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sábado, 12 de marzo de 2016

El mural de Diego Rivera en el Palacio de Cortés, Cuernavaca

   Y llegamos a la meta... la meta del viaje a Cuernavaca: ver el mural que Diego Rivera pintó, tengo entendido, en Septiembre de 1929, llamado Historia del Estado de Morelos. Y la razón que tengo para visitarlo es una muy concreta: ver uno de cuadro específico, de los pintados en blanco y negro en la técnica de la grisalla en el que aparece un personaje del que busco datos desde hace varios años: Igrancio de Alarcón y Roquetilla, el cual fue un líder del bando indígena cuando ocurre la conquista de México, de acuerdo a la historia que, al no estar bien documentada, es más bien una leyenda, su nombre antes de ser cristianizado era Acualmeztli.

   Y alguien por ahí usó la figura de Acualmeztli para integrarla a otra leyenda, en Salamanca, la del Señor del Hospital y como la única referencia que tengo es la de Francisco Sosa en sus célebres Biografías cuando vi que Rivera había incluido en el discurso del mural a Roquetilla, la cosa me cambió pues ahora veía al personaje relacionado no con la caída de Tenochtitlán, sino de Cuauhnáhuac. Pensé encontrar una historia más completa sobre Acualmeztli y/o Roquetilla pero... al entrar a una librería, no diré cuál, pregunto sobre una Historia y la cara y la respuesta del chico que me atendía fue tal que bien podría pensar que él estaba viendo al mismísimo diablo y una diabólica pregunta le estaba haciendo.

   Y como no obtuve respuesta alguna, solamente un dedo índice que me indicaba un anaquel de la librería (no digo cuál pero usa colores verde y negro), le hago una segunda pregunta: ¿en dónde hay una biblioteca por aquí? Como el diablo seguía aterrorizando al chico, decidí mejor salirme de ahí, y casi en la puerta me dice: no se. Bueno, para qué seguir con mi relatoria, solo te puedo decir que el diablo le hizo la misma pregunta a varias personas de la ciudad, incluidas guías certificados y todos, todos con rostros atemorizados simplemente dijeron. No en el mejor de los casos, otros solo movieron la cabeza. En fin, el caso es que el mural de Rivera es, como todo lo que él creó: una maravilla.



















 
















  Para leer sobre Rivera te recomiendo un sitio estupendo, MoMa entra aquí. En la Revista de la UNAM hay muy buenos datos sobre el pintor, este es el enlace.

jueves, 18 de agosto de 2011

El agua, origen de la vida. El Cárcamo de Dolores, ciudad de México

953.- Ahora que nos estamos acercando a los MIL artículos de El Bable me doy cuenta de que no estaba tan errado cuando comencé el blog pues un artículo que publiqué antes de cumplir el primer mes fue relacionado con el traslado de Tláloc al Museo Nacional de Antropología e Historia y de la Fuente de Tláloc que hay en la segunda sección del Bosque de Chapultepec; fue el primero en recibir comentarios de los lectores, el artículo lo hice en base a lecturas y algunos recuerdos que tenía, pero la fuente no la conocía. Ahora que tuve la oportunidad de pasar unos días en la ciudad de México llevaba como primer objetivo conocer personalmente la obra de Diego Rivera que en ese lugar se encuentra, la visita fue grata, impactante... inolvidable.

Luego de caminar por una zona poco transitada por personas pero, como en toda la ciudad, con un abrumador número de vehículos cruzando en todas direcciones, luego de subir y bajar puentes, pasar túneles, preguntar a varios militares que en donde estaba el Cárcamo de Dolores, de preguntar a un taxista que se tomaba una siesta que si por ahí había una serie de fuentes en una especie de calle, según lo recordaba de una película de Mauricio Garcés o de Cantinflas; di finalmente con la entrada, por la calle Constituyentes, luego de pasar el Museo del Papalote, pero, ahora que estaba ya en la segunda sección de Chapultepec... ¿hacia donde sigo, no hay señales? Una persona que pasaba por ahí, con cara de que se conocía el bosque me indicó claramente como llegar a la Fuente de Tláloc. Para allá me dirigí.

Al aproximarme al recinto lo primero que vi fue una enorme cabeza que sobresalía de un estanque con agua que hace unos dos meses era cristalina, ahora su tono verde indicaba la falta total de mantenimiento, a pesar de que apenas en diciembre pasado la restauración de todo el conjunto de pintura y escultura había sido concluido y abierto al público; como quiera se veía como algo enigmático. Del lado derecho una loma, con notorio diseño de una pirámide y su escalera central indicaba que había que subir para entender lo que Diego Rivera imaginó y luego plasmó con cemento y cientos de mosaicos, de esos pequeñitos, tipo venecianos: Un Tláloc con las piernas extendidas, como si fuera corriendo y sus brazos uno dejando caer unos granos de maíz y con la otra recolectando las mazorcas.

Aunque el agua está turbia, los reflejos que causa la escultura y que fueron pensados, por el gran Rivera, crean una imagen de un ser enorme, como enorme era la presencia de Tláloc, en la Gran Tenochtitlán. Tláloc era el dios del agua, por ende, de la lluvia, entre los aztecas. Pregunté a uno de los que allí trabajan que si aun no estaba concluida la restauración o más bien, que por que no se veían los diseños que estaban en la base del estanque. Hace dos meses que no lo limpian, me dijo. Como quiera, insisto, la fuente es impresionante.

Todo ese movimiento artístico que hubo desde los treintas y los cuarentas, cuando se dejó de copiar un neoclásico que olvidaba las formas totalmente nacionalistas, y se fueron adoptando las formas creadas por teotihuacanos y toltecas y enmarcadas por el singular diseño que los magueyes tienen están presentes en este espacio, la armonía es perfecta... me recordó mucho las imágenes que en el cine de oro mexicano captó Gabriel Figueroa. Agregaré que había uno de esos singulares días en que estaba despejado y las nubes eran fuertes, intensas, como las que ese fotógrafo siempre retrató.

La idea de Diego Rivera fue bien clara, habría una fuente dedicada a Tláloc, sería como el atrio del nuevo cárcamo que se construiría para alimentar de agua a la creciente ciudad de México. Y en la bóveda que conformaría propiamente el cárcamo pintaría con su estilo y su fuerza un mural que tituló El agua, origen de la vida, en él reflejaría la utilidad del agua, incluso con fines recreativos y allí retrataría a su hija, por cierto con un movimiento y colorido que sobresale del resto de la obra. Pero la idea iba aun más allá, pues integraría propiamente el correr del agua del Lerma que llegaba al cárcamo con el mural para de allí pasar a las bombas que enviarían el agua a los cuatro puntos cardinales de la sedienta ciudad.

En 1943 comienza la obra en su parte de ingeniería hidráulica, para 1950 Diego Rivera inicia la obra artística, luego de un año de trabajos el mural queda completado, la idea fue sorprendente, integrar su pintura dentro del agua que entra al recinto y, con el sonido de la misma, hacer reflexionar a los visitantes sobre la importancia del líquido... cosa que sigue vigente, solo que, el agua fue desviada debido a que estaba dañando al mural.

Esta que vemos en la fotografía es la otra cara de Tláloc, la que da frente a la entrada al recinto que contiene el mural, un concepto de dualidad, tan común en la cosmogonía azteca que Diego Rivera interpretó atinadamente.

En la placa se dan los créditos a la realización del cárcamo y de toda la compleja obra hidráulica conocida actualmente como Sistema Lerma-Cutzamala. Destacan en Ing. Eduardo Molina y el Arq. Ricardo Rivas...

Ahora vemos al fondo esa especie de pirámide, cosa que fue incluida en la reciente restauración del conjunto, es obra del Arq. Kalach. La toma fue hecha desde la terraza antes de entrar al lugar donde se ubica el mural. Por cierto, las fotografías dentro del recinto están prohibidas, razón por la cual no incluyo ninguna.

A esto es a lo que me refiero con lo de la influencia Teotihuacana o Tolteca: lineas simples, ángulos marcados, pureza en el diseño. Esta es la pared exterior del recinto que guarda el mural de Diego Rivera sobre el agua.

La mano derecha de Tláloc que nos ofrece el maíz, las mazorcas listas para ser consumidas.

Esta fue la única toma que pude hacer del interior, la tomé desde el pórtico. Vemos dos cosas; una, el detalle estilizado de la cabeza de una serpiente, notamos la lengua bífida. Es una lámpara. La otra, los tubos que penden de un sistema muy particular que produce música, se llama Cámara de Lambdoma, el cual, manteniendo la idea original de Rivera, pero con la nueva tecnología, recibe los sonidos que produce el agua en el cárcamo y los transforma en una música blanca, algo que amerita ir a conocer el recinto y sentir el arte con la vista y el oído.

La parte posterior del recinto. La foto la tomé estando parado encima del lugar en donde va cayendo el agua del Lerma para luego irse a uno de los cuatro gigantescos contenedores.

Estas eran (o son) los engranes que controlan la puerta para cada uno de los enormes aljibes o contenedores de millones de litros de agua del sistema Lerma Cutzamala.

A pocos metros de allí se encuentra la otra parte, la que fuera construida en el porfiriato, este es actualmente el cuarto de máquinas, apenas se ve la parte alta de la bóveda, es un edificio bastante grande, circular, como se pude notar, solo se escuchan los motores que accionan el bombeo de agua.

Y la visita concluye aquí en uno de los cuatro respiraderos de los gigantescos contenedores de agua, a la izquierda se alcanza a ver otro más, por la proporción te darás una idea de las dimensiones de estos, digamos, aljibes. Lo he dicho una y otra vez, lo anotaré de nuevo: sin lugar a dudas la ciudad de México es lo más interesante que hay en nuestro país, eso cosa de saberla ver con los ojos adecuados...

Si te interesa el tema, este es el sitio oficial del proyecto de restauración:
http://z4rt.com/carcamo/introduccion/

La historia completa del cárcamo y del traslado de Tláloc, aquí:
http://vamonosalbable.blogspot.com/2009/01/tlloc-nctar-de-la-vida.html