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viernes, 2 de noviembre de 2018

El Altar de Muertos de El Bable 2018

  Levantar este año el Altar de Muertos fue cosa más estudiada, con más conciencia del tiempo que se emplea en la selección y adecuación de los objetos que se incluyeron y el resultado fue mucho mejor. Todo comenzó hace un mes, cuando me propusieron crearlo. No lo pensé mucho, dije de inmediato que sí, dado que estos eventos me gustan y me llenan mucho.

  Cundo me comentaron del lugar en donde se levantaría me agradó: el lobby del hotel más novedoso de Salamanca, fue cosa de ir a visitarlo para seleccionar el espacio. Pensé primero en el propio lobby pero, dado el manejo de luz que hay allí con ventanales y espejos, pensé sería mejor en un espacio no tan abierto, así que el Business Center fue el espacio seleccionado.

  El segundo paso fue seleccionar el personaje al que se le haría la ofrenda. Se decidió que a don Pedro González, distinguido salmantino que tuvo grandes logros que poco se conocen, como el haber formado parte del grupo de personas que fundaron eso que hoy conocemos como INAH, más específicamente como Museo Nacional de Antropología e Historia. Además, creo cosa importante, que nunca antes se había visto el rostro del personaje, localizarlo entre los cientos de miles de registros que existen en la Mediateca de la Secretaría de Cultura fue cosa de muchos, muchos intentos.

  Tengo por norma no usar un solo clavo, pues los espacios que he utilizado no lo permiten, de este modo el primer reto a vencer es colocar el telón de fondo y luego de un par de horas estaba ya puesto en su lugar, con los colores adecuados, y las formas que darían mayor lucimiento al conjunto.

  Otro precepto que mantengo es el de usar los muebles que haya en el lugar asignado para el Altar, adaptando a mis necesidades mesas disponibles, en este caso las tuve en variedad pues las había altas, bajas, de mediana altura, redondas, cuadradas, alargadas y todo fue embonando a la perfección.

  Desde las semanas anteriores fui creando los telones que se colocarían de acuerdo la necesidad que la base de las mesas me daría, vendría luego la selección de telas con sus colores y texturas que fueran armonizando unas con otras... en eso estaba cuando llegó la flor recién cortada, eso me ayudó aún más a seguir desarrollando el tema...

  Desde hace dos años he ido acumulando rosas, rosas secadas a la sombra que conservan color y forma, además de gardenias también secas que, al combinarlas con la intensidad del cemplaxúchil y la escarola de obispo armonizaron a la perfección... vendrían luego los cuadros de santos, de vírgenes, y objetos de distintos materiales, especialmente de vidrio, porcelana y, ahora lo puedo decir, de plata y de cobre.

  La razón por la cual coloqué ahí un mapa del Estado de Guanajuato de 1924 fue debido a que don Pedro González era, además geógrafo y sus escritos ayudaron en mucho a conformar un mapa más exacto, él murió en 1912. La rosa de los vientos era indispensable, exhibir uno de sus mejores libros, la Goegrafía local, conformó la ofrenda, lo demás fueron interpretaciones mías en torno al abundante tema de la muerte y sus ritos en México, sea el tiempo prehispánico que el virreinal... y algo del porfiririato con sus soberbia tendencia en el arte funerario.

  A todo esto aunamos una buena cantidad de veladoras... el resultado lo está viendo ahora.










jueves, 25 de octubre de 2018

El proceso para desarrollar mi Altar de Muertos 2018

  Desde hace tiempo, mucho tiempo, he tenido la afición por crear escenarios... efímeros, para colocar ahí santos, adornos, cosas... luego de tres días, una semana o un mes dejan de existir, el agrado de hacerlos está en las ideas que desarrollo para su diseño y en el mucho tiempo que invierto en ir adecuando cada espacio que conformará el altar.

  Los objetos, las telas, las he ido acumulando desde hace al menos treinta años. Muchas de las cosas son recicladas y permanecen la mayor parte del tiempo en cajas, algunas las utilizo para el Altar de Dolores, otras para el de Muertos.

  En esta ocasión la labor comenzó hace un mes, es decir, en los primeros días de octubre, cuando me invitaron para levantar el Altar en el hotel más nuevo de Salamanca, el Hilton Garden Inn, lo primero fue conocer el espacio para seleccionar el área en donde lo colocaría.

  Una vez seleccionada el área implica saber de que mesas, taburetes y lámparas puedo hacer uso, con esto podré hacer la base para ahí idear el diseño completo. Importante es conocer los detalles de los puntos en donde pueda colgar los toldos que servirán de fondo, tengo por norma no clavar, no hacer ni un sólo agujero, solamente utilizar los que ya están o ver de que punto puedo colgar, en base a hilos, los mencionados toldos.

  El trabajo sigue en casa, cortar, pegar, coser, bordar, hilvanar, teñir... son muchas horas las que debo invertir para tener listo todo aquello que será utilizado como base, en los distintos niveles que se requieren para logar distintas alturas...

  El guión lo tengo ya establecido, la bibliografía es sumamente interesante, comienza con las relaciones de Motolinía, con los estudios de los meses en el calendario ritual usado por los antiguos mexicanos, en lo compilado por Clavijero en su Historia antigua de México; muchos datos que he ido encontrando sobre los rituales de muerte y muertos relacionados en la estupenda colección Historia de la vida cotidiana en México

  Hay que hacer muchas pruebas, de combinación de colores, de texturas, de efectos lumínicos, de reflejantes... esta vez tuve que hacer, incluso, impresiones fotográficas... las flores me las enviarían directamente al sitio...

  Varias idas al mercado, a la tlapalería, a la papelería, a la mercería. Luego viene la primera parte de lo más pesado... empacar y acumular las cajas en un solo lugar para de ahí llevarlas al hotel.

  En el hotel cuento con un espacio en donde puedo desempacar y seleccionar lo que usaré... ahora si viene el trabajo arduo.














El espacio es transformado...

miércoles, 5 de abril de 2017

Breve guía para montar un Altar de Dolores

  Fue un Viernes de Dolores quizá de 1962 cuando vi por primera vez un Altar de Dolores. Ese día entré a la casa de mi abuela que era bastante grande pero ya la habían dividido por dos mitades contaba con un enorme patio central, los corredores eran más anchos de lo habitual, las macetas que los rodeaban eran enormes también y las dimensiones de los helechos de tipo descomunal. Entré solo, eran tiempos en los que la puerta de la calle se dejaba abierta sin problema alguno, ella estaba en la cocina, al fondo.

  Al entrar en el corredor vi en una de las esquinas, la del nor-poniente, en la hornacina donde habitualmente tenía una Sagrado Corazón de bulto que lo había cubierto con un lienzo morado y a un lado estaba la imagen de la Dolorosa con algunas flores. Fue tal el impacto que se me quedó grabado para siempre.

  En esa casa, como en tantas otras de Salamanca, había una habitación que se usaba exclusivamente para colocar el Nacimiento, desde un mes antes se preparaba el lugar con todos los elementos escenográficos necesarios, se desempolvaban las figuras, los ornamentos, se reparaban los que habían sufrido algún desperfecto, algunas piezas eran retocadas y el montaje se llevaba varios días.

  Fue desde entonces que conocí el largo camino que hay que andar para montar un altar, cuando lo que se busca es desarrollar una idea que basada en ciertos elementos clave, seleccionando los colores precisos y los elementos que se usarán. Todo esto ocurrió nuevamente hace dos meses, cuando acordé con un amigo de Romita, Guanajuato, que en una antigua casa que se encuentra en restauración montaría un Altar de Dolores.

  Antes, digamos que de hace medio siglo para atrás, el montaje del altar no era solo colocar cosas sobre una mesa y ya, implicaban fechas precisas y muchos rezos. Un ritual. Lo primero que se hacía, justo el Miércoles de Ceniza o, a más tardar, el primer viernes de cuaresma, era la siembra del trigo. Luego de una rezada se colocaba abundante trigo en cada una de las macetas que serían usadas. De ese modo el llamado "pastito" estaría a la altura necesaria el Viernes de Dolores.

  Había una técnica con la que se creaba el "pastito" blanco el cual era de fuerte impacto al ver el trigo en un color nada habitual. Todo se hacía igual, pero para hacerlo blanco se colocaban las macetas con la siembra en un lugar oscuro en donde no entrara la luz del sol, el trigo germinaría pero no haría fotosíntesis de ahí que se desarrollara blanco. Otra técnica, para crear el "pastito" de diferentes alturas era sembrarlo en segundo y el tercer viernes de cuaresma.

  En la zona centro de la región del Bajío, eran habituales los árboles con naranjas agrias, se usaban más bien como ornamentales pues no crecen ni muy altos ni muy desparramados y para esta fechas se colmaban de naranjas, su textura rugosa daba un aspecto único y siendo agrias, se asociaban con la idea de la amargura de la virgen, de ahí que se usaran en el altar y, en general, en los ornamentos de los Monumentos del Jueves Santo.

  Se elegían siete elementos que representarían los siete dolores de María, si se contaban con esas dagas o abrecartas que son comunes en las artesanías de Toledo, España, irían a la perfección en el altar, de lo contrario se confeccionaban con papel dorado, como una banderita y se clavaban en las naranjas agrias, simbolizando el amargo corazón de María atravesado por cada uno de los dolores que tuvo a lo largo de la vida de Jesús.

  Esa es la idea básica, lo demás es la creatividad que cada quien tenga, el espacio con el que se cuente y la disponibilidad para desarrollar algo que vaya más allá de solo poner una imagen con unas flores... 

  La siembra se hizo como marca la tradición, es necesario regar cada tercer día pues son días en los que la temperatura va en ascenso. También con la debida anticipación fue necesario seleccionar las telas, marcar las adecuaciones, reparaciones y limpieza de todo lo necesario, el empacar lleva mucho tiempo, las cajas se van apilando. 

  Ya en la casa donde se instalaría el altar fue cosa de llegar con 3 días de anticipación, comenzar a sacar el polvo, que era mucho, pues en toda sitio en donde se trabaje con cemento, cal y demás, si algo abunda es el polvo.


  El punto de partida es localizar el lugar donde estará el punto focal de todo, en este caso la imagen de la Dolorosa, una vez identificado comienza el desarrollo de la idea, la cual parte de un bosquejo a lápiz que hago, solo para tener una leve, muy leve idea que, normalmente no es la que queda en el lugar, sino que es una mera idea trasladada a papel... como bosquejo. Pero si no la tengo no puedo comenzar.

  No uso regla ni cinta métrica. Estoy muy acostumbrado al tanteo, siempre me regulo por la cuadrícula del piso, procuro aprovechar los clavos que ya están puestos, el resto va fluyendo poco a poco... soy muy dado al reciclaje, y a usar los elementos que haya en el sitio, sean maderas, ladrillos, o, en este caso, que estaba una vieja consola, luego de limpiarla sirvió de base.

  Simetrías, asimetrías... todo dependerá del momento, de las circunstancias, de los elementos disponibles, es cosa de dejar fluir la idea. En buena medida los propios elementos disponibles te van diciendo dónde van acomodados...

  Terminada esta primera parte, sigue la más tediosa, planchar telas que si no lo están se verán muy mal al final. Luego entra la ornamentación, son muchas horas de labor, tantas como 12 diarias durante 3 días. Y como todo esto entra en la categoría de lo efímero, al día siguiente, en 3 horas, todo regresó a la caja en la que llegó.

 Mientras más manos colaboren, más cosas se pueden ir integrando a la idea original.




  Es primordial mantener orden y limpieza en todo el desarrollo del montaje...



  Agotado, luego de 3 días de no parar, pero con un buen resultado.