domingo, 25 de mayo de 2014

Yaxuná, Yucatán: el paraíso recuperado.

    Suelo hacer una ruta, antes de salir por ahí, antes de "tirarme a perder". Ruta que no es un itinerario ya organizado y que no permite cambios. Nada de eso, se trata de llevar una idea de los lugares a visitar, mismos que irán cambiando en caso de que encuentre algo que por su excepcional belleza o tranquilidad me hagan hagan cambiar el plan. Por fortuna me sucedió nuevamente. Fue cosa tan solo de subir en ese taxi un poco desvencijado en Yaxcabá y adentrarnos un poco en la selva baja para darme cuenta que me estaban conduciendo a un verdadero paraíso.

    Hay quien piensa que el paraíso incluye una playa. Yo no. Yo pienso que el paraíso se localiza en una selva, en un sitio en donde hay horas soleadas, otras de nubes y otras tantas de lluvia, de esa que cae suave, con matices de intensidad y que persiste por horas, creando una atmósfera de encanto cuando comienza la noche. Pienso que el mejor hábitat que podemos tener es rodeados de selva, y hacia allá voy.

   De pronto el verdor de la selva termina, aparece una zona desolada, se ven pequeños montículos, tierras quemadas, vestigios de una capilla, ¿qué es esto?, le pregunto al taxista. Un pueblo fantasma, hace poco que lo abandonaron, no había agua y solo tres familias vivían. Aparece la desviación a un pueblo llamado Chimay, según lo veo en el mapa, pocos kilómetros más adelante entramos a otro pueblo, se trata de Kankabdzonot, lo cruzamos, hay una antigua iglesia, con su panteón adosado frente a la siempre presente enorme explanada, seguimos el camino, que se empieza a salpicar con intensos colores.

   La nublazón es cada vez más intensa, en tan solo quince o veinte minutos hay ya pesadas nubes encima, de seguro lloverá fuerte más tarde. Lluvia de oro, tabachines, se van sucediendo uno a uno por el camino, voy maravillado, el taxista lo nota. Me dice: le va a gustar mucho ese pueblo, la vegetación es más espesa.

    Pasamos frente a una escuela rural, el camino está en buenas condiciones, de hecho, todos los caminos por donde he andado en Yucatán están en buenas condiciones, por apartados que estén. Si bien son carreteras estrechas, dado el poco tránsito que tienen, están en buenas condiciones, es notorio que el encarpetado asfáltico se hizo hace poco tiempo, quizá antes del cambio de administración estatal.

    Estupenda coloración a lo largo del camino, eso me va confirmando que, efectivamente, vamos rumbo al paraíso, ahí está, me dice el taxista, ese es el pueblo. La primera sorpresa que me causa un enorme gusto es ver en cada esquina un bote de basura... gusto que me dura poco, pues los botes están vacíos, la gente sigue tirando la basura en la calle.

   Yaxuná es una antigua población maya, vivió los tiempos de esplendor del Clásico y el Clásico Tardío, era el punto terminal del Sacbé (camino) a Cobá, por lo tanto era un punto comercial, allí se recibía toda la mercancía del Caribe, que sería distribuida entre las principales poblaciones de la región. Chichén Itzá se localiza a 25 kilómetros de allí. Luego del abandono de las ciudades mayas, y de la conquista, la guerra de castas y demás calamidades, se formó el ejido conservó el nombre. Y adquirió una magnífica costumbre: la prohibición de venta y consumo de alcohol en la comunidad.

    Yaxuná es en la actualidad una comisaria, es un pueblo maya en el que solamente se oye el caer de punzones y marros que labran la madera pues esa es la actividad principal. Todas esas máscaras y demás objetos de madera que se venden como recuerdo en Cancún, Playa del Carmen, Tulúm y Mérida, están elaborados aquí. No es un centro productor exclusivo, son varios los pueblos en Yucatán que a eso se dedican. Haciendo una explotación racional del árbol de Chacac que es madera muy blanda al momento de ser cortada y que al poco se vuelve rígida, pero siempre ligera.

   Es más bien poca la tierra dedicada a la milpa, son cultivos para satisfacer necesidades familiares, pues la tierra no es del todo productiva, pero lo que sí hay es abundancia de árboles frutales, abundancia de colmenas, el árbol de Chacac crece con facilidad, solo se clava una estaca y al poco enraizará y crecerá un árbol, el propio ejido es el que lleva un control en cuanto a la tala se refiere.

    ¿Dime si exagero al decirte que estamos en el paraíso? No hay consumo de alcohol, se controla, o se trata, de controlar la basura, hay conciencia en cuanto a la conservación de la naturaleza y, lo mejor que veo en el poco tiempo que tengo aquí es que ofrecen actividades a los menores, además la lengua maya está viva.

   El taxista me dice ¿sí se queda? Claro que sí, entonces grita el nombre de alguien: Bertino, y aparece un joven que fue quien me indicó todo lo que hay allí, quien me dará la llave de la cabaña, en fin, el que será mi contacto en la comunidad, me dice que hay un cenote, pero que como ha llovido el agua está turbia, de lo contrario estaría totalmente cristalina. Hago preguntas básicas, quiero saber en dónde está la tienda, tengo la precaución de comprar algún ahuyentador de mosquitos, de lo contrario me comerán esa noche, necesito agua, algunas frutas, todo allí lo encontrará. ¿Sí se quedará? me vuelve a preguntar. Sí, le confirmo, me quedo. Bueno, mañana a las ocho habrá un festival. Me informa. Perfecto, entonces deja que camino un poco y vengo por la llave.

    Y la zona arqueológica, me dice, queda allá y señala hacia el oriente. Son ochocientos metros. Perfecto, pensé para mis adentros, justo lo que requiero. La nublazón continuaba, así que apuro el paso, pero con calma, y me lanzo a conocer el pueblo de Yaxuná. Una auténtica joya escondida en la selva baja de Yucatán, las fotos te seguirán contando lo que experimenté en ese, mi primer encuentro con una comunidad maya en pleno siglo XXI:






























  Y la lluvia comenzó... creo me quedaré aquí varias noches...

1 comentario:

  1. Que envidia !! Con todo el trabajo que tengo me gustaria tanto dormir en un lugar como ese arrullandome por la lluvia....

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