El mestizaje que vivimos en México se dio también en lo religioso, prueba de ello la tenemos en la celebración de Corpus Christi o Jueves de Corpus, el tercero de los tres jueves más importantes en la religión católica, los otros dos son el Jueves Santo y el Jueves de la Ascensión. Corpus Christi significa el Cuerpo de Cristo y es el recordatorio a la Eucaristía . Esta celebración se originó en Bélgica en el siglo XIII con Santa Juliana de Mont Cornillon y llegó a México con los Franciscanos quienes fueron los primeros en realizarla bajo los cánones europeos pero pronto fueron adquiriendo el sello característico de las celebraciones mexicanas.
Durante el virreinato las celebraciones religiosas tenían una obligatoriedad, todos asistían y realizaban lo que cada una de ellas marcaba, en el caso del Corpus, salir en procesión detrás de la eucaristía la cual era llevada por el Cura, los indígenas recién evangelizados acudían a los atrios de las iglesias, manteniendo la ancestral tradición de llevar una ofrenda a Dios, mazorcas, flores, incluso animales, al paso de los años, era tal cantidad de gente la que asistía al Corpus que se formaban ferias en donde se vendía todo tipo de productos, mismos que eran transportados a lomo de mula, de allí nace el nombre a esta fecha de “el día de las mulas”.
Desde la proclamación de la Independencia, México confirmó ser un estado católico, en donde la obligatoriedad de la religión estaba presente, esto mismo lo reafirmó Antonio López de Santa Anna al proclamarse presidente, durante su décimo mandato Carl Chrsitian Sartorius en su libro México hacia 1850 relata como era la celebración: “En México, al igual que en todos los países católicos, el Jueves de Corpus, que se celebra con gran esplendor, siempre coincide con la época más calurosa. Los elegantes desean exhibirse con sus más lujosos vestidos y suelen criticar los atuendos de los demás. Las solemnidades se inician con una misa oficiada en la Catedral por el arzobispo, estando presentes en ella todos los componentes del clero de la ciudad, incluyendo los monjes. Parte la procesión desde la Catedral hacia las calles cercanas del lado occidental, hasta alejarse unos mil pasos".
"Todo el trayecto está cubierto por un toldo de tela blanca con una orla roja, lo suficientemente alta para dejar libres los balcones de las casas. El presidente aparece con todos sus ministros y todo su consejo, así como las supremas autoridades, la administración, las universidades, las escuelas, la municipalidad, los generales en sus diferentes uniformes, con un brillante estado mayor y cuerpo de oficiales. El clero, a cuya cabeza marcha el Obispo con su cortejo de prebendados, es seguido por los bien disciplinados hijos de la Iglesia, ataviados con diferentes ropajes; van ondeando banderas y exhiben cruces inclinadas. El número de las personas que participan en la procesión ha sido previamente fijado, de tal modo que cuando el último par de personas que sale de la Catedral, el primero entra de nuevo por las grandes puertas. La ciudad tiene aspecto festivo; las casas están adornadas con tapetes y guirnaldas; en lo alto de palacios y torres flotan al viento banderas y gallardetes; tañen las campanas y ruge el cañón… exactamente como se hace en Europa”
El mestizaje de la celebración se da en la zona rural, manteniendo el concepto de los cuatro rincones del mundo que tenían los Aztecas establecidos en todos sus rituales. El mismo autor, Sartorius, lo describe como que “… en las grandes poblaciones indígenas de la meseta o de la montaña, en los cuatro costados de la plaza del templo acondicionan un camino verde con arbolillos y ramas, un emparrado estrechamente entretejido en la parte alta y a los lados, profusamente decorado con coronas de flores. En las cuatro esquinas de la plaza se levantan altares floridos donde se cantan responsos; el piso está cubierto también con flores y por todos lados se ven cuencos de barro en los que arde copal y estoraque. Algo singular, una reliquia del pasado que los sacerdotes cristianos han dejado continuar para solaz de los aborígenes, es el sacrificio de animales que los indios ofrecen a la divinidad, como sus antepasados lo ofrecían a Quetzalcóatl o Tláloc".
Esa es una de las tradiciones que perduran en Salamanca, ayer, Jueves de Corpus fueron levantados los cuatro altares en el Jardín Principal, al mediodía hubo la misa oficiada por el Obispo. Aquí conocemos esta celebración como Los Gremios, pues existen, desde hace más de un siglo, las agrupaciones gremiales que durante una semana hacen la ofrenda de la cera, esto es, entregar a la Parroquia del Señor del Hospital, la más importante en jerarquía en la ciudad, las velas que serán usadas durante todo el año en los oficios regulares. Antiguamente era, luego de la Semana Santa, la celebración más importante del año. A cada gremio se le asigna un día, a las 5 de la tarde es la entrada de las ceras, el templo es ricamente adornado con flores y las velas que eran obras maestras elaboradas aquí mismo, en la actualidad siguen utilizándose velas, menos elaboradas pero no dejan de ser obras artesanales, se les llama enjaezadas o escamadas.
Los gremios tenían asignado el miércoles anterior al Corpus entrando al medio día para salir a las 5 de la tarde del jueves, primero eran los Hortelanos, estos no existen ya, pues las huertas que rodeaban a la ciudad han sido desaparecidas por la mancha urbana, el jueves eran los panaderos quienes entraban con la cera, el viernes los Comerciantes hacían lo propio. Para el sábado uno de los gremios mas grandes era quien entraba, los Tejedores, de los cuales ya no existe ni uno solo, pues toda la industria textil local desapareció poco a poco, luego de haber sido la más importante del Bajío. El domingo eran los Carniceros quienes entraban, aquí cabe mencionar que antes, como no había rastro, eran los Matanceros un sector importante en el comercio, al igual que los Tocineros, que eran los que vendían la carne. El lunes los Carpinteros junto con los Alfareros. El martes eran los Zapateros, pues en Salamanca hubo una gran producción de calzado. El miércoles eran los demás oficios quienes hacían su entrada, Cereros, Sastres, Peluqueros y Herreros. La celebración era cerrada en la denominada “octava de Corpus” por los Labradores que era el gremio de mayor poder económico pues incluía a todos los Agricultores y la fiesta se tornaba espectacular.
La fiesta incluye una banda de música, las mojigangas, la quema del castillo y la venta de artesanías. El Jueves de Corpus fue durante mucho tiempo el ejemplo de las más arraigadas tradiciones mexicanas producto del mestizaje, con su marcado acento prehispánico al recorrer los cuatro puntos cardinales, saludando a cada uno de ellos, al sacar en procesión la Eucaristía, igual de cómo se viene haciendo en algunos países europeos desde la Edad Media. El decorado del templo se vuelve un claro ejemplo de la importancia que tuvieron las flores en el antiguo México, en fin... en verdad es una suerte que aun exista en Salamanca la tradición del Jueves Corpus.
EL DIA DE LAS MULAS
ResponderEliminarCatólica religión,
Pascua, la Resurrección,
sesenta días han pasado,
del calendario marcado.
¡Vamos tempranito a misa!,
amor, corazón, de prisa,
Jueves de Corpus llegó,
sufrimientos relegó.
Es el día que más disfruto,
el trabajo ya dio fruto,
recibamos sus “primicias”,
festejemos, mil albricias.
A Dios, llevemos ofrendas,
cumplamos sus encomiendas,
sigamos la procesión,
la fiesta, la tradición.
Bendito día de las mulas,
especiales, las más chulas,
de hoja de maíz reseca,
artesanía que no peca.
Con barro fresco, lozano,
obra fiel de un mexicano,
que se compra en los mercados,
en los tianguis afamados.
Cuatro palos para afuera,
no de madera cualquiera,
sostienen tierno animal,
muy terco pero, . . . formal.
Mulas tenaces, cargueras,
en las sendas, las primeras,
portando sillas divinas,
adornadas, diamantinas.
Cargan las lúcidas flores,
de perfumados olores,
rítmico vaivén, costados,
llevan preciosos atados.
Cajas de tablas, huacales,
enjarrados los mezcales,
miro cestas tamaleras,
también cucharas moleras.
Comales, cazuelas varias,
metates, jícaras parias,
hondas ollas frijoleras,
tinajas que son pulqueras.
Tienen brida, usan rienda,
así necedad se enmienda,
un hilo les guía el camino,
pender será su destino.
Acémilas, regalemos,
nuestro “folclor” reforcemos,
fomentando las costumbres,
se olvidan las pesadumbres.
Vistamos a nuestras niñas,
con faldas, con blusas finas,
moño, trenza a la cabeza,
reboso, collar turquesa.
Huaraches, gabán, divinos,
ataviemos bien los niños,
paliacate, ropa manta
y sombrero paja santa.
En cultura popular,
las mulas hay que adorar,
por siempre, serán eternas,
pues tienen almas fraternas.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 04 de junio de 2015
Dedicado a mis “mulitas” preferidas: Samantha Ramos Hernández y Marijose Rodríguez Ramos
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