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domingo, 17 de marzo de 2019

Algo sobre la refinería de petróleo que iba a Irapuato pero se vino a Salamanca.

  El 18 de marzo es una fecha que para algunos nos fue machacada hasta el cansancio, bien sabemos que en México se conmemora la Expropiación Petrolera y bien sabemos todo lo que el tema Cárdenas, Pemex, Petróleo, Divisas abarca. En mi caso personal, yo nací en 1955 en Salamanca, Gto., habían pasado ya cinco años de la inauguración de la Refinería de Pemex, esto quiere decir que fue algo "normal" ver y, sobre todo, oler humos negros, grises, blancos y amarillos. En la noche ver el resplandor de la lumbre de los quemadores y un horizonte en el que se levantaban todo tipo de chimeneas, torres y tanques. La escuela en que cursé la primaria Riama, apocope de Refinería Ing. Antonio M. Amor, (nombre oficial de la refinería), y la secundaria en la 18 de Marzo. Con esos pocos ejemplos te digo lo ligado que fueron mis primeros años a la presencia de la Refinería. Lo que ahora me sorprende es saber lo que ocurrió un poco antes.

  La planta fue inaugurada el 31 de agosto de 1950 por el presidente en turno Miguel Alemán y muchas reseñas han habido sobre ese evento, el punto de hoy es algo que hace cosa de 5 años leí en un documento clasificado por "secreto" al que tuve acceso pero que me permitieron leer con la cláusula de "for your eyes only" o sólo para tus ojos y la promesa de no comentarlo, cosa que cumplí cabalmente pero, ahora que encuentro la publicación de don Manuel Sánchez Valle, veo que la información es pública.

  Según veremos para mediados de noviembre de 1944 Irapuato, a 18 kilómetros de Salamanca había sido la población elegida para construir la nueva Refinería, para diciembre se menciona de la localización de los terrenos para instalarla; en marzo 24 de 1945 se hablaba del oleoducto de Poza Rica a Irapuato. Al poco tiempo, en enero de 1946 la refinería se estaba construyendo, no en Irapuato, sino en Salamanca. ¿Cuáles fueron los motivos de cambiar la ubicación? lo desconozco, pero seguramente habrán sido políticos:  






Fuente:

miércoles, 8 de agosto de 2018

El Patrimonio Industrial: caso Salamanca, Guanajuato

  Salamanca, localizada al centro del Estado de Guanajuato es, y ha sido desde su fundación (que fue en 1603), punto estratégico debido a estar en el cruce de caminos. Ya en el siglo XX se construye una planta industrial acorde a las tecnologías de la época, para novedosos procesos de enlatado; las llamadas conservas de frutas y chiles se realizaron durante cuatro décadas en la planta La Fortaleza (la planta operó de 1928 a 1968 aproximadamente). Toda la maquinaria que había para el enlatado desapareció. No lejos de esa planta, es decir, contra-esquina de ella, estuvo otra fábrica más, la que hacía las latas, era pequeña al principio, para satisfacer, esencialmente las necesidades de las mencionadas conservas de La Fortaleza, luego creció, en la década de los 50 para producir las latas que la nueva refinería de Pemex requería... también desapareció en los sesenta, el lugar que ocupaba se transformó en supermercado.

   De la misma época, de los años veinte o treinta... quizá de los cuarenta, son los vestigios que quedan, arrumbados por ahí, de las máquinas usadas en la industria textil que hubo en la población. Los talleres de Salamanca producían mantas, cambayas y rebozos, talleres que cerraron cuando los establecimientos textileros de Puebla produjeron a mejor precio las telas. Más antiguo aún es el vestigio, de mitad del siglo XIX, que nos queda de un horno anexo a la que fuera la Fábrica de loza fina San José, antecedente (creo) de lo que hoy conocemos como Ánfora.

   Más notorias aun son las plantas de productos químicos que dejaron de producir en la década de los ochenta una, la de Fertimex, debido a la política de descentralización, y al comienzo del siglo XXI, la de Tekchem, por fugas y consecuentes daños al medio físico. Los esqueletos, monumentales, por su dimensión, están ahí. ¿Qué se hará con ellos? No lo sabemos. 

   Lo que sí sabemos es un concepto que hace poco tiempo surgió: el del Patrimonio Industrial, el cual se define como: “el conjunto de elementos de explotación industrial, generado por las actividades económicas de cada sociedad. Este patrimonio responde a un determinado proceso de producción, a un concreto sistema tecnológico, caracterizado por la mecanización, dentro de una manifestación de relación social capitalista”.  (Revista de Historia Industrial.)

   Muchos conceptos e ideas se generan a partir del nombre Patrimonio Industrial. Sabemos bien lo que es una ciudad patrimonio, un patrimonio cultural, un patrimonio intangible, todo gracias a la Unesco y sus programas de protección y conservación de ciertos lugares y/o conceptos. Ahora agregamos uno nuevo que tenemos visible por muchos lados, el Industrial; el cual tiene por fin, de acuerdo a la idea española, la de: “fomentar la conservación del patrimonio industrial y difundir el valor histórico, tecnológico, social y científico de los procesos industriales y económicos del pasado”.

  En México tenemos ya uno de estos patrimonios bien definido y entendido, el Parque Fundidora de Cintermex, en Monterrey, el cual "es un parque urbano incluyente y multifuncional, que contribuye a reforzar el tejido social ofreciendo un espacio verde, seguro, y de acceso 100% gratuito. Se le ha otorgado el título de Museo de Sitio de Arqueología Industrial por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, por el valor histórico de las 27 macro estructuras, 127 piezas de maquinaria y herramientas siderúrgicas, hoy piezas museográficas, 16 naves y un sinfín de otros activos que conforman este acervo que representa un patrimonio industrial invaluable para Nuevo León."

  Con todo lo que has ya leído, y visualizando el sistema de comunicaciones que actualmente está en operación, con las autopistas Celaya-Irapuato, que conectan con la México-Querétaro; con la Salamanca-León; con la Salamanca-Morelia, que conecta con la Toluca-Guadalajara, creo que estos vestigios de la Unidad Bajío que fue de Fertimex que vemos en las imágenes, se le podría dar un uso adecuado, luego de un rescate a esas instalaciones, como parque recreativo, o museo de sitio, o recinto para exposiciones y ferias industriales pues, como ya lo mencionamos, con las facilidades de comunicación que ya existen y localizado al centro del llamado Corredor Industrial, que va de Apaseo a León, cruzando todo el estado de Guanajuato, lo vuelven el lugar estratégico.


jueves, 26 de octubre de 2017

Antes y ahora: La producción automotriz

 Cuautitlán, 1962. Hace más de medio siglo Ford comenzó a levantar su planta armadora en el mencionado lugar pero ya desde "El 23 de junio de 1925 se crea Ford Motor Company, S.A. en la Ciudad de México, convirtiéndose en la primera automotriz en el país" (ver más).  VAM fue otra de las armadoras, su marca era Rambler (ver más). Para 1964 se establece VW en las cercanías de la ciudad de Puebla. GM desde 1935 comienza en la Ciudad de México, para los sesenta abre una nueva planta en Toluca. En 1982 llega Nissan, en tiempos que se denominaba Datsun su marca más conocida.


 Silao 2017. Actualmente la industria automotriz en México es una de las más importantes, son muchas las armadoras que ya operan en diversos puntos: Audi, BMW, Chrysler, Ford, General Motors, Honda, Kia Motors, Mazda, Nissan, Toyota y Volkswagen. Para ver datos duros, entra aquí.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Chacuacos: mudos testigos de prósperos negocios

  Los hay por todo México, sea norte que sur, montaña o en tierras bajas, se conocen como chacuacos y si la palabra no te suena conocida no es otra cosa que una chimenea. Razón por la cual en algunos camiones de carga hay una pieza llamada justo así: chacuaco, la salida de los humos propios de la combustión. Y la palabra, cuando nos adentramos a los antiguos libros no es nada nueva y su significado era otro que poco tiene que ver con la chimenea:

Diccionario de Autoridades - Tomo II (1729)

CHACUACO. s. m. Apodo que se da a la persona rústica, záfia y de mala presencia. Latín. Inurbanus, incultus homuncio.

chacuaco. Definición actual:
De or. amer.

1. m. Ingen. Horno de manga para fundir minerales de plata.
2. m. Méx. chimenea (‖ conducto para que salga el humo).
Real Academia Española © Todos los derechos reservados

  En la primera imagen vemos un chacuaco en pleno centro de San José Iturbide, era una fábrica de jabón, tengo entendido. En la segunda se ve claramente el chacuaco de una hacienda en Suchitán, municipio de Villagrán, Guanajuato, sitio en donde se sembraba caña de azúcar. Esta que vemos ahora es lo único que sobrevive de la fábrica de jabón La Constancia, en Irapuato, Guanajuato. El siguiente es el chacuaco de la ex hacienda de Santa Ana del Conde en León, Guanajuato.

En el Vocabulario de mexicanismos de Joaquín García Icazbalceta encontramos otras acepciones:

* Chacuaco. m. Horno pequeño para fundir metales.
2. En el Estado de Morelos se da este nombre a las chimeneas de las casas de calderas.
3. En la California hallamos la voz en otro sentido.
«Aplicaban al enfermo en la parte llagada ó condolida el chacuaco, que es un cañuto de piedra negra durísima, y por él chupaban unas veces, y otras soplaban con gran fuerza, creyendo que extraían ó ahuyentaban la enfermedad. Á veces llenaban el cañuto de tabaco cimarrón ó silvestre; y encendido éste hacían la misma maniobra de chupar y soplar con el humo» (Noticia de la California, tom. I, página 111. V. además tom. I, pp. 113, 117; tom. II, p. 393). (Tomado de Cervantes virutal.)

  Se antoja increíble en nuestros días, pero así fue, el Bajío, el mero centro-sur del Bajío, fue productor de azúcar hace algunas décadas, aquí vemos un vestigio más, en el municipio de Jaral del Progreso, no sé a cuál hacienda corresponda.

  Y más increíble es ver los restos, y su chacuaco, de la que fuera la productora del afamado Ron Bajío, en Villagrán, Guanajuato.

  En pleno centro de Celaya, Guanajuato, se yerguen, con cierta majestuosidad, los chacuacos de la que fuera la fábrica de textiles Zempoala, empresa creada por Lucas Alamán que luego pasaría al español Eusebio González y su acaudalada esposa, Emeteria Valencia.

  Es evidente que comparto fotos de chacuacos de lugares del estado de Guanajuato, aquí uno más, de una mina, la de Santa Brígida, en Mineral de Pozos.

  En Silao, por el rumbo de la estación del FFCC vemos un chacuaco más, parece que allí fue un molino.

  En la ex Hacienda de San José del Carmen en Salvatierra, Gto.

 En la ex Hacienda de San Vicente de Garma en Valle de Santiago, Gto.

sábado, 6 de junio de 2009

La Fortaleza: Salamanca, pionero en la industria de conservas en el país.

Esta es la ahora llamada calle Lázaro Cárdenas, pavimentada y haciendo contraesquina con la entrada de mercancía de Aurrerá. Lo que se ve en la foto es la mitad de lo que fue la planta empacadora de La Fotaleza, hace ya más de 50 años.

En la actualidad lo más común son los envases desechables, los empaques de alimentos cada vez más sofisticados, pero eso era muy distinto hace 80 años. Aquí en Salamanca existió una de las primeras empacadoras de productos alimenticios que hubo en México, Secundino Bellas, español avecindado en México con tesón y entrega desarrolló su propia tecnología y creó la que fue la principal fuente de empleo en Salamanca durante lo tercera y cuarta década del siglo XX, antes de que Pemex se asentara aquí. Quienes somos auténticamente salmantinos y tenemos más de 50 años de vida, sabemos muy bien lo que quiere decir La Fortaleza. La planta empacadora de frutas y verduras más antigua del Bajío. Yo viví toda mi infancia ligado a ella, la dirección de mi casa fue durante muchos años Ave. La Fortaleza # 200, una calle empedrada con poco tráfico a donde solo llegaban vehículos de carga para dejar frutas y verduras y salir con conservas enlatadas.

La Fortaleza la tengo ligada a una gran cantidad de recuerdos, uno de los enormes tinacos que tenía se levantaba muchos metros del suelo en forma de enorme lata de alguna de sus conservas, y la vi miles de veces pues desde el jardín de mi casa sobresalía. En primavera La Fortaleza era la proveedora de los dulces más exquisitos que un niño podía tener en la época, los llamados “cañutos” que no eran otra cosa que los corazones de las piñas que en el proceso de enlate eran desechados, todos los arrojaban por una minúscula ventanita que quedaba precisamente enfrente de la puerta de mi casa, así que era solo correr al cerro que se formaba día a día cuando la piña era procesada y los “cañutos” arrojados para el consumo del que así lo decidiera, las vacas eran quienes gozaban mas de esa delicia, había que estar muy listos para llegar antes que ellas, después era imposible acercarse al manjar.

Del otro lado de La Fortaleza estaba la estación del tren, las piñas que venían desde los campos de Acayucan, Veracruz, llegaban por los furgones que descargaban allí mismo en la estación.

Pero había otros días en que La Fortaleza nos producía nauseas a todos los que habitábamos en las cercanías, eran los días de producción de salsa cátsup. Un verdadero martirio. Desconozco los ingredientes que se usan, se que la base es el jitomate, seguramente le agregaban azúcar o sacarosa, no lo sé, lo que sí puedo asegurar es que en esos días al cocer toneladas y toneladas de jitomate, el olor que producía era de lo más desagradable. Eso no era todo, el verdadero martirio se daba los días de producción de chiles en vinagre, implicaba llorar, prácticamente todo el día por el ardor que producía en los ojos el cocimiento de cientos de toneladas de chiles jalapeños.

Las líneas de producción se encontraban aquí, al fondo se ve la única zona que sobrevive a los años de esplendor de La Fortaleza, las cámaras frías.

Ramiro de la Garma en su libro El Bajío de mis recuerdos (sin editorial ni fecha de publicación) comenta que “para referirnos a La Fortaleza habremos de remontarnos al año de 1914, más o menos fecha en que llegó a Salamanca el español radicado en México desde años atrás, Secundino Bellas. El sabía elaborar productos de leche como cajeta, chicloso y natillas y la zona del Bajío tenía una estupenda producción lechera y don Secundino encontró en Salamanca un campo amplísimo para obtener la materia prima básica en la producción de los dulces que él sabía preparar. Un antiguo conocido de él era su paisano don Salvador Quintanal, hombre que se había partido el alma trabajando en Tampico durante la llamada “época de oro negro”, incluso empujando un carrito con frutas, jugos y aguas frescas”. Un par de años más adelante, 1916, ambos se encuentran en Salamanca.

Esta es una de las ocho puertas que aún se conservan, de lo que fueron las cámaras de conservación. Gruesa madera fina aun queda como mudo testigo de varios años de magnífica producción.

Del esfuerzo de estos dos hombres surge primero un pequeño negocio denominado La Española, que se dedicaba a la elaboración de dulces de leche, mismos que se vendían en la estación del tren, directamente por don Secundino. El negocio prosperó y tenían ya dos puntos de producción, uno en Salamanca, el otro en Cortazar, el nombre era ahora La Ibérica, ya para 1920 con el constante crecimiento vuelve a cambiar el nombre a La Fortaleza. Comenzaron las primeras pruebas de empaque de frutas, los primeros fueron duraznos, pero, al no contar con el envase adecuado, que normalmente estallaban, las pruebas continuaron, experimentando en distintos procesos de los “baños maría” hasta dar con el adecuado, se lanzaron al mercado envases de vidrio conteniendo duraznos, peras, manzanas y guayabas en almíbar. Corría el año de 1921.

Esta era la puerta que conducía de la zona de producción a los patios de carga y descarga de las materias primas antes de ser procesados, actualmente es parte de la calle Emilio Carranza.

El negocio tornó exitoso, se hicieron más pruebas, ahora con latas, se logró controlar el empaque de verduras, los productos que se comercializaban localmente incursionaron en el mercado internacional, llegaron a venderse en España, Estados Unidos y Centroamérica. El fundador Don Secundino Bellas muere en 1931, la empresa sigue prosperando, se convierte en la principal fuente de trabajo en la zona, así lo consigna un documento que encontré, fechado en marzo de 1944, sin autor y dice que en Salamanca “el comercio es regular y como industrias hay que consignar, en primer lugar la de la fábrica de “La Fortaleza” muy importante factoría que se dedica al acondicionamiento y envase de frutas, verduras y algunos derivados de leche…” La importancia de La Fortaleza fue tal que en la temporada alta, de mayo a septiembre contrataba 1600 empleados eventuales, más 100 fijos en un pueblo que contaba con poco más de 12mil habitantes en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX.

Al fondo, a la izquierda, donde se ven grandes árboles, ese era el patio de maniobras de La Fortaleza. Había un tinaco de agua que surtía al tren. 14 furgones de este tamaño llegaban diariamente a descargar, en temporada, piña. Grandes letreros, ya desaparecidos, anunciaban con orgullo LA FORTALEZA.

Ramiro de la Garma consigna en el libro ya citado que “para que se tenga una idea de lo que fue este negocio habremos de decir que el enlatado de piña requería de un abastecimiento de 14 furgones de ferrocarril diariamente y la gente de Salamanca se hartaba de comer corazones de piña y la ciudad entera se penetraba del aroma de dicha fruta.” Ya en los sesenta, luego de una huelga que se prolongó por más de un año La Fortaleza es comprada por unos inversionistas judíos encabezados por Jack y Marcos Kalb con la intención de monopolizar todas las plantas de conservas de México, cosa que no sucedió pues Clemente Jacques no lo permitió. La nueva administración desconocía el manejo de esta industria y la llevó a la quiebra, rematándola a la empresa norteamericana Heinz, la famosa creadora de la salsa cátsup.

Este tubo que se ve, es parte de la maquinara que sirve para la carga de las semillas que actualmente se almacenan en lo que fueron las líneas de producción de La Fortaleza.

Fue allí donde comenzaron mis problemas, cuando La Fortaleza dejó de existir, por ende la producción de piña en lata, en su lugar, en ese gran tinaco que veía desde mi casa se pintó con la leyenda Heinz 57 y su característico logo. El olor a jitomate cocido suplantó al dulce aroma de la piña en el aire de Salamanca. Fueron pocos años, tal vez dos, los que Heinz operó en Salamanca, la planta fue desmantelada. En su lugar existe ahora la Sociedad Cooperativa Agropecuaria de Salamanca, A.C. La Fortaleza es, indudablemente, una leyenda en el Bajío.

Como leyenda es la salsa cátsup o ketchup como dicen por ahí. Yo aseguraba, en base a lo que vi en Marruecos, que era de allá, de ese país norafricano donde se había creado la salsa cátsup, pero veo que Wikipedia dice otra cosa: Henry John Heinz (1844 – 1919) fue un hombre de negocios estadounidense. Conocido por haber sido el primero que añadió a la salsa de origen chino denominada ketsiap la salsa de tomate y posteriormente comercializarla con el nombre de Ketchup, fue fundador de la empresa que lleva su nombre.

De los pocos vestigios que quedan de La Fortaleza, está esto que fue el tubo surtidor de agua de los miles de miles de litros con los que se pudieron elaborar las delicias que inundaron el mercado nacional, y parte del internacional hace ya algunos años en esta Salamanca que viene a confirmar aquello de ser "el pasado perfecto del futuro incierto del verbo vivir".


miércoles, 22 de abril de 2009

La Cambaya de Salamanca, cuando aquí se producía la mejor de México.

Estos telares produjeron, una vez, la afamada Cambaya de Salamanca.

El ritmo de la vida que llevamos actualmente, en la que las cosas son cada vez más rápido, en las que es menos el tiempo disponible para darnos cuenta de las cosas que nos rodean, son infinidad de detalles que dejamos pasar sin prestarle mayor atención. Uno de ellos es el nombre de las calles, las direcciones en la actualidad se dan con señas, haciendo mención de lo que hay cerca del lugar al que vamos y sin pensar en la importancia al nombre de la calle, mucho menos interesándonos en quién fue y que hizo el personaje del que se decidió dar su nombre a una calle. Aquí en Salamanca, al igual que en todo México, tenemos las calles Hidalgo, Morelos, Juárez, pero también las de Albino García, Bartolomé Sánchez, Faja de Oro, por mencionar tres, de las que normalmente no tenemos idea de quién o qué fue. Una de ellas es Emeteria Valencia mujer nacida en Salamanca en el siglo XIX y que contribuyó enormemente al desarrollo industrial de esa época, pues descendía de una familia que hizo gran riqueza en la fabricación de telas, entre otras, la que fue famosa Cambaya de Salamanca. De allí la razón por la cual hay una calle que lleva su nombre, pero, ¿Quién fue Emeteria Valencia?

La Cambaya se sigue produciendo industrialmente en Puebla, artesanalmente en Michoacán, es muy usada en la industria hotelera como mantelería pues sus colores intensos realzan en mucho las mesas durante las “Noches Mexicanas”.

Del mestizaje que comentaba en otro post, de ese que se manifestó en el arte y se nombró Tequitqui, debemos considerar uno más, el que se dio en la industria textil. Salamanca formaba parte del Obispado de Michoacán y fue en el siglo XVI, que se introdujeron las tecnologías para la producción de telas, una de ellas, la Cambaya, una especie de manta, de bajo costo, resistente y que se utilizó profusamente al paso del tiempo, cuando, debido a ese choque de culturas, los naturales se vieron en la necesidad de cambiar sus hábitos, incluidos el del vestir, de allí el crecimiento en la producción de tela en la zona del Bajío; pero, veamos la historia por partes.

Al parecer son diez y seis los telares que siguen empolvándose día con día, la entrada de productos chinos está aniquilando a muchas de las industrias mexicanas. Además del cambio en las modas del vestir.

Es Pedro González, en su Geografía local del Estado de Guanajuato, publicada en 1904, quién da los primeros antecedentes de la familia Valencia, recordemos que en el centro de México había severos problemas de gobernabilidad, los asaltos en los caminos eran cosa común, la invasión francesa y la norteamericana estaban en su momento o acababan de acontecer, era la mitad del siglo XIX cuando “Salamanca se gloría de haber continuado en el Estado, la introducción de la industria fabril y recuerda, con orgullo y gratitud, los nombres de los señores Doña Tecla y Don Patricio Valencia”… padres de Doña Emeteria, nacida el 2 de Marzo de 1834. En esa época en cada población era necesario producir todo lo necesario para la vida diaria, no existían aun los grandes centros de producción, el comercio era regional, asi en la Estadística del Estado de Guanajuato de 1895, Alfonso Luis Velasco anota que “Salamanca mantiene un activo comercio con Guanajuato, México, Valle de Santiago, León, Irapuato y Celaya. Exporta sus cereales, sus rebozos, sus cambayas, su aguardiente, sus sombreros de palma, etc., para dichas ciudades; así como manteca de cerdo en gran cantidad y cerdos vivos, sobre todo para México…”

En la esquina de Zaragoza y Obregón se ubica la placa conmemorativa al primer centenario del nacimiento de Doña Emeteria Valencia, la que fuera propietaria de los telares del siglo XIX y gran benefactora de Salamanca y Celaya.

Don Patricio Valencia tuvo en la primera mitad del siglo XIX una importante fábrica de hilados y tejidos, la primera que hubo en el Bajío con maquinaria importada, con la cual hizo considerable fortuna que le permitió comprar o fundar dos fábricas en Salvatierra, doña Emeteria casó con un español, Eusebio González, empleado de don Patricio y sin duda muy hábil hombre de negocios quien, manejando lo heredado por su esposa, aumentó en mucho su capital; ya en sus últimos años anunciaba “La Reforma” fábrica de mantas en Salvatierra; “La Providencia”, fábrica de mantas en Soria y “San Fernando”, fábrica de tejidos de lana; mientras que en Celaya mantenía la “Fábrica de calicós el Carmen”. Datos tomados del libro de don José Rojas Garcidueñas.

Al respecto, hay algo en torno al calicó, Wiki nos dice que: “El calicó [del francés, calicot] es un tejido de algodón, normalmente estampado por una cara con colores vivos. Es originario de la India, donde se fabricaba ya en el siglo XI. Su nombre, deriva de Calicut, ciudad del suroeste de la India en la provincia de Kerala”.

Este que fuera el último centro de producción de Cambaya de Salamanca, propiedad de don José Vargas Rosa mantiene aun el altar, también en ruinas, en donde el mantel que lo cubre es, evidentemente, Cambaya de Salamanca.

La producción de una de las telas de mayor demanda del siglo XIX, la cambaya, tela hecha a base de algodón tenía un largo proceso de elaboración artesanal con doce horas de trabajo se lograban sacar 25 metros. Camisa y calzón blanco de esta tela era la vestimenta típica de los hombres. De ahí el éxito en los telares de los Valencia. Las cambayas, esas mantas de algodón introducidas en México por los españoles llevaban ya casi tres siglos de desarrollo en la zona del Bajío, la producción fue cada vez mayor, se diversificó a otros textiles, invirtieron en molinos de trigo, teatros, almacenes comerciales y líneas de tranvía.. Al no contar con descendencia y estando viuda, doña Emeteria enfoca sus esfuerzos en la ayuda comunitaria, especialmente en la beneficencia, ayudando a la fundación de escuelas y hospicios, tanto en Salamanca como en Celaya.

Centenares de kilómetros se produjeron en estos talleres textiles de Cambaya.

En 1880 el matrimonio González Valencia se va a radicar a Celaya, es allí en donde doña Emeteria muere el 25 de octubre de 1893, siendo ya viuda y dejando un gran legado a esta parte del Bajío. En cuanto a la industria textil, fue José Vargas Rosas quién siguió con la tradición llegando a tener en 1950 diez y seis telares, dos urdidoras y una rebanadora, poco a poco su producción fue bajando, debido a los altos costos, hasta que, luego de una exitosa producción de treinta años, desaparece dejándonos solo el recuerdo de lo que fue una próspera actividad en Salamanca. Hoy la cambaya se produce en forma artesanal que se considera tradicional en algunas zonas de Michoacán, Estado de México y Puebla. Y enfrenta el reto de renovarse o desaparecer, ante el cambio en los gustos de los consumidores, la falta de mercados y la entrada indiscriminada a México de telas producidas en China y la India.

A la izquierda se ve el taller abandonado de Cambaya de Salamanca, el árbol nos dice que no todo está perdido, siempre hay un corazón latiendo con la esperanza de que la industria que una vez dio gran impulso a Salamanca vuelva a florecer.