Encuentro, donde menos esperaba, una explicación formal, es decir, documentada, del uso del color azul. Ya antes, hace un par de años, comentaba que, estando en Túnez (allá pasé un semestre, hace varias décadas), me sorprendió ver puertas y ventanas azules por todos lados, algo así como el 90% de todas las existentes en el país son de ese color. Obvio es que fue una de las primeras preguntas que hice: ¿por qué todas de ese color? La respuesta fue una y sin titubeos: porque de ese modo se ahuyentan a los insectos.
Ahora 26 años después encuentro en donde menos esperé la explicación, esto fue consultando sobre la Isatis tinctoria, planta de la que tenemos una variedad en México, la Indigofera tinctoria, que conocemos como palo de tinte o añil; planta que generara una industria en la época virreinal junto al Palo de Campeche, que producía un cierto tono de rojo y ni que decir de la Cochinilla.
Viendo sobre el añil en Yucatán, recordando que en aquellos tiempos Tabasco y Campeche estaban integrados a Yucatán, y haciendo este viaje virtual por ese rumbo, encuentro puertas azules por todos lados y encuentro, además, esta información que hoy comparto:
Hierba pastel, isatide o glasto, son los nombres comunes para la especie fanerógama Isatis tinctoria de la familia Brassicaceae. Ocasionalmente conocida como «áspide de Jerusalén». Añil, isatide o glastum es también el nombre del colorante azul producido por esta especie. Hasta fines del s. XVI, cuando el índigo se pone en el mercado por el desarrollo de las rutas del «Lejano Oriente», el isatide era la única fuente de tintura azul en Europa.
En el Mediterráneo se ha utilizado desde muy antiguo la pintura de añil para pintar los cercos de puertas y ventanas, y a menudo también las jambas, dinteles y hasta los umbrales, puesto que el color azul del añil ahuyenta a los insectos. (Wikipedia.)
Los añileros utilizaron de manera indiscriminada la fuerza de trabajo indígena, particularmente en la fase de extracción del tinte que se realizaba “a pura fuerza de brazos, y estaban de la cintura abajo en agua lo más del día, de que les resultaba quemárseles los pies y otras enfermedades”. Estos abusos y el descenso de la población indígena del último tercio del siglo XVI motivaron a las autoridades religiosas, al defensor de los naturales y a los encomenderos que no se dedicaban al añil, afectados por la utilización de los indígenas de sus pueblos, para denunciar a los empresarios. Las quejas llegaron a la Corona, y en 1581 ordenó al gobernador de la provincia no permitiese a los mayas bajo ninguna circunstancia dedicarse a dicha actividad. Ante estos embates y el descenso del precio de la tintórea en el mercado colonial, a partir de las dos últimas décadas del siglo XVI la producción del añil principió a declinar y con ella a desaparecer los ingenios. (Yucatán, identidad y cultura.)
A todos estos disgustos se añadió otra grave razón de inquietud, y fue que el año de 1581 llegó una real cédula dirigida al Gobernador para que por ninguna vía consintiese ni permitiese la continuación de la industria del añil, motivada de que en la corte se creía que tal industria se hacía á pura fuerza de brazos de indios, de lo cual éstos recibían mucho daño en su salud. Tal cédula hería intereses de mucha importancia, porque gran número de personas habían gastado á mil quinientos y á dos mil pesos oro en plantar ingenios y en comprar pertrechos para el beneficio del añil, en hacer casas anorias para sacar el agua con bestias, y en hacer máquinas para batir el añil así mismo con bestias, sin que los indios trabajasen sino tan solamente en sembrar el añil, deshierbarlo y coger las hojas.
No podían perderse tantos capitales acumulados y tantas esperanzas de ganancia; y así, se elevó una representación pidiendo al Rey que se prosiguiese la dicha industria del añil, dando por razón las grandes pérdidas que iban á sufrir los capitalistas empeñados en ello, y que se podría continuar sin daño de los indios, y, por último, que interesaba su permanencia al fisco real, que sacaba gran suma de pesos oro por contribución que pagaba el añil á su salida de Yucatán, luego á su entrada en España, y también alcabala por las ventas de aquel producto: que desde el establecimiento de esta industria, siempre venían navíos de España á cargar de añil, y que traían mercaderías cuyo precio era la tercia parte menos de las que se traían de Nueva- España: que este comercio directo entre Yucatán y España, había de cesar si se destruyese la granjeria de añil, dejando de percibir el real tesoro mucha simia de pesos por derechos de almojarifazgo. Parece que la representación fue atendida, pues como antes hemos dicho, la industria del añil prosperó en Yucatán, y se conservó hasta los últimos tiempos de la colonia. (Molina Solís, Juan Francisco. Historia de Yucatán durante la dominación española.)
Más sobre el añil en Yucatán, está aquí.
Más sobre el añil en Yucatán, está aquí.
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