viernes, 18 de noviembre de 2016

Crónica de la visita de Carlota al puerto de Veracruz, 1865. (3ª. Parte)

  "Era forzoso suspender las demostraciones de público regocijo, para que Nuestra Amable Soberana pudiera consagrar algunas horas al reposo de que se había visto privada desde la mañana. El día quince continuó la ciudad engalanada con vistosos cortinajes en los balcones, el pabellón nacional flotando en los edificios públicos, y los extranjeros coronando las casas de los Señores Cónsules de las naciones amigas. Nada notable ni digno de contarse hubo en la mañana, y era natural, después de la agitación de la víspera se hacia absolutamente indispensable un poco de tranquilidad.

  A medio dia una comision compuesta de las Sras. Da. Refugio Vázquez de Burean, Da. Guadalupe Rodríguez de Mirón y Da.  Juana Cuspinera de Greenham, presidida por la primera, se presentó á ofrecer á S. M. un obsequio consistente en un rico devocionario con tapas de marfil. En el anverso del libro estaban en oro las armas de Veracruz en relieve, con la cruz y pilares de diamantes, y abajo una inscripción que decia: «A S. M. LA EMPERATRIZ, LAS HIJAS DE VERACRUZ. » Los broches eran el escudo de armas de la Soberana perfectamente trabajados, y en el reverso, entre una nube de oro, estaban colocados los símbolos de las virtudes teologales. La cruz era de brillantes, el ancla de esmeraldas y el corazón de rubíes. S. M. se dignó aceptar el obsequio manifestando á las señoras que formaban la comisión, que ademas de conservar siempre el libro, guardaría un profundo recuerdo de las veracruzanas.

  A las siete de la noche se sirvió la comida de 40 cubiertos á la que fueron invitadas varias personas notables de todos los colores y partidos, entendiéndose la invitación para la tertulia, en la que se prestó gustosa á cantar no obstante la resistencia del contratista Sr. Biacchi la Srita. Peralta, el Ruiseñor mexicano, esa gloria de nuestro país, que ha merecido por sus talentos los homenajes de la Europa entera. El paseo de la plaza y toda la ciudad fueron nuevamente iluminados y la música se situó en el primero, alegrando á la multitud con escogidas piezas. Un inmenso número de personas se hallaba reunido en la calle, ansiosas de oír siquiera algunas notas á la artista mexicana. A las ocho comenzó la tertulia, á la que solo se invitaron 20 personas más de las que asistieron á la comida, por la poca capacidad del salón.

  Nuestra amable Soberana tenía en los labios una palabra dulce para todos y la mayor alegría y cordialidad reinaban allí. Las primeras notas del piano, tocado por el profesor mexicano Sr. Balderas, hizo volver los ojos de toda la concurrencia al punto en que estaba ya colocada la Srita. Peralta, que cantó una aria de Roberto il diàvolo. S. M. se dignó aplaudirla, y lo mismo habrían hecho los concurrentes, sino hubiera sido por el respeto debido á la Emperatriz; sin embargo en la calle resonó un estrepitoso aplauso. Continuó cantando la Srita. Panlagua una aria de la Lucrezia del maestro Donizzetti, la cual fue dicha con bastante maestría. Alternando las dos cantantes, la Srita. Peralta nos hizo gozar infinito con un vals, obra de un maestro aleman, quien lo dedicó á la artista, que lo estrenó esa noche, y sobre todo, con el Carnaval de Venecia. ¡Oh! Es indescriptible la Srita. Peralta en la ejecución de esas dificilísimas variaciones. De su garganta salían torrentes de armonía. Mucho celebramos que el Ruiseñor mexicano al volver á su patria, haya desplegado sus talentos ante el genio del bien, ante la Emperatriz Carlota. De este modo terminó el día 15. 

  "El 16 por la mañana, S. M. acompañada de los Exmos. Sres. Ministros de Bélgica y España, del Señor Consejero Eloin y el Señor Prefecto Superior Político visitó el Hospital de Nuestra Señora de Loreto del que quedó muy complacida; de allí pasó la comitiva al de San Sebastian, en el que S. M. aprobó la notable mejora que se hace al establecimiento, con las salas altas que se están construyendo. Pasó luego Nuestra Augusta Soberana á la amiga municipal. Satisfecha del adelanto de las educandas, se dignó aceptar un pañuelo ricamente bordado, que la ofreció la niña C. Bertely como obra de sus manos

  Entre vítores llegaron la Emperatriz Carlota y las respetables personas que la acompañaban á la escuela municipal, en la que se detuvo la Soberana de México habiendo manifestado, que aquella no le parecía una escuela primaria por los diversos ramos que comprendía la enseñanza. Hizo mil merecidos elogios á su director D. José María Blanco, cuya dedicación y constancia se sirvió premiar, concediéndole la medalla civil de plata. Por honor á nuestra ciudad, no podemos menos que congratularnos con la opinion que se ha formado Nuestra Soberana, de los planteles de educación que hoy existen en ella. Más adelante nos ocuparemos de los que tienen á su cargo los Sres. López y Rodríguez Costa. Terminada la visita de la escuela municipal, S. M. regresó á palacio en medio de las aclamaciones de la multitud que la seguía y rodeaba por todas partes. Una comisión se presentó en seguida, y habiéndose hecho anunciar, después de recibida manifestó á S. M. que esa noche la ciudad había dispuesto un baile en su obsequio. La Emperatriz se dignó responder que lo aceptaba con beneplácito y ofreció que asistiría, no sin manifestar á los Señores de la comisión que estaba sumamente satisfecha de la recepción. A las cuatro y media, acompañada S. M. por solo el Sr. Prefecto Superior, visitó el Hospital Militar francés, pasando luego á la Academia Literaria y Mercantil que dirige D. José A. López. Los alumnos con sus preceptores recibieron á la Soberana de México que examinó los diversos trabajos de los niños, habiendo llamado su atención los de policaligrafia en cuyo ramo notó grandes adelantos. Regresó S. M. á Palacio en punto de las seis, hora señalada para la comida ese día. A ella asistieron varios invitados. 

  "Aunque las calles todas y la plaza estaban iluminadas esa noche no se advertía la animación que en las dos anteriores. Era que la población se disponía á concurrir al baile que se daba en el teatro. De lo visto á lo descrito hay gran diferencia, y aunque estamos convencidos de esta verdad, procuraremos dar una idea del modo con que se había adornado el edificio. La parte exterior era un jardín alumbrado por varias lámparas y faroles de colores, cuya luz se reflejaba en las muchísimas flores que allí ostentaban sus perfumes y colores. La escalera de honor que comunicaba con los palcos que dan frente al escenario, estaba formada en el interior, de una gradería forrada de terciopelo carmesí con franjas de plata, la cual daba al salón. Los palcos dispuestos para S. M. eran cinco, el de en medio tapizado de brocatel rojo y oro, y cielo de raso blanco, en el que estaba colocado su sillón, y los laterales tapizados de brocatel verde y oro, destinados á servir de boudoirs, estaban cubiertos al público por medio de ricas colgaduras de moiré azul y blanco.

  Las barandillas de los palcos primeros y segundos, así como las de las galerías y el asiento colocado alrededor del salón, eran igualmente de terciopelo rojo con franjas de galón de plata. Cinco grandes arañas y multitud de lámparas colocadas en las columnas de los palcos, arrojaban un torrente de luz sobre el salón, que no solo tenía las composturas que antes hemos mencionado, sino que de antemano, se le puso un nuevo cielo raso y se pintó de blanco y oro. En la parte superior del palco de S. M. estaba colocada una gran corona imperial dorada, y frente á él, el tablado que se destinó á la orquesta. Serian las nueve y cuarto cuando S. M. llegó al teatro. En la puerta la esperaba una comisión de señoras y señoritas presididas por Dn. Joaquina Martínez de Hegewisch, y otra de caballeros. Al grito de ¡Viva la Emperatriz Carlota! comenzó á tocarse una marcha, la concurrencia se puso de pié y la Emperatriz entró al salón seguida de sus damas de honor, de los ministros de España y Bélgica, de los Sres. Eloin, Uraga, Prefecto político y Maestro de ceremonias y de las comisiones de recibo. Al pié del palco imperial la esperaba la Sra. Vázquez de Bureau. Con ese acompañamiento S. M. dio una vuelta por el salón, saludando á una por una de las señoras y señoritas que allí estaban, que le eran presentadas sucesivamente por la Sra. Vázquez de Burean, dando en seguida principio la cuadrilla de honor, en esta forma: S. M. y el Sr. Prefecto Burean, la Sra, Pacheco con el Sr. Cruzado, Presidente del Ayuntamiento, la Sra. Vázquez de Bureau con el E. S. Ministro de España, la Sta. Varela con el E. S. Ministro de Bélgica, la Sra. Zulueta de Becerra con el Sr. Consejero Eloin y la Sra. Becerra de Cruzado con el Sr. Presidente del Consejo, D. Cayetano T. Becerra.

  Concluida la cuadrilla S. M. subió á su palco y la orquesta preludió una danza compuesta sobre temas de la zarzuela "En las astas del toro," y nuestra juventud de ambos sexos se entregó con frenesí á ese baile que es el favorito en las regiones tropicales, por ser el menos fatigoso y molesto. Después se bailó un wals, y terminado, la Emperatriz descendió de nuevo al salón, acompañada de las mismas personas que al principio, y volvió á dirigir la palabra á cada una de las señoras. Otra vez subió á sú palco y á eso de las once y media se retiró, habiéndola ido á dejar hasta su carroza las mismas comisiones de recibo que la esperaron al entrar, vitoreándola como de ordinario. Si S. M. dejó un gran vacio en el baile, no por eso terminó sino hasta la madrugada, y al violento compás del scottichz y del wals alemán, se veían flotar sin cesar gasas y sedas. ¡Quién sabe cuantos contemplarían envueltas en ellas á la misteriosa sílfide de sus sueños! Preciso es decir, que no solo el salón estaba lleno sino también los palcos primeros y algunos de los segundos. Nuestras damas quizá nunca se han prestado con mejor voluntad para una fiesta, como lo hicieron para ese baile con que obsequió la ciudad á Nuestra Soberana. Estaban preparados dos magníficos ambigus, uno para las señoras y otro para los caballeros. La abundancia y un gusto exquisito los habían presidido. Las comisiones encargadas de la noche del 16, nada dejaron que desear; en todo desplegaron lujo, gusto y belleza. Las pruebas de bondad que había dado Nuestra Soberana, no debían reducirse á las que hemos enumerado hasta aquí.

  El 17 temprano estaba dispuesto el tren que debía conducir á la Emperatriz al Tejar y Medellín, acompañándola sus damas de honor y los Exmos. Sres. Ministros de España y Bélgica, los Sres. Eloin, Uraga, Negrete, Prefecto Superior Político é individuos que forman la Junta Directiva del ferro-carril de Medellín y los de la comisión encargada de la introducción del agua potable en la ciudad. ¿Ese viaje fue solo de placer? No, nuestros lectores saben que hace muchos meses se trabaja asiduamente en introducir el agua, que reconocida la utilidad de semejante obra, S. M. el Emperador la ha favorecido, y que hoy no es una quimera, sino que la ciudad gozará pronto de ese beneficio. Así pues, S. M. la Emperatriz no solo se dignó visitar las obras construidas sino apadrinar la inauguración de las casas en que deben ser colocadas las máquinas. Llegado que hubo el convoy al punto denominado el Tejar, Nuestra Soberana colocó la primera piedra de esa obra depositando con ella varias monedas de plata, los periódicos del día, y una acta suscrita por S. M. y todos los individuos que la acompañaban.

  Como de antemano se habían formado graderías por la parte exterior é interior del inmenso tanque que debe contener el agua, S. M. lo visitó quedando satisfecha de la obra. La comitiva pasó luego á un bellísimo Kiosko formado de flores, donde se firmó el acta respectiva, que en todo tiempo será un testigo aunque mudo, fiel, que justificará el desvelo de Nuestros Soberanos por sus pueblos. El tiempo pasará; pero ese documento será un eterno recuerdo para los hijos de Veracruz. Concluida la ceremonia, que por los límites de estos apuntes hemos renunciado á describir minuciosamente, el tren se puso en marcha para Medellin adonde se había preparado un almuerzo de 24 cubiertos en la bonita casa que allí ha construido D. Ramón de Zangroniz representante y director de la compañía del ferro-carril. Salieron al encuentro de S. M. las autoridades y particulares de la villa y cuatro niñas que fueron á ofrecerla un hermoso ramillete de frescas y olorosas flores. La Emperatriz aceptó con sumo placer este inocente obsequio, y se manifestó muy complacida.

  La casa del Sr. Zangroniz estaba perfectamente adornada, y regado con flores el camino que debía conducir á S. M. hasta el interior. Sin embargo, el almuerzo fué servido debajo de los árboles, y una suave y aromada brisa templaba los ardores del día. Fueron invitadas á la mesa las niñas y el Señor Alcalde de la villa, y la mas dulce expansión, la mas completa alegría, la satisfacción mas pura, unidas al mayor respeto, reinaron en aquella fiesta que pudiéramos llamar de familia, y usamos de esta voz porque S. M. estaba rodeada de corazones francos y leales que la aman y la veneran, como á una solícita madre. Concluido el almuerzo el convoy regresó á esta ciudad después de victoreadas SS. MM. No debemos dejar que decir, que el Sr. D. Vicente Méndez ingeniero encargado de este tramo del ferro-carril, desempeñó las funciones de maquinista tanto á la ida como á la vuelta.

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Fuente:

S.M. la Emperatriz Carlota en Veracruz. Imprenta de J.M: Blanco. Noviembre de 1865.

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