores de este siglo la denominaron Hacienda Arcos, por las arcadas de su acueducto. Se ubica a unos 20 kilómetros al sur de Tihosuco, municipio de Felipe Carrillo Puerto. Los antecedentes de esta hacienda, como la de muchas en la península de Yucatán, se encuentran en las llamadas Estancias, que eran fincas privadas pertenecientes a los criollos, administradas por el mismo propietario o algún pariente cercano, los trabajos de la hacienda eran realizados por un mayoral, un pequeño grupo de vaqueros y peones. La actividad principal era la ganadería y en menor medida la apicultura; mediante la producción agrícola se obtenían recursos y productos con los que se pagaba a los trabajadores, pues la moneda escareaba.

   Los encomenderos formaron las primeras estancias, valiéndose del sistema tributario tuvieron mejores posibilidades de conseguir el capital necesario para ese efecto. Estos colonos españoles, ante la necesidad de limitar sus actividades económicas a las que no exigieran el uso intenso de la mano de obra, se dedicaron a la ganadería, cuyos productos: carne y cuero básicamente, eran vendidos en Tihosuco, Sabán, Valladolid, Mérida y Campeche; el cuero también se exportaba a España, a través de Cuba, y más tarde a Veracruz.

   La hacienda clásica en la región surgió en el siglo XVIII, cuando la producción indígena ya no fue suficiente para abastecer el mercado de productos agrícolas y los españoles se percataron de las fuertes ganancias que podían obtener de la venta a muy alto precio del maíz, por la escasez general que privaba en Yucatan en 1750. Así, la agricultura que había estado en manos mayas para beneficio de los hispanos durante los siglos XVI y XVII, pasó a formar parte de las actividades de los dueños de las fincas, con lo que se inició un importante cambio agrario. La hacienda, que no era otra cosa más que una finca ganadera y agrícola a la vez tenía construcciones permanentes de importante valor y representaba unidad social y económica debido a la gran cantidad de trabajadores, que radicaban en ella con sus familias.

   La Hacienda Arcos tenía una casa principal, de la cual todavía se conserva gran parte, y no obstante sus dimensiones modestas, poseía el estilo señorial de una finca campirana europea. Estuvo decorada, como otras mansiones palaciegas de Tihosuco, con rasgos de mudéjar y arabescos, debido a que en este poblado habitaba una elite privilegiada que mantuvo permanente contacto con Europa a través del comercio y contrabando que llegaba vía Bacalar. Se aprecian también restos de otras construcciones para almacenar mercaderías, amplios corrales y casas habitación para los trabajadores. En esta hacienda, que está rodeada de una gran arboleda hay todavía varios bebederos de piedra tallada, una noria elevada aun en uso que mantiene el agua fresca todo el tiempo y un acueducto, conservado casi en su totalidad, formado por arcos de medio punto que rematan en grandes depósitos donde se almacenaba el agua. Estos se encuentran casi intactos, con los tapones originales en los conductos del desagüe. Así mismo hay un trapiche elaborado con madera de jabín, dos norias más con agua potable, una de ellas con una rampa de piedra labrada, y un sistema hidráulico con grandes depósitos rectangulares construidos de mampostería, comunicados entre sí y a la vez con el acueducto elevado, que surtía de agua otros depósitos, piletas y bebederos.

   El trapiche es la evidencia de que la caña de azúcar también fue cultivada; aunque se desconoce con que intensidad, en Tihosuco se vendía comúnmente el aguardiente de caña. Este cultivo iniciado durante el gobierno español dentro de fuertes restricciones legales, se intensificó en Yucatán a partir de la Independencia de México. Las haciendas cañeras comenzaron a surgir en la región sur de la península entre 1823 y 1825, coincidió con el bloqueo comercial de la Habana a los productos ganaderos de Yucatán, que fueron sustituidos por los de Buenos Aries. La legislación al respecto favoreció el desarrollo de estas haciendas, pues permitió la ampliación de los cañaverales a las tierras baldías del sur; de esta manera se ocuparon terrenos poco explotados que utilizaban los mayas para sus siembras nómada. Esta invasión de tierras fue uno de los factores que contribuyeron al levantamiento indígena conocido como Guerra de Castas, iniciado en Tepich en 1847. No fue casual que los primeros brotes de la rebelión tuvieran lugar en la región cañera.

   El cultivo de la caña y las haciendas sufrieron los embates de esta sublevación. En Arcos todavía hay vestigios de la contienda: paredes de quemadas, restos de armas destruidas, balas, fragmentos de madera que delatan parte del mobiliario de la hacienda y pedazos de porcelana, cristal, barro y metales.

   Actualmente, lo que queda de esta hacienda se encuentra rodeado de selva, su único acceso es una vereda por la que se debe caminar durante varias horas. Está ocupada por inmigrantes que llegaron a principios de este siglo (XX), habilitaron las norias, pozos y bebederos, esta vez para animales de granja que son utilizados para la dieta y economía familiar. La casa principal fue modificada para convertirla en una choza con techo de guano y un la rampa de una de las norias se usa para secar chiles. (1)

Hacienda de San Juan Noria.- 

  Hacienda del siglo XIX ubicada al sur de Tihosuco. Se desconoce el nombre original, el que ostenta en la actualidad lo recibió de sus repobladores, quienes agregan al nombre del santo la palabra noria ya que en el lugar existe una de grandes proporciones que en su momento debió ser la principal fuente de abastecimiento del vital líquido.

   Es posible que en principio haya sido un pequeño asentamiento rural, propiedad de algún encomendero o criollo de Tihosuco, como lo fueron otras fincas y haciendas de los alrededores. La noria, de forma rectangular con una rampa de acceso elevada, data del siglo XVIII o XIX. Está rodeada de contrafuertes para detener sus paredes gruesas de mampostería, junto a uno de ellos existen vestigios de una posible rampa de acceso a su superficie, donde se encuentra el brocal rectangular con dos paredes angostas que sostienen una viga donde estuvo alguna vez el carrillo. Partes de la noria se conservan casi intactas. Cerca de ella existen los restos de lo que pudo ser una casa de medianas proporciones donde habitaban los propietarios o administradores. En la periferia se han encontrado restos de barro, cerámica colonial, fragmentos de metal, cristal, maderos quemados y otros.

   Esta hacienda, al igual que Arcos y Caña Brava, debieron pertenecer a la jurisdicción de Tihosuco, perteneciente al Partido de los Beneficios Altos, órgano administrativo del Estado de Yucatán. La hacienda contó con una casa principal de modestas proporciones que fue destruida durante la Guerra de Castas. Fue hasta las primeras décadas del siglo XX cuando familias provenientes del interior peninsular repoblaron el sitio, desasolvaron la noria y utilizaron los restos de la casa principal para edificar chozas. Actualmente se accede a San Juan Noria por unas veredas entre la selva, la economía de sus pobladores se basa en agricultura de autoconsumo, el aprovechamiento de los recursos naturales y la cría de algunos animales de corral. (2)
Hacienda de Caña Brava.-

  Caña Brava es una finca rural edificada entre los siglos XVI y XVIII. Se desconoce su nombre original; en la década de 1940 se le llamó Caña Brava por la planta que existe en el centro del asentamiento. Ese sitio presenta características de una entidad económica rural que perteneció probablemente a un criollo o mestizo en un tiempo anterior a la formación de las haciendas, quizá fue una finca rural dedicada a la agricultura de autoconsumo y estuvo habitada por pocos pobladores, probablemente trabajadores en su mayoría.
 
   En algunos casos las fincas rurales derivaron de las estancias, que eran entidades económicas dedicadas  a la explotación forestal, agrícola, apícola o de ganadería mayor, frecuentemente administradas por el mismo propietario o algún pariente cercano; las actividades agrícolas y ganaderas eran realizadas por un pequeño grupo de vaqueros o peones bajo las órdenes de un mayoral. A partir de 1821, con la Independencia de México, algunas fincas se convirtieron gradualmente en haciendas.

   Todo parece indicar que fue la noria central de Caña Brava fue construida en tiempos de la colonia, probablemente entre los siglos XVI y XVIII; la estructura rectangular de la fuente data también de esa época, al igual que los restos de cerámica localizados en su periferia. Casi todas las fincas en la región se originaron por la repartición de encomiendas, cuyas cabeceras fueron precisamente asentamientos de carácter rural con edificaciones menores.

   El desarrollo y crecimiento de Tihosuco, que se presentó de manera importante entre los siglos XVIII y XIX, repercutió notablemente en todas estas unidades económicas, muchas de ellas se transformaron para abastecer comercialmente de carne, cebo, pieles, maíz, miel, cera, añil, caña de azúcar, entre otros productos, a sitios como Sabán, Sacalaca, Valladolid, Mérida e incluso exportar a Cuba, antes de que ésta -entonces todavía colonia española- rompiera relaciones con México a consecuencia de la Independencia de nuestro país.

   El asentamiento original debió estar comunicado con Tihosuco a través de un camino directo que permitía el caso de arrias para el transporte del producto. La finca contó con un patrón de asentamiento típico de estas formaciones económicas: una casa principal de dimensiones menores que pudo ser al mismo tiempo local administrativo, varias chozas de material perecedero, algunas con paredes de piedra; una barda que delimitaba el área central que podría indicar la presencia de ganado y una noria de gran profundidad, construida de piedra en forma elevada para mantener el agua fresca. Hay indicios de que contó con áreas de cultivo o milpas cercanas a su periferia, sin embargo, es poco probable que esta finca se haya construido como pueblo, debió contar con una base de trabajadores que se ocuparon de los trabajadores del lugar.

   Es posible, asimismo, que en Caña Brava se haya cultivado cierta extensión de caña de azúcar, pues fue uno de los productos más importantes a partir de la Independencia debido a que Cuba, principal surtidor de los productos derivados de este producto, dejó de exportarla a México. Esta finca no tuvo instalaciones para el procesamiento de la caña por lo que bien pudo haberse dedicado solamente al cultivo y alguna hacienda cercana, a su procesamiento. Esta actividad se realizó al menos en la primera mitad del siglo XIX y concluyó con el estallido de la Guerra de Castas en 1847.

   Caña Brava presenta huellas de una contienda, todas sus construcciones, excepto la noria, se encuentran semi destruidas. Con los restos de la casa principal fue edificada una choza de regulares dimensiones al estilo de la región, lo cual coincide con lo realizado en otros sitios en circunstancias similares, pues los mayas desdeñaron las construcciones mestizas para restablecer sus formas tradicionales de vivienda. La finca fue poblada en la década de 1940 por una extensa familia procedente del sur del estado de Yucatán, su economía se basaba en la agricultura y poseían animales de granja que complementaban su dieta. En 1998 solo tenía un habitante. (3)

   Las fotografías que estas viendo corresponden al pueblo de Tihosuco, lugar en donde existe un impresionante templo, construido por los franciscanos en el siglo XVI y fue fue abandonado durante algún tiempo y en la actualidad se encuentra rescatado mostrando una muy particular forma de rescatarlo en la cual podemos ver los estragos causados en este sitio durante la Guerra de Castas, es el Templo del Niño Dios. El acceso a las haciendas mencionadas, o sus restos, es en realidad difícil debido a que son solamente veredas las que se trazaron pues la zona está cubierta de una espesa vegetación propia de la selva yucateca.









Fuentes:

1.- Enciclopedia de Quintana Roo. Tomo I. Juan Ángel Xacur Maiza. Gobierno del Estado de Quintana Roo. Chetumal, 1998. pp. 190-193.

2.- Idem. Tomo VIII. p.23

3.- Idem.Tomo II. p.61-63

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