Felipe de las Casas Martínez nace en la Ciudad de México en 1572, hijo de una prominente familia española, crece, cual criollo rodeado de una vida cómoda. Siendo niño con la agilidad característica no dejaba de jugar, y fue expulsado de varios colegios. Cuentan que su nana en un día luego de varias travesuras le dice: "Felipe, cuando seas santo esta higuera retoñará". Señalando la vieja y seca higuera que en el patio de la casa había.
A los 18 años decide embarcarse a las Filipinas para probar suerte a donde llega luego de la penosa travesía de ocho meses que se llevaba para cruzar la llamada “Mar del Sur” (Océano Pacífico), desde Acapulco hasta Manila, a donde llega a desarrollar el conocimiento adquirido en la orfebrería en el taller de su padre, luego de una vida sin sentido se interna en un monasterio Franciscano. Pide una gracia especial, que le es concedida, regresar a México para profesar en su lugar natal, al salir de las Filipinas la Goleta es abatida por un tifón, el cual libran, pero a los pocos días una segunda tormenta los arrastra hasta las costas del Japón.
A los 18 años decide embarcarse a las Filipinas para probar suerte a donde llega luego de la penosa travesía de ocho meses que se llevaba para cruzar la llamada “Mar del Sur” (Océano Pacífico), desde Acapulco hasta Manila, a donde llega a desarrollar el conocimiento adquirido en la orfebrería en el taller de su padre, luego de una vida sin sentido se interna en un monasterio Franciscano. Pide una gracia especial, que le es concedida, regresar a México para profesar en su lugar natal, al salir de las Filipinas la Goleta es abatida por un tifón, el cual libran, pero a los pocos días una segunda tormenta los arrastra hasta las costas del Japón.
Felipe, contento de haber llegado a las tierras evangelizadas apenas pocos años antes por San Francisco Xavier inicia su labor, siéndoles esto prohibido por el Shogun, y al insistir él y los demás Franciscanos en su labor evangelizadora, son aprehendidos y martirizados, colgándolo de una cruz, con la mala suerte de resbalar en el pedestal donde descansaban sus pies y muere asfixiado.
La leyenda dice que en ese momento la higuera de su casa comenzó a florecer y su nana de rodillas anunciaba el milagro: ¡Felipe es Santo! gritó a los cuatro vientos y, en efecto, a los pocos años es declarado mártir (1627). El 28 de enero de 1826 por decreto presidencial es declarada fiesta religiosa nacional la de San Felipe de Jesús y, finalmente, es canonizado como el primer santo mexicano de la historia en 1862 por el Papa Pío IX.
Grabado que celebra el nombramiento de San Felipe de Jesús como patrón de la Ciudad de México. A la izquierda una mujer coronada representa España y a la derecha otra con la diadema Mexica de la realeza. Ambas contemplan el prodigio y lo certifican. Como se advierte, la representación de la Nueva España es una mujer mestiza. Tomado del periódico La Jornada.
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