lunes, 24 de junio de 2013

De la Lotería, pasado y presente. El color verde, la visión de Frederich Ratzel.

  Hace poco caminaba por el centro de Jalostotitlán y veo, en una calle que estaba cerrada al tránsito de vehículos un toldo con el letrero anunciando lo que allí se desarrolla: el juego de la Lotería, lamentablemente no pude pasar por allí en la noche, cuando el juego comienza, hubiera sido interesante volver a oír "la cantada de las cartas". Si ponemos atención a este puesto, como los llamamos coloquialmente a todo aquel comercio o servicio que se improvisa en la calle, veremos que las mesas y las bancas donde se realiza el juego de la Lotería son verdes. Esta es una tradición que bien podemos ubicarla a mitad del siglo XIX. Quizá era una copia de los paños verdes que se utilizaban para juegos más reconocidos, incluso vemos que en el billar la mesa está en color verde.

  Frederich Ratzel (1844-1904) geógrafo y naturalista alemán que viaja a México entre 1874 y 1875, en sus escritos relata, como lo hicieron todos los viajeros a nuestro país durante el siglo XIX, los paisajes y la vida, sobre todo la vida cotidiana. Y es en su "Desde México" que encuentro este pasaje que habla someramente de lo que conocemos como juego de la Lotería, comienza enlistando las loterías "oficiales" para luego describir lo que era un día de fiesta y un puesto de la Lotería. Quizá con la costumbre que todos los viajeros extranjeros tenía de comparar lo que conocían de Europa con México no le hizo ver que ese gritador de la lotería de "apariencia bastante infame" lo que en realidad estaba gritando no eran números sino las imágenes de las que se conforma la Lotería. Vemos varias costumbres que sobreviven en nuestros días: marcar la tabla de la Lotería con granos de maíz, el uso del color verde en las mesas y bancas y eso de tocar con los nudillos y girtar ¡Lotería! sigue pasando en cada feria que hay en la actualidad en nuestro país.

 "El abuso de la lotería difícilmente puede imaginarse más difundido que aquí y, sin tomarlo en cuenta, no pueden comprenderse las cirucnstancais económica de México. Según me entero de un informe oficial enviado del Congreso en 1875, tan solo en la capital en el año de 1873 había nueve loterías privilegiadas bajo los nombres de "Del Ferrocarril", "La Purísima", "El Conservatorio", "La Providencia", "El Divino Salvador", "La Trinidad", "San José", "San Vicente de Paul", "Jesús, María y José". Estas loterías juegan con un capital de poco más de dos millones de pesos, de los cuales le dan a ganar al público 1,300,000. De las ganancias una parte va a las arcas del Estado y otras a las cajas de instituciones de beneficencia o utilidad pública, que prestan sus nombres para estas empresas lucrativas. Pero mucho más activas todavía son las pequeñas loterías de las ciudades y los pueblos de provincia, que corresponden a las mayores y más frecuentadas diversiones populares.

  Más desagradables aun que las corridas de toros y las peleas de gallos resultaron para mi los puestos de rifas, que son una de las instituciones de estas ferias  y que también fuera de temporada se instalan en cualquier parte donde haya perspectiva de ganancias "con autorización del gobierno". Durante la época de Adviento, en muchos lugares no se encuentra mejor forma de celebrar la llegada del Salvador que mediante los juegos de azar públicos, que se prolongan por semanas y que dejan a las clases más pobres de la población en una postración económica, de la que con frecuencia no se pueden recuperar ni con años de trabajo. Cuando el 24 de diciembre de 1874 llegué de Orizaba a Córdoba, una pequeña población de 7,000 habitantes en el estado de Veracruz, en la plaza, directamente frente a la iglesia, se estaba instalando un puesto de tablas, en el que había numerosas mesas y bancas largas, y en el centro una tribuna, de tal suerte que parecía que ahí se iba a realizar una especie de asamblea popular o quizás una misa abierta.

  Pero era algo totalmente diferente lo que en esa noche de Navidad se iba a desarrollar ahí. En lugar de salvación del país o de las almas, se trató aquí de asuntos cuyo patrocinio en cualquier otra parte se hubiera atribuido al demonio. En un rincón del puesto, que tenía unos cincuenta pasos de largo, estaban colocadas dos mesas verdes sobre las que giraban incesantemente la ruleta, y una tercera, en la que con cartas se jugaba una especie de poker. Todo el resto del espacio estaba dedicado al juego de la lotería

  En las mesas estaban pegadas hojas de papel, sobre las que estaban anotados los números; en las bancas se sentaban amontonados los jugadores y jugadoras, y desde la tribuna un tipo que tenía una apariencia bastante infame gritaba los números con un intrigante falsete. Cada uno de los jugadores tenía que poner un Real (1/2 Marco) y el cajero, que iba de un lado al otro, llevaba en la mano un saquito lleno de granos de maíz que distribuía a los jugadores para que marcara sus números con ellos. En cuanto uno tenía cubierta una fila, tocaba con los nudillos sobre la mesa y gritaba los números correspondientes, que el pregonero confirmaba desde la tribuna... (1)

 Aus Mexico, Desde México, ha sido una de las lecturas más gratificantes que he tenido últimamente, la redacción y descripción que Ratzel hace son impecables. Un artículo sobre esta obra la publicó Letras Libres, lo puedes leer aquí.

Fuente:

1.- Desde México. Apuntes de un viaje en los años 1874-1875. Herder. México, 2009. pp. 358-360.

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