lunes, 25 de septiembre de 2017

El Maestre de Rodas su complicada y particular historia.

   Recuerdo hace varias décadas, tiempo en el que la tecnología, la virtualidad y la capacidad de asombro era otra, que una de las cosas que se disfrutaba plenamente eran las historias de las 7 Maravillas del Mundo; luego vendría la reedición de ellas haciendo la diferencia del mundo antiguo y el moderno. En el antiguo aparecían, entre otros, el Faro de Alejandría, el Templo de Diana en Efeso y el Coloso de Rodas. Ahora tenemos ya una referencia y un punto de partida a esta particular historia, la del Maese de Rodas que dicen unos, llegó con Beltrán Nuño de Guzmán, otros que lo trajo Hernán Cortéz... veamos:

 “En todos tiempos, los privados y favoritos de reyes, gobernantes, ministros y personas de polenda, por sus intrigas y adulaciones han logrado mayores gracias y mejores premios, no obstante su ineptitud o falsedad, que los que deberían ser agraciados y recompensados por su talento y saber, por su labor y dignidad. Pero La Diosa Fortuna, a la que pintan con una venda en los ojos los iconologistas, ha sido, es y será siempre la misma: pródiga con los charlatanes y serviles y avara con los honrados y sabios.

  Estas reflexiones de Pedro Grullo, que también se han hecho en todas las épocas, le vinieron a las mentes a los conquistadores de México, según se verá, por el ameno relato que hace el Cronista Bernal Díaz del Castillo en su nunca bastante bien consultada y loada “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, que con erudita introducción sobre la vida y obra del autor, sacó a luz de su autógrafo texto el licenciado Genaro García, limpia edición de las interpolaciones e integrada de las mutilaciones que le hiciera el reverendo padre mercedario Sr. Alfonso de Remón, a quien Dios haya perdonado.

 El supradicho ameno relato, del ingenuo y pintoresco cronista Bernal Díaz del Castillo, lo voy a reproducir poco más o menos, con sus propias palabras y frases pidiendo a los lectores su previo consentimiento, que con las dichas palabras y frases ganará más la narración en colorido y verdad.

  En la recién conquistada y reedificada ciudad de México – Temixtlán- vivió algunos años andados un hombre ladino, meloso y viejo, que tenía en el pescuezo un lobanillo grande y asqueroso, del cual no había podido curarse, como no sanó tampoco a otros, que desde los más pobres hasta los más ricos habían acudido a su arte de curar sin aliviar, arte que le había dado tan injusta fama, a pesar de todo.

  El tal viejo a sí mismo Maese Roa, pero adrede le decían Maese de Rodas, aludiendo a que Hernán Cortés le había traído de Castilla con esperanza de que le curase el brazo derecho que tenía quebrado, a resultas de una caída de caballo que surgió durante la homérica pero infructuosa expedición a las provincia de Honduras, en donde, como es sabido se reveló uno de sus capitanes más famosos, Cristóbal de Olid.

  Lo de apellidarse Rodas en vez de Roa fue fuego de palabras, originado de que en las fiestas celebradas en México el año del señor de 1538, entre otras representaciones teatrales o farsas, se puso en pública escena una llamada La Toma de Rodas y en ella Hernán Cortés salió disfrazado de Maestre de Rodas y como éste había hecho venir de España al viejo del lobanillo, le designaban con el mismo apodo que se le había quedado al conquistador desde la farsa.

  Hernán Cortés por la curación del brazo había pagado al maese Rodas muy bien, pues entre otras cosas les dio en encomienda muy buenos pueblos de indios, con gran disgusto y grita de muchos conquistadores, que le habían servido con más fruto que el médico o curandero

  Éste parece que no solo dragoneaba, como se dice ahora, de perito en medicina, sino que también era hombre de letras, porque fue uno de los cronistas que escribieron a Castilla la relación de los festejos mencionados, y una vez allá, como tenía “buena plática”, aprovechó aquella coyuntura para entablar conocimiento y estrechar relaciones con la señora doña María de Mendoza, mujer del comendador mayor Francisco de los Cobos, el cual gozaba de mucho valimiento en la corte por ser secretario de Su Majestad.

  La doña María de Mendoza en íntima confidencia aseguró al Maese Rodas, ser muy desgraciada e infeliz por no haber dado sucesión a su esposo el Comendador; pero el Maese Rodas, a vez le aseguró perdiese cuidado, que él la haría medicamentos que remediasen el achaque de esterilidad de que adolecía la distinguida dama; y esta lo creyó y, manifestó al Maese Rodas, que si ella hubiese descendencia con el medicamento que le iba a propinar, le daría dos mil ducados y le favorecería en el Real Consejo de Indias, a fin de que hubiese oros pueblos de indios como los que le había encomendado el cortés, y quizá más feraces y con más tributarios.

  Hízose también en la corte de relaciones el Maese de Rodas –quizá por recomendación e influencia de la propia dama- con el Cardenal de Sigüenza, presidente del susodicho Consejo de Indias; y como el cardenal estaba gotoso, ansí mismo le prometió que lo curaría de la gota; y luego, alentado con las promesas y con la esperanza de sanar, proveyeron por mandato del cardenal y por favor de la señora doña María de Mendoza, -muy buenas encomiendas de indios, mejores de las que tenía y lo diera el conquistador de México”.

  Pero el resultado tan fructífero y bonancible para el curandero, fue nulo y sin beneficio para los engañados enfermos porque asegura Bernal Díaz ni Cortés sanó del brazo antes se le quedó más manco; ni la señora doña María de Mendoza parió o por más letuarios calientes de zarzaparrilla que la mandó comer”; ni el cardenal de Sigüenza se alivió de su gota, reía sin duda el Maese al verse tan rico con sus engaños de curar; y los verdaderos Conquistadores de la Nueva España se dolían de no tener encomiendas tan buenas como él asegurando que más valía ser llamado “Maese de Rodas” “ser plático” y llevar un poco de zarzaparrilla a la corte que por cuantos servicios hicieran ellos a la conquista a su capitán Cortés y a su majestad el rey de España e Indias.

  Todavía años después los aventureros advenedizos imperaban por todas partes con harto disgusto de los conquistadores, y por eso un descendiente de uno de ellos, que no pocos trabajos habían padecido en expediciones y descubrimientos, exclamaban:

  “¡Ho, Indias! ¡Ho, conquistadores llenos de trabajos en aquella simplicidad de aquellos dichosos tiempos donde no sacaste más que un nombre excelente y una fama eterna, y en tiempos que mayores servicios y mejores sucesos erades despojados de vuestras propias haciendas y de los frutos de vuestros servicios y hazañas, dando los que gobernaban en los primeros años, vuestros sudores a la gente advenediza y que no mereció nada en la conquista; ahora ya es llegada la sazón donde luce más el engaño, la mentira, la ociosidad, y el perjuicio del prójimo, con que vendiendo vino, o especias o sinabafas, o yerro viejo se hacen grandes mayorazgos e hinchen extenuado con milagros fingidos, sin ser agraciados a dios ni a los que les crecieron en su desnudez del polvo de la tierra, para llegarlos a tan poderosos”.

  Me parece interesante y muy entretenida la historia en torno al Maese de Rodas... pero hay otra arista desde la cual podemos saber de lo sucedido con él y sus propiedades y más aun, de su descendencia:

  "Casa del Maestro de Roa, poblador antiguo. Vino año de 28; sirvió con Ñuño de Guzmán; tuvo buenos repartimientos, y el último con que quedó fue Xiquilpico. Tuvo los hijos siguientes en legítima sucesión:

A Baltazar Muñoz, que sucedió en sus pueblos, y á él sucedió Pedro Muñoz de Chávez, que hoy los posee. Tiene hijos. Más tuvo el Maestro de Roa.

A Pedro Muñoz de Chávez, que vive en la ciudad de los Ángeles, y casó con hija de Francisco de Oliveros, conquistador, y tienen una hija.

Tuvo el dicho poblador más á Alonso de Chávez, que es ya difunto, y fue casado con Doña María Ana de Albornoz, hija del Alcaide Bernardino de Albornoz, y de este matrimonio hubieron á Don Bernardino, que es presbítero, y á Doña Catalina. Tuvo otros hijos y hijas el Maestre de Roa.

Alcanzó á tener de pueblos y minas y estancias más de 25 mil pesos de renta, y en sus días se empezó á deshacer esta grandeza, y después de muerto se fue toda en humo, como hacienda de duendes; que es cosa de consideración cómo paran en esto las haciendas de las Indias.

Estos hijos del Maese de Roa son nietos de Hernando de Chávez, conquistador, padre de Doña María de Chávez, su madre. (2)

  Leyendo los dos documentos creo estamos ante dos personajes distintos. Uno, el que refiere Díaz del Castillo, al que le fueron entregadas varias estancias, de ser así, entonces su nombre era el de Pedro Nuñez, acaso Nuñez de Roa o Roa de Nuñez y la estancia que le fue entregada era en términos de Toluca, de nombre Temoaya. En el actual municipio de Temoaya hay una comunidad de nombre Jiquilpo viejo; Jipilco es otro municipio ambos son colindantes, quizá la encomienda original, la del Maese abarcaba ambos sitios, pero las monografías municipales refiere a un Pedro Nuñez y a un Pedro Muñoz, dándole a ambos el mote de "Maese de Rodas"... quizá ambos son parientes, pero se dice que Pedro Muñoz de Chávez vivía en la Ciudad de los Ángeles, es decir, en Puebla.

  El punto de confusión lo tengo por mis rumbos, en el Estado de Guanajuato, en donde hubo una Estancia de Muñoz, que se conoce como la Estancia Vieja y hubo un Pedro Muñoz que la tuvo en propiedad, con el agregado mote de Maese, en este caso de Roa. Las estancias que recibió el personaje fue la de Burras, actual municipio de Guanajuato, la de Copal,  y San Gerónimo en el actual municipio de Irapuato, esta segunda, la de San Gerónimo aun lleva el nombre de Estancia de Muñoz, la cual, en 1631, era propiedad de Diego Muñoz de la Vaquera "originario de la villa de Toluca, hijo legítimo de Diego Muñoz" (3). Y la mencionada "Vieja", que estaba en Salamanca que derivó en Marañón y la parte poniente de la Hacienda de Cruces. 

  A manera de conclusión podemos ver que el Roa, Nuñez y Muñoz estuvieron asociados al mote del Maese de Rodas, quizá los hijos adoptaron, como era la costumbre de la época, el apellido que más les convenía, sea el paterno, materno que el de los abuelos o abuelas y de ahí se genere la confusión, el aglutinante era, sin lugar a dudas el apodo que adquirió aquel falso médico. En relación a la Hacienda de San Nicolás Temascatío vemos que: "surgió de las tierras de dos estancias, una fracción de ellas correspondió al sitio de ganado menor que fue mercedado por el virrey Luis de Velasco a Pedro Muñoz Maese de la Roa, vecino de la ciudad de México, el 7 de octubre de 1557" (4).

Fuentes:

1.- González Obregón, Luis. Croniquillas de la Nueva España. Botas Editores, México. 2005. pp. 21-24

2.- Dorantes de Carranza, Baltazar. Sumaria relación de las cosas de Nueva España. Imprenta del Museo Nacional, México, 1902. p. 305

3 y 4.- Cruz Cuellar, Ma. Teresa. Haciendas virreinales de Irapuato. AHMI. Irapuato, 2009

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