En muchas ocasiones oí a mi mamá referirse al Manual de Carreño. De cómo este político y escritor venezolano se sentaba a la mesa sin jamás arrugarse el pantalón y de cómo se comportaba no solo en la mesa sino en prácticamente toda actividad en casa o fuera de ella. Manuel Antonio Carreño (1812-1874) escribió a mitad del siglo XIX una compilación de reglas de urbanidad que causaron tal impacto que aun hoy día seguimos utilizado su nombre como referencia a las buenas costumbres, a la etiqueta y lo que en altos niveles se llama protocolo. El manual tenía un nombre en verdad largo: "Manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre".
La urbanidad era una materia que hace muchos años se daba en las escuelas, viene del latín urbanitatis, conocemos la palaba porque nuestra vida cada vez es más urbana, es decir, lo urbano conlleva el concepto de ciudad y de convivencia, si la urbanidad, el civismo y la ética volvieran a las escuelas, no con los conceptos de antes, sino con una visión actual de la vida en donde cada vez requerimos mas de regalas de convivencia, en donde cada vez los grafitis son más ofensivos, y la basura y tantas otras lacras que padecemos actualmente, si hubiera una urbanidad las cosas cambiarían. En El Bable no se trata de lamentos y de gritos desesperados por rehacer la vida, sino de ver lo que fue, con el fin de recuperar, en medida de lo posible, lo que seguramente nos dará algo positivo de por vida y no olvidar eso que se llama memoria colectiva y herencia histórica. Hace poco les contaba de un antiguo libro que encontré, publicado en 1888 y de título “El libro de las Familias” todo un capítulo está dedicado a La Urbanidad en la Mesa de él pensaba extraer algunos conceptos, pero mejor lo transcribo completo ya que es bastante entretenido.
Nunca debe uno presentarse en una casa a la hora de almorzar o de comer, a menos de un convite formal. Jamás debe llevarse consigo un perro a una casa, sea que se vaya a ella para comer o para hacer una visita. Tampoco se debe llevar a los niños a comer a ninguna casa, a menos que no tengan más de ocho años y que en este caso, hayan sido convidados expresamente. Los hombres deben llegar a la hora precisa que se ha indicado en el convite, y no más tarde; pero si se quiere, se puede ir ocho o diez minutos antes. Solamente los grandes señores y los mal educados se hacen esperar. Una señora que se hace esperar más de un cuarto de hora, es una mujer que quiere llamar la atención, pero que se engaña torpemente, porque, si antes de entrar, pudiese escuchar a la puerta, quedaría más convencida de ello. Cuando se anuncia que la comida está servida, no debe uno precipitarse hacia el comedor. Debe ofrecerse el brazo izquierdo a una señora y conducirla al comedor. Al conducirla, el hombre pasa antes que ella sin dejar su brazo. En cualquier otra circunstancia pasar antes que una señora es una grosería. Los superiores deben pasar primero, y, en general, todas las personas que, en sociedad, ocupan un rango más elevado que el nuestro. El dueño de la casa entra generalmente el último y la dueña primero. Si alguno se retira de la puerta cediendo el paso, uno debe detenerse y hacer lo mismo con él; mas si insiste, pásese y salúdese. Todas estas ceremonias de la puerta son monadas muy ridículas.
Antes de acercarse a la mesa, debe uno esperar que se le haya designado su lugar, a menos que los nombres no se encuentren sobre las servilletas. Nadie debe sentarse hasta que el dueño de la casa dé la señal sentándose él mismo. En todo caso, espérese a que las señoras se hayan sentado antes. No debe uno sentarse ni muy cerca ni muy lejos de la mesa. Así como no debe uno sentarse el primero, tampoco debe desdoblar la servilleta antes que el dueño de la casa. La servilleta no debe desdoblarse enteramente, sino extenderla sobre las rodillas. A las señoras les es permitido prenderse la servilleta del modo que gusten. No hay que doblar las mangas del frac, como si fuese uno a lavarse las manos. La actitud debe ser natural, pero decente; nada de movimientos marcados, balance, etc., etc. Cuidado de no incomodar a los vecinos con los codos en la vivacidad de los movimientos. Toda gesticulación irregular es incómoda e inconveniente. No se debe mover los pies a derecha e izquierda debajo de la mesa. Los codos no deben ponerse sobre la mesa. No debe subirse la voz como si se hablase a los sordos. Si la conversación es general, háblese bastante alto para ser oído de todos; y si hay varias conversaciones particulares, háblese bajo para no molestar a los vecinos en su conversación. Cuando se pida algo al criado que sirve, no se le llame muchacho, como se dice en un café, sino por su nombre, y si no lo sabe, hágasele una seña sin nombrarle.
No se diga ni se haga nada que pueda traer una discusión política o religiosa. Cuando los dueños de la casa sirven ellos mismos, la persona a la que le destinan un plato no debe pasarlo a otra; eso sería una grosería. En una comida, aunque fuese en una mesa redonda no debe pedirse ni indicarse el pedazo que se prefiera. Nunca debe uno presentar su plato para ser servido el primero. No debe soplar la sopa cuando está caliente; sino esperar a que se enfríe. El caldo debe tomarse con la cuchara y no llevar la taza a la boca. Para tomar la sopa no se debe tomar el tenedor al mismo tiempo que la cuchara. Solamente los carretoneros echan vino al caldo. En muchas casas de tono no se cambian los cubiertos hasta que se sirven los postres. En ese caso, debe tenerse cuidado de quitarse el tenedor y el cuchillo antes de que cambien el plato; la cuchara solamente se deja en el plato de la sopa. El pan no debe morder ni cortarlo en pedazos anticipadamente; conforme se come se rompe en pedacitos con los dedos. Las rebanadas de pan con manteca no se toman ni se sirven sino con el té. La carne se corta en pedacitos a medida que se toma. No debe comerse con avidez ni llenarse la boca. Solamente la gente mal educada toma sal con los dedos. Tampoco debe limpiarse el plato de la salsa que haya quedado en él con la miga de pan, para comerla enseguida.
No debe olfatearse el plato que se nos acaba de servir. Los huesos deben colocarse al borde del plato. El que encuentre alguna cosa sucia debe dar su plato a un criado, sin decirlo a ninguno de los convidados, a menos que no sea un alfiler u otra cosa peligrosa, en cuyo caso debe advertirse para que lo sepa el cocinero. El cuchillo no debe tomarse sino para servir de él. Téngase cuidado de no volcar el salero; de no poner en cruz el cuchillo con el tenedor, de no poner el cuchillo con el filo hacia arriba, etc.; porque puede haber entre los convidados algunos supersticiosos que se espanten de ello; es preciso respetar a las personas aun en sus mas ridículas debilidades. No debe criticarse los manjares que se sirven, ni hacer comparación de un manjar con otro semejante, por mejor que se haya comido en otra parte. Si se sirve algún pescado u otra cosa ya muy pasada no se coma de ella, pero no se diga nunca que se encuentra mala. No se debe hablar con la boca llena, porque es fácil salpicar. Debe comerse con una limpieza extrema y no hacer ruido con los labios ni con las quijadas. Los dedos se limpian en la servilleta y no en el mantel. Cuando se come un huevo pasado por agua, se rompe la cáscara sobre un plato con un cuchillo. Cuando se presenta un plato para que uno se sirva de él, no debe llenarse el propio como hacen los albañiles, sino servirse con discreción; pues siempre hay tiempo de volver a tomar.
Nunca debe uno servirse con su propio tenedor, sino con el que está en el plato: aquel se debe tener con la mano izquierda para no verse en la necesidad de cambiar a cada instante el cuchillo y el tenedor de una mano a la otra: el cuchillo se tiene con la mano derecha. No se debe limpiar el vaso con la servilleta antes de beber, porque es una acusación tácita de poca limpieza que se hace contra la casa. Procúrese no dejar ni agua ni vino en los vasos antes de levantarse de la mesa. El tomar el vaso de un vecino o vecina para que le sirvan de beber es propio de gente ordinaria. Debe cuidarse de que las señoras que tiene uno a su lado sean bien servidas, y, si puede uno adivinar, prevénganse aun sus más pequeños deseos. No se pida Champaña o Burdeos, sino vino de champaña o vino de burdeos. En los postres, no se debe guardar en los bolsillos frutas, bizcochos, etc. La fruta no se corta con un cuchillo grande sino con el que se presenta con este objeto. La pera se corta longitudinalmente en cuatro partes que se mondan a medida que se toman. A una señora no se le ofrece la mitad de una fruta que se tiene en el plato. Esta familiaridad no se permite más que a una señora de cierta edad, sobre todo si se dirige a un caballero. Más si la fruta no es bastante para todos, se ofrece a una señora el pedazo más grande con el cuchillo. No debe comerse muy de prisa para no darla a los demás, ni muy despacio para no hacerse esperar.
Al estornudar, cuídese de no salpicar a los vecinos. El pañuelo debe guardarse inmediatamente en el bolsillo, después de haberse sonado. Nada más innoble que beber con los labios llenos de grasa. Será una falta grave el olfatear y beber el vino poco a poco, como si se gustase. El hombre que se permita beber en el mismo vaso de una señora, bajo el tonto pretexto de adivinar lo que ella piensa, es un hombre mal educado. Sería indecoroso beber a la salud de alguien, antes que el dueño de la casa, a menos que no se beba a la salud de éste. Si alguno bebe a nuestra salud, correspóndase, pero nada de arengas porque eso incomoda la digestión de los celosos y los envidiosos. Solamente las personas mal educadas rompen su vaso, después de un brindis, para aumentar el entusiasmo: algo tiene eso de la comida de cuartel. Cuando alguno bebe a la salud del dueño de la casa, se debe beber todo el vino que contenga el vaso, pues uno es libre de no hacerse servir sino poco. Como el vino de champaña causa alguna animación, un momento de alegría es permitido en los postres, con tal que no sea estrepitosa ni gesticulante. Evítese, sobre todo, esa risa prolongada sin causa aparente si no se quiere pasar por tonto y algunas veces por malcriado. Solamente los que no tienen educación, tiran bolitas de pan a los convidados. La grosería en las maneras y en las costumbres descubre siempre la grosería de la inteligencia y del corazón.
Cuando uno se aperciba de haber tomado bastante no se debe beber más, por más instancia que se haga, porque se podría obrar y hablar como un ebrio, y la embriaguez es el más crapuloso de todos los vicios. No es necesario devolver el vaso hacia abajo para indicar que no se quiere beber más: basta rehusarlo con firmeza. No se debe hablar al oído ni en voz baja, o con un aire misterioso, porque las personas susceptibles podrían creer que se hablan de ellas. Cuando se hable de una persona, nómbresela, pero no se la apunte con el dedo. Si el café está caliente espérese a que se enfríe, pero no se vacíe en el platillo por ningún motivo. Cuando se presenta el agua tibia para enjuagarse la boca y lavarse los dedos, obsérvese el mayor aseo posible. Ninguno debe levantarse de la mesa antes del dueño o la dueña de la casa hayan dado la señal, levantándose ellos mismos. Al levantarse, déjese la servilleta sobre la mesa sin doblarla y no sobre el respaldo de la silla. Ofrézcase el brazo a una señora para conducirla al salón, y no se deje ver ninguna preferencia en la elección. Sería una falta de educación retirarse apenas levantados de la mesa. La urbanidad exige quedarse al menos una hora en el salón.
Así era la etiqueta porfiriana, algunas cosas se mantienen, otras han caducado… solo los buenos conversadores aguantan mínimo una hora de sobremesa, aunque los hay que se pasan… Las fotos no marcadas han sido tomadas de la red.
Así era la etiqueta porfiriana, algunas cosas se mantienen, otras han caducado… solo los buenos conversadores aguantan mínimo una hora de sobremesa, aunque los hay que se pasan… Las fotos no marcadas han sido tomadas de la red.
A mi me gustó mucho, el asunto de no enviarle bolitas de migajón a los comensales, Creo querido amigo que casi todo ha caducado ahora venden vajillas de tres piezas por persona un plato extendido, un Bowl y una taza, ya lo platicaremos. Y a los perros se les llevan sus utensilios que a veces son de cerámica y de plata y hay hoteles con camas y dosel para la mascotita, jajajaj
ResponderEliminar