Al andar por pueblos, ranchos y rumbos despoblados y en el abandono, es común encontrar vestigios de aquellos sistemas de construcción que florecieron en el México del porfiriato, tiempo en el que la construcción de casas grandes, casas para peones, acasillados y trojes proliferaron por los cuatro rumbos del país. Si eres observador (y tienes buena memoria) verás que la gran mayoría de piedras que quedan en donde se anotó el año en que se hizo la construcción va de 1885 a 1895, es por eso que afirmo que fue en ese tiempo, en el mero porfiriato, que floreció la construcción de fincas rurales de todo tipo.
Y más allá de buscar tesoros metálicos, y de hacer hoyos y de provocar destrucción, los tesoros que busco con los vestigios que nos cuentan lo que fueron los sistemas constructivos que estuvieron en boga; dicho de otra manera, tecnología de punta, pensando en que esa punta era la de la penúltima década del siglo XIX.
Los caños para que bajaran por ahí las aguas de lluvia, eran de barro, regularmente grueso para que resistieran la humedad y cumplieran su función. La otra cosa que he visto por ahí son los vestigios en cúpulas y bóvedas del uso del cántaro para hacerlo ligero y evitar un colapso, eso se ve con claridad en la última imagen.
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