Podría decir que tener el dentista en la ciudad de México es un sano pretexto en dos sentidos, uno que le tengo mucha confianza, que me conoce la boca perfectamente ya que nos conocemos desde hace varias décadas, por otro lado me obliga ir a la ciudad a consultarlo y, de paso volver a descubrir más y más cosas en ese sorprendente conglomerado humano. En buena medida ir a la ciudad siempre me emociona. Esta vez no lo quiero hacer con prisas, al menos es lo que pienso, no compro boleto por anticipado, si no encuentro autobús directo de Salamanca, lo haré de Celaya o, en todo caso de Querétaro. Me baño, me arreglo, acabo de meter unas cosas en el back, como es viaje, "casual" no llevo maleta ni nada que no me sea estrictamente necesario.
Aun no hay clases, el tránsito es reposado por el norte de Salamanca, si me voy en urbano será casi una hora para llegar, son las 10 de la mañana, pasa un taxi desocupado, así que mejor me voy en él. Esta vez no me toca taxista platicador, pero sí me saludó cuando abordé, lo cual lo hace un poco diferente a los demás... el cruce de la ciudad fue rápido, yo vivo próximo a la autopista y la Central de Autobuses está junto al libramiento sur, literalmente voy de donde comienza a donde termina Salamanca, llego a la taquilla y justo en el momento cancelan un lugar en el directo de las 11 a México, así que salgo sin mayores problemas y, mejor aun, en uno de los asientos que prefiero, los de la primera fila.
Sale el autobús con puntualidad, a las 11:20 estábamos ya en parte de la autopista que viene de Morelia, veo en el horizonte algo que, el día que consiga un drón, podré ver las ruinas de una planta de fertilizantes que lleva treinta años sin operar, siempre me han atraído las plantas industriales abandonadas en las proximidades de Salamanca, se antojan ser lugares espectrales. A las 11:23 llegamos al entronque de autopistas, al punto llamado Cerro Gordo. Casualmente apenas comentaba algo sobre este cruce en el otro blog, en donde digo que si Salamanca prosperó en la época virreinal fue, en buena medida, por ser cruce de caminos y que en la actualidad ese cruce se corrió hacia el oriente con las autopistas. Casi daba la una de la tarde y estábamos llegando a Palmillas...
En el autobús totalmente lleno nos tocó la buena suerte de que las selección de películas era buena, de las que me gustan... una nueva versión del Principito que me pareció curioso que se recreara ya como adulto y que había sido de él luego de la historia de Saint-Exupéry... una más de la carta que llegó treinta años después de John Lenon. Dormitaba, me asomaba, eran ya las dos de la tarde y entrábamos a la ciudad, estábamos en la caseta de Tepotzotlán, donde el área conurbada comienza a formar uno de los centros urbanos más grandes del mundo... todo iba bien, a las tres estaríamos en la Central Norte, normalmente se lleva una hora de Tepotzotlán hasta el destino pero...
A las 14:15 el autobús se detiene, no se veía tránsito vehicular en el carril contrario y en que íbamos, de pronto no había manera de avanzar, el operador hizo una maniobra que a todos los pasajeros nos extrañó, de inmediato asomamos a ver que pasaba, se puso en reversa, y luego tomó el carril lateral, varios autos hacían lo mismo, estábamos por el rumbo de Tultitlán, próximos a la planta de Bacardí.
A las tres y media el caos era total, lo único bueno dentro de todo es que no había claxonazos, estábamos ya en punto muerto, sin movimiento hacia atrás o hacia adelante. Era el bloqueo anunciado, una hora y avanzó unos trescientos o cuatrocientos metros.... dos horas y ya habíamos avanzado casi dos kilómetros... las películas seguían en el autobús, el aire acondicionado funcionaba, al menos se estaba con comodidad, las bolsas con tentempié fueron consumidas...
Varios personajes había a lo largo de esos kilómetros, una especie de "franelero", daba indicaciones a los que llevaban carga, algunos pudieron salir por los tréboles o entronques que hay hacia el montón de barrios, pueblos, colonias de los municipios conurbados, pero el caos seguia. Carros desvielados comenzaron a hacer más complicado lo de por si ya complicado...
Choques, producto de la desesperación por salir del embotellamiento... más adelante, por Izcalli, una buena cantidad de granaderos había deshecho el bloqueo de los carriles de acceso a la ciudad, el de salida estaba a punto de ser liberado, el autobús tomó su velocidad normal...
Finalmente estábamos, luego de seis horas, sobre la Calzada Vallejo, todo se veía extraño, pues siendo miércoles ni un solo negocio estaba abierto, muy poco tránsito de vehículos, casi no había gente por la calle, las tienditas de la esquina cerradas, a las cinco y cuarto bajamos del autobús, la cola para tomar un taxi era monumental, nunca la había visto tan, pero tan larga, la terminal abarrotada... crucé, llegué a la estación del Metro, subí, todo se veía aparentemente normal... hice el recorrido habitual, el cruce a pie del larguísimo túnel de la estación La Raza, de ahí a Hidalgo, salgo del Metro y me topo con hilera de granaderos, algo andaba mal en la ciudad...
Miércoles 4 de enero de 2017 día de caos total... día de extrañas manifestaciones orquestadas, dicen, desde los escritorios de estrategas que imponen el ahogamiento de todos a través de los más sucios movimientos de amedrentamiento, de temor, de miedo. En la noche varios helicópteros sobrevolaban el centro de la ciudad... este día pasará a la Historia como El Gasolinazo.
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