El título o apelativo de "la Ciudad de los Palacios" no fue mera casualidad, fue la circunstancia de que en lo que hoy conocemos como Centro Histórico había un conglomerado de edificaciones soberbias unas, suntuosas otras... majestuosas las más. Y no, no fue el barón de von Humboldt el que dio tal nombre, sino Latrobe y dentro de esas construcciones hay una que más que dormir el sueño de los justos, está en una modorra de los injustos que, al conocer su historia, aprendemos lo que es la decadencia del tiempo. Decadencia que, desde que comencé El Bable, he visto y he comparado a un edificio con una persona. Esas edificaciones que una, otra y otra vez he ido encontrando por prácticamente todos los rumbos de México, que son las Haciendas, cuando veo una gloriosa, limpia, acondicionada, dignificada, pienso en un personaje (regularmente un hombre) ya muy entrado en años, ya con dificultades para caminar, pero erguido, limpio y presto a contar sus vivencias. En cambio, cuando topo (que es la mayoría de las veces) y veo esas Casas Grandes, ruinosas, vandalizadas, despojadas, con muros caídos, vestigios de sus trojes y demás... pienso en un anciano en el olvido que espera la muerte.
Y ahora, caminando por las calles del México Viejo, (recordemos a González que refiere al "Viejo" por el ahora Centro Histórico), justo en la calle República del Salador, de la que ya hice una historia pues fue ahí donde conocí un elevador y me hospedé por primera vez en un hotel; pero que ahora veo un edificio que fue majestuoso o algo más... y que era la morada de uno de los acaudalados del siglo XVIII novohispano, del que corren leyendas como que su palacio albergaba más piezas de plata que el propio palacio Virreinal, o que ofreció pavimentar una calzada con barras de plata desde Pachuca hasta Veracruz cuando Su Majestad, el Rey de las Españas viniera a esta, la Nueva España. Esas leyendas no son más que eso, pero gira en torno a ellas algo: la riqueza.
No quiero replicar historias ya contadas, pues para ello mejor te recomiendo entrar a este sitio que te contará en forma breve y directa la historia de Don Pedro Romero de Terreros Ochoa y Castilla (1710-1781); o a este otro, que da cuenta de la historia de la edificación que estás viendo en estas imágenes. Lo mío es, en esta ocasión compartir contigo, que sigues puntualmente El Bable, de un documento (documentazo pues era enorme) que encontré en el Archivo del Colegio de las Vizcaínas, del cual extraigo tan solo datos de una de sus 1,200 páginas (fojas dirían los entendidos) (foxas dirían los ortodoxos); fs. o ff. los técnicos y entendidos en la materia:
Don Pedro Romero de Terreros, ya mayor, casa en la ciudad de México con María Antonia de Trebusto y Dávalos. Tiene 9 hijos: Micaela Gregoria, Juana María Manuela, María Antonia Manuela, María Ignacia Josefa, Pedro Ramón (ojo, de él si tengo todos sus nombres y títulos, al final te los comparto); Francisco Javier, Dolores Josefa, José María Antonio y José María. Y como la vida no es miel sobre hojuelas, Juana muere a los 3 años de edad, Francisco Javier a los 15, José María Antonio muere en París, y el otro José María muere en Madrid, quitando a esos, de los 9, nos quedan 5. Pedro Ramón heredará el título de Conde de Regla, fue el segundo en llevar el título. De sus 4 hermanas, dos casan en dos ocasiones (pues enviudan y vuelven a casar) siempre dentro de la nobiliaria novohispana pues sus maridos eran o marqueses o condes y las otras dos permanecen solteras... y muy ricas.
Una de ellas, de las solteras, Doña María Ignacia Ceferina de Romero de Terreros y Trabuesto a quien hereda el Conde de Santa María de Regla, su padre, la casa situada en la calle de San Felipe Neri (actual República del Salvador), es decir, la casa continua al templo de esa congregación en los siguientes términos: "... se inventariaron como por menor consta del respectivo Cuaderno a que me remito en cantidad de 84,836 pesos, 5 5/8 de reales". Este era el precio en que estaba valorada la casa.
Y sigue la relación de bienes de doña María Ignaciana: "... los bienes que se consideran por libres de los existentes en esta casa de mi morada es la ropa de uso, alhajas, esclavas, coches, librería, caballos, mulas de tiro y silla, menaje de casa y demás, se inventarió todo [...] en la cantidad de 4,311 pesos y 1/2 real.
"Item: la plata labrada, sin ningún uso, se inventarió y se valuó en esta dicha casa a 9 pesos 4 reales por marco y pesando toda 613 marcos y 5 onzas [...] importa: 6,733 pesos y 1 real."
"Ytem: la plata labrada de actual servicio inventariada y valuada en esta misma casa a 9 pesos el marco y pesando todas 264 marcos y 7 1/2 onzas, como consta del respectivo Cuaderno a que me remito importa: 2,161 pesos y 4 reales."
"Ytem: la plata labrada vieja, también de actual servicio, inventariada y valuada en esta enunciada casa a 7 pesos por marco, y pesando 131 marcos, como por menor consta del correspondiente Cuaderno a que me remito, importa la cantidad de 917 pesos".
Así, pues, estas eran las sumas en que se valoraron los objetos que había en la casa del Conde de Santa María Regla... lo cual nos da una visión documentada de lo que habitualmente se exagera en las leyendas.
Fuente:
Archivo del Colegio de Vizcaínas, Estante VI.
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