Espero que con esta entrada termine mi obsesión por las puertas azules y verdes (no es una promesa). Y luego de tres años de topar puertas y ventanas de esos colores y publicar una buena cantidad de fotografías, puedo llegar a varias conclusiones de la razón por la cual esos colores se volvieron tan comunes, especialmente en la segunda mitad del siglo XIX y buena parte del XX.
La primera conclusión a la que llegamos, en todo caso, la información que originalmente escuché en Túnez (lugar en el que todas las puertas y ventanas son azules), hace casi 3 décadas, es que el color azul ahuyenta a las moscas y como en las zonas desérticas abunda, esa es una solución. Otra cosa que me llegaron a comentar, eso ya en México, es que era el único color de pintura que se distribuía más allá de la ciudades, cosa que se me hace por demás lógica de que sea la razón por la cual permaneció la idea hasta nuestros días.
Hay una razón más, y documentada, por la cual las puertas y ventanas se pintaban de esos colores, sobre todo de verde: la moda. Moda llegada de Europa, lugar en el que toparemos en todos los centros históricos con muchos ejemplos y, para corroborar esto, tenemos testimonios directos, de Francia, España y también de México en los que, los escritores de la segunda mitad del siglo XIX, época del romanticismo y el costumbrismo, describían obsesivamente la escena, aquí varios ejemplos:
Honorato de Balzac. Cesar Birotteau. Garnier Hermanos. París, 1901. p. 178
Su predecesor, tratante en melaza y azúcar sin refinar, había dejado las huellas de su comercio en las paredes, en el patio y en los almacenes. Figuraos una grande y espaciosa tienda con grandes puertas pintadas de verde lagarto, reforzadas con flejes de hierro sostenidos por clavos cuyas cabezas parecían hongos; rejas alambradas y panzudas en su parte inferior, como las de los antiguos panaderos; el suelo formado por grandes baldosas blancas, rajadas la mayor parte; las paredes amarillas y desnudas como las de un cuartel.
De los lados del callejón de entrada subían escaleras de ladrillo á galerías abiertas que corrían á lo largo de la casa en los tres pisos, dando la vuelta al patio. Abríanse de trecho en trecho, en el fondo de estas galerías, filas de puertas pintadas de azul con un número negro en el dintel de cada una.
En el año de 185... había en la ciudad de Méjico, en una de las calles próximas á Santo Domingo, una casita baja de aspecto humilde. El frente de ella no presentaba más que un pequeño zaguán en cuyas puertas, pintadas de verde, se hallaban fijadas dos pequeñas rejas de madera, pintadas del mismo color.
Era uno de aquellos pisos que aún se encuentran en algunos barrios de París, en varias calles de los barrios de Batignolles ó de la Isla de San Luis, uno de esos pisos en que el espíritu moderno no ha penetrado por ninguna rendija; todas las aberturas por las que pudiera deslizarse parecen estar tapadas por espesos burlotes de prejuicios y de antiguas costumbres; el aire de 1847 aún no había penetrado bajo la forma de cortinas con dibujos argelinos, ó de muebles barnizados imitando caoba... El comedor estaba amueblado, no diré adornado, con muebles estilo imperio, tapizados de tisú y rellenos de crin; por debajo de la mesa se extendía una estera de junco blanco, cubriendo el suelo; cortinas de damasco de lana, color verde obscuro, adornaban el hueco de la ventana, y celosías pintadas de verde, cuyas tablillas chocaban mutuamente con raro sonido, cada vez que se las tocaba, impedían la entrada de los rayos del sol; delante de las sillas, había redecillas de paja para proteger los pies de la frescura del suelo, enlosado con ladrillos blancos y negros, á la vez que protegían el pavimento del natural desgaste por el calzado...
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