No digo que haya sido privativo de Salamanca, esto ocurría en todos los rumbos de la Nueva España, la de tener las tres grandes celebraciones de Jueves, es decir, los Tres Jueves Grandes. Es más que evidente que la tradición viene de España, en donde el Jueves de la Ascensión era tan importante como el Jueves Santo y el Jueves de Corpus, que por allá había un dicho que rezaba: «Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y La Ascensión».
Y siendo Salamanca una villa de españoles (me refiero a la Salamanca del Bajío en México), que por acá, junto con su merced de fundación se le asignó a su santo patrono, que lo fue San Bartolomé, lo más seguro sea porque en aquellos tiempos el apóstol era invocado en toda tormenta para protección contra los rayos, que por el Bajío eran abundantes cuando fue abundante la lluvia y el agua, es decir, hace ya varios siglos, además porque San Bartolomé marca(ba) en el calendario agrícola, el final de la Canícula, fecha por demás importante para los labradores y, siendo la vocación de las tierras de estos rumbos netamente la agrícola, todo embona para tener más que justificado el patronazgo de San Bartolomé.
Pero la villa de Salamanca, que era de españoles, tenía dos pueblos de indios y, ellos aunque tenían asignado a su santo patrono (la Natividad de María y San Pedro) la costumbre, aunada a la tradición los fue conduciendo a tomar por patrono a una imagen de Cristo que, de acuerdo a la leyenda (ojo, leyenda, no historia) llegó a estos rumbos antes de que fuera fundada la villa... así que, pasado el tiempo, cobró más importancia la veneración de Cristo en su advocación del Señor del Hospital que San Bartolomé. Agreguemos que, estando el convento agustino de San Juan de Sahagún en la villa, y su fiesta principal tan próxima a la de San Bartolomé, prácticamente desapareció la veneración al santo patrono... por un lado las festividades del Señor del Hospital, por el otro las festividades de los santos agustinos... sin que nadie se diera cuenta, de pronto, el culto se enfocó todo, al Señor del Hospital.
Así que, en algún momento cuya fecha desconozco pero que intuyo fue a mitad del siglo XVIII, las festividades en torno a Cristo cobraron mayor fuerza y fueron las que sobrevivieron hasta ya entrado el siglo XX: Y los Tres Jueves Grandes tomaron carta de adopción en Salamanca.
De las no muy numerosas fotografías de finales del siglo XIX, cuando vemos una nutrida concurrencia en la plaza principal es, invariablemente en el Jueves Santo, día de la peregrinación de las rancherías de la zona para visitar al Señor del Hospital, o los Jueves de la Ascensión, cuando la venta de dulces tradicionales y loza de aquellos tiempos inundaba la mencionada plaza... pero poco a poco la tradición fue desapareciendo, más aun, cuando luego del Concilio Vaticano II muchas de las festividades desaparecieron o fueron trasladadas al domingo siguiente, una de ellas, la Ascensión del Señor.
Del Corpus hemos hablado mucho en este Bable, también de las festividades de la Semana Santa, en esta ocasión lo hacemos sobre el segundo de los tres grandes jueves, el que apenas acaba de suceder y que, luego de varias décadas se retoma la fiesta para marcarla nuevamente en el calendario festivo de la ciudad, cosa que nos vuelve a dar la identidad que durante siglos ya se había definido.
De nuevo se oye el repique solemne en la madrugada, los cuetes, el repique para la misa "de función", la que se oficia a las doce del mediodía, de nuevo están las charamuscas, las mojigangas, los danzantes, la música, es decir, el Jueves de la Ascensión, regresó a Salamamca.
Y la tradición que, también en algún momento se creó, la de hacer, luego de la visita al Señor del Hosptial, la de San Gonzalo en la capilla de Santa María de San Juan (desconozco la fecha en que comenzó), de nuevo vemos la afluencia de peregrinos que llegan al lugar, no a bailarle a San Gonzalo pero si a darle su visitada...
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