Creo fue en 1970 cuando conocí el metro, había solamente dos líneas, el cruce de ellas era justo aquí, en la estación Pino Suárez; la línea "azul", número 2, con la "rosa" número 1. Y ocurrió que en las obras de excavación encontraron una centro ceremonial, ese que marcaba la entrada a la gran Tenochtitlán por la calzada de Ixtapalapan. De seguro aquel día que Cortés tiene su encuentro con Moctezuma, el 8 de noviembre de 1519 (pronto recordaremos el V Centenario de ese evento); alcanzó a ver el centro ceremonial dedicado a Ehécatl.
Ehecatl. Viento. Lo representan en las pinturas por una cabeza fantástica, signo ideográfico de este elemento. Los mexicanos le concedían voz, y tenían muy en cuenta, para sus agüeros, los gemidos que arroja en la arboleda, los rugidos de la tempestad, las palabras que pronuncia metiéndose por los resquicios..
«Esta gente—dice Sahagún — «atribuía el viento á un dios que llamaban Quetzalcóatl, bien así como dios de los vientos. Soplan estos de cuatro partes del mundo, por mandamiento de este dios según ellos decían: de la una parte viene de hacia el oriente, donde ellos dicen estar el palacio terrenal, al cual llaman Tlalocan, á este viento lo llamaban tlalocaiutl (tlalocayotl), no es viento furioso: cuando él sopla no impide á las canoas andar por el agua. El segundo viento sopla de hacia el norte, donde ellos dicen estar el infierno, y así le llaman mictlanpachecall, que quiere decir el viento de hacia el infierno: este viento es furioso, y por eso le temen mucho: cuando él sopla no pueden andar por el agua las canoas, y todos los que andan por ella, se salen con temor cuando él sopla, con toda la prisa que pueden, porque muchas veces peligran con él. El tercer viento sopla de hacia el occidente, donde ellos decían que era la habitación de las diosas que llaman Cioapilti (Cihuapipiltin), llamábanle Cioatlampa checatl ó Cioatecaiotl (Cihuatlampa ehecatl ó Cihnatecayotl), que quiere decir, viento que sopla de donde habitan las mujeres. Este viento no es furioso, pero es frío, hace temblar y tiritar; y con él bien se navega.
«El cuarto viento sopla de hacia el mediodía, y llámanlo vitstlampa ehecatl, que quiere decir: viento que sopla de aquella parte donde fueron las diosas Vitsnaoa (Huitsnahua): este viento es furioso y peligroso para navegar; tanta es su furia, que algunas veces arranca los árboles, trastorna las paredes, y levanta grandes olas en el agua; las canoas que topan en ella, las hecha á fondo, las levanta en alto; «es tan furioso como el cierzo ó norte.»
El editor de la obra de Sahagún, en una nota relativa al pasaje preinserto, refiriéndose al último viento, dice: «En Orizaba es furioso, y en Veracruz descompone mucho el «cuerpo, y causa dolor de cabeza.» En las pinturas lo representaban los indios con una calavera.
Antes de las aguas se presenta el viento formando remolinos de polvo en las llanuras y llevando delante los objetos livianos en los caminos; de este hecho natural decían los mexicanos que Ehecatl, como precursor de los tlaloque, se presentaba barriendo y limpiándoles el paso.
Ehecatl es el nombre del segundo día de las veintenas del calendario, llamadas vulgarmente meses. Era el primer día de la 12.a trecena del Tonalamatl. Como segundo signo del mes, en los jeroglíficos lo representaban con una cabeza fantástica. Clavijero y otros ponen en lugar del signo un rostro humano en actitud de soplar; pero, en opinión de Orozco y Berra, esta representación no es genuina.
Ehecatotontin. (Plural diminutivo de ehecatl, viento: «Vientecillos.» ) Remí Siméon, definiendo esta palabra, dice: «Idolitos ó imágenes de niños que se hacían para la fiesta de los montes en el mes Tepeilhuitl.» —Es verdad que hacían esos idolitos, pero no en figura de niños, pues representaban con ellos á los montes, y les ponían cabeza de persona, según refiere Sahagún en el pasaje siguiente: «Hacían á honra «de los montes unas culebras de palo, ó de raíces de árboles, y labrábanles la cabeza como culebra.
«Hacían también unos trozos de palo gruesos como la muñeca largos, llamábanlos ecatolontin (ehecatotontin): así á éstos como á las culebras, los investían con aquella masa que llamaban tzoal. A estos trozos los investían á manera de montes, arriba les ponían su cabeza como cabeza de persona: hacían también estas imágenes en memoria de aquellos que se habían ahogado en la agua ó habían muerto, ó de tal muerte, que no los quemaban sino que los enterraban.»
Nada en este pasaje revela que los ídolos tuvieran precisamente la figura de niños. Nosotros creemos que la palabra muñeca que emplea Sahagún aludiendo á la muñeca de la mano para dar el tamaño de los ídolos, la tomó Remí Siméon por niño. No se percibe el sentido etimológico de la palabra «vientecillos.» Acaso la significación sea metafórica; pero no acertamos á encontrarla.
Fuente:
Robelo, Cecilio. Diccionario de la Mitología Nahoa. Imprenta del Museo Nacional México, 1905. pp. 168-171
Para ver imágenes del hallazgo del adoratorio de Ehécatl, entra aquí. Sobre las ofrendas encontradas durante la excavación para el Metro, entra aquí.
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