jueves, 29 de marzo de 2018

Barroco estucado en San Luis Potosí: una maravilla más de la capital potosina

  Del barroco que en México [Nueva España] se desarrolló hubo una tendencia que dejó extraordinarias muestras en diferentes partes del territorio, se le conocía como barroco estucado el cual lo va desarrollando con esa técnica, la de modelar el yeso o algún otro tipo de argamasa para crear espacios de una espectacularidad sorprendente como es el caso del lateral del templo del Carmen en San Luis Potosí, del que no se habla mucho pues el resto de los retablos, que son al modo "tradicional" -por así decirlo- usa la madera recubierta en oro y aquí, en el estucado, se deja todo en el color natural, blanco, para darle importancia a algunos elementos escultóricos con colores que los hacen resaltar.

  Llamamos así esta modalidad puesto que emplea básicamente, para expresarse materiales estucables que reúnen facilidades en el manejo técnico, la economía y la riqueza morfológica, (yeserías para los interiores y argamasa para los exteriores). Su técnica es de modelado y no de labra, por lo que fácil ejecución dio cauce a los mayores alardes de la expresividad barroca. Esta facilidad técnica ayudó a que los estucos marcasen, el primer paso del estilo, en su busca de esplendor y unidad totalizadores.

  El barroco estucado se caracteriza por ser puramente decorativo, es por lo tanto anástilo, es decir, no emplea el apoyo arquitectónico pero se sujeta a composición y no rebasa los límites que le marcan los paños en que se aplica; cubre, sin ocultar, pilastras, arcos y bóvedas. Respeta todas las líneas de estructura y composición aún secundarias, como lunetas de bóvedas, intercolumnios, jambas, tímpanos y enjutas.

  Sus formas rizadas y tupidas con abundancia, no irrumpen exageradamente en el espacio, por lo que conservan un carácter de planimetría y claridad compositivas. En su riqueza morfológica es sincero al permitir apreciar con toda limpieza las estructuras en que se aplica; su esplendor tiene un tono de serenidad al sujetarse a las direcciones geométricas de la arquitectura que lo recibe. Este respeto a ejes compositivos y planos delimitadores es la mayor diferencia entre esta modalidad del barroco estucado y el ultrabarroco, última forma que habrá de cerrar el ciclo, desbordando límites, ocultando estructuras e introduciendo vigorosamente en el espacio volúmenes arbitrarios.

  Esta modalidad inicia cronológicamente, en plan monumental, la tendencia decorativa del barroco. Tiene su mayor florecimiento en la segunda mitad del siglo XVII, en las yeserías de Puebla y de Oaxaca, entre las que sobresalen: la Capilla del Rosario y la de San Cristóbal, en Puebla; en Oaxaca, Santo Domingo y el vecino santuario del Santo Cristo de Tlacolula. En el siglo XVIII se realizaron estucados de gran Importancia como son: la decoración de Tonantzíntla y los camarines marianos de Ocotlán en Tlaxcala, de Tepotzotlán en el Valle de México, y la Santa Casa, en San Miguel Allende, Guanajuato.

  Al exterior hubo manifestaciones tan importantes como las fachadas de Tepalcingo y Jolalpan en Morelos. Mas, en todo el país, el pueblo recogió amorosamente esta tendencia por el esplendor ornamental y aunque los estucos, como modalidad propiamente barroca, terminan su ciclo vital en el siglo XVIII, también el siglo XIX vio filtrarse entre la aridez de sus recetas académicas, persistencias de estucos abarrocados, como en la Capilla de Loreto en Guadalupe, Zacatecas. En Michoacán vino a tener sus más recientes expresiones el estuco ya en los principios de nuestro siglo, con la parroquia de Tlalpujahua y el Santuario Guadalupano de Morelia, en los que al gusto por la ornamentación total de interiores se incorporan el arte de sentido popular y algunas expresiones del Art-Nouveau, complicadas y enriquecidas por la reaparición de la técnica indígena del pastillaje, a base de barro cocido, policromado y pegado.

  La pertinaz aparición esporádica de abundantes ornamentaciones, aplicadas sobre estructuras arquitectónicas que no necesariamente tienen por qué recibirlas, nos indica la relativa cronología con que puede ordenarse esta inclinación del gusto mexicano, la que iniciada y redondeada en obras barrocas, no impide por esto una continuidad en otras épocas y estilos y así, en consecuencia, aun podemos esperar reapariciones de dicha tendencia aunque ya no referidas completamente al barroco, cuyo ciclo histórico está definitivamente cerrado. (1)














Fuente:

González Galván, Manuel. Modalidades del barroco mexicano. Anales, No. 30, Vol. 8, pp. IIE-UNAM, México, 1961. pp. 42-43. Para leer el artículo completo, entra aquí.

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