sábado, 24 de mayo de 2014

Yaxcabá, Yucatán; su curioso templo con tres torres.

    El nombre, desde la primera vez que lo oí, me pareció sumamente atractivo: Yaxcabá. Vi luego la fotografía de su templo y me pareció único, pero extraño a la vez. Un templo de tres torres, en donde la central sobresale por mucho de las dos laterales. Lo llevaba anotado en mi lista, pero no sabía cuándo me iría para allá. Como vi que era cabecera municipal pensé que contaba con todos los servicios, había salido ya de Dzitas, me dirigía a Pisté, sitio en el que está el entronque con la carretera Mérida-Valladolid que, en buena medida, es la columna vertebral del estado. Pisté, además, es la comisaría que cuenta con todo tipo de servicios, dado que allí a menos de dos kilómetros, está el acceso a la zona arqueológica de Chichén Itzá.

    Eran las dos de la tarde, el calor se sentía con intensidad y el sol era de ese que se dice plomizo, por caer con fuerza y casi taladrar la piel. Me había levantado desde muy temprano, así que decidí comer en Pisté, al poco comenzó el habitual desfile: decenas de camiones turísticos, esos que vienen de Cancún y Riviera Maya con montones de turistas, ambiente poco propicio para mí, así que decidí continuar, evitar la multitud y el olor a Hawaiian Tropic que, regularmente es el que domina cuando la marabunta de turistas comienzan a caminar.

    Para llegar a Yaxcabá, me dijeron, era necesario esperar el autobús a Mérida y bajarme en una comisaría llamada Libre Unión, y allí esperar, en el entronque de caminos, a que pasara un taxi que fuera a ese poblado. El recorrido fue corto, en Libre Unión estaba ya media hora después. El calor se sentía con mayor intensidad aun, caminé un poco por la población, muy reducida, pero siempre atento a la carretera para no perder al taxi colectivo que me llevaría. Tuve tiempo para ver el Cenote Azul, una verdadera maravilla que si algo tiene, es ese color.

    No recuerdo bien cuanto tiempo esperé, digamos que poco más de media hora, 45 minutos tal vez y pasó el taxi colectivo que de Mérida se dirigía a Yaxcabá, por suerte había lugares. Estaba a 18 kilómetros, así que fue más bien corto el trayecto. Llegando a Yaxcabá, lo que domina todo el panorama es ese singular templo.

    Curioso en verdad, se trata del templo y ex convento de San Pedro, construido por franciscanos entre 1747 y 1755, es decir, ya se había superado aquella tradición de la espadaña, ahora se presentaba con las habituales torres laterales y una, de tres cuerpos, central. Aun no entiendo la razón por la cual la tercera torre, pero de que el resultado visual es único, lo es.

    Al lado derecho del templo se levanta el ex convento, junto hay una gigantesca explanada, en la que bien caben tres canchas de futbol, con eso te darás una idea de la dimensión.

    Me atormenta saber la razón de la tercera torre, el templo está cerrado, dicen que hay dentro algunos retablos interesantes pero más bien me dedico a buscar alojamiento, con la sorpresa de que allí no hay ese servicio, son ya las cinco de la tarde, los servicios de transporte público ya concluyeron, solo queda un par de taxis y estamos a 35 kilómetros del sitio más cercano en donde hay alojamiento. De pronto el taxista me dice algo que, como reza el dicho, fue miel para mis oídos: "aquí cerca rentan cabañas".

   Sí, continua diciendo, es una zona arqueológica, allí hay cabañas en renta, está a unos 20 kilómetros, yo lo puedo llevar, son 120 pesos. La idea de una cabaña apartada, lejana, en la selva me llamó poderosamente la atención, así que, le dije, deje que recorro el pueblo y ahora vengo. Fui a ver la arcada del convento.

    Caminé en rededor del templo, traté de averiguar datos en la biblioteca local, que estaba abierta, pero no tuve suerte. Seguí caminando, di con el cenote, y algo hermoso en verdad: el cementerio anexo al templo, en el lado izquierdo. Ya casi en ruinas, pero con la barda perimetral completa.

 Me seguí preguntando la razón por la cual la tercera torre...

   Sobre un montículo, del lado izquierdo a la parroquia de San Pedro, se levanta una capilla, tal vez fue aquí un centro ceremonial maya, pero ni a quién preguntarle... seguí caminando, el calor seguía siendo intenso.





Tiempo de Vaquería, de eso ya hablaremos en su debida oportunidad.

   El antiguo cementerio.

 Las casonas, abandonadas, semiabandonada y otras habitadas, en rededor de la gigantesca explanada.






 La "Casa del Hechicero", del siglo XVIII.

  La barda perimetral del ex convento.

 El cenote.

 La estupenda línea auténticamente yucateca.




Estoy agotado, ansío un baño, me aproximo al taxista que sigue en esa paz casi espeluznante que reina en el lugar: Voy a comprar agua y unas galletas, le digo. No es necesario, allá hay de todo. Ah, entonces no está despoblado, pregunto. No, es un pueblo pequeño, hay de todo. ¿Luz? sí, me responde, ah, entonces no estaré solo. No.... ¿y cómo me dijo que se llama? Yaxunah, me responde. Bien, pues entonces, vámonos para Yaxunah... oí a lo lejos el primer trueno, el cielo comenzaba a nublarse, amenazaba lluvia.

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