Esta historia bien te la podría comenzar a contar haciendo memoria de cuando vi, por primera vez el mar. Esto implican unos 40 años al menos, cuando, siendo unas vacaciones de verano, [como ahora] y nos enfilábamos a bordo de un Impala 70, rojo de color y con mi hermano mayor al volante; la primera escala fue a la vera del camino frente al volcán El Joruyo, impresionante paisaje de lava negra y árboles secos. Aun la solidaridad [como la que vemos en la fotografía] había llegado a nuestro país y las autopistas, fuera de las que conectaban a la ciudad de México, no había más, así que la jornada fue larga en extremo. Lo que más recuerdo en aquella ocasión fue que, al ir bajando de la sierra, serían las 3 o 4 de la tarde, la neblina apareció, el calor y la humedad se sintieron y, de pronto, el cielo se descubrió y apareció en el horizonte el enorme Océano Pacífico.
Mi descubrimiento del mar no fue, como suele suceder a la mayoría de los niños en la actualidad, en un hotel todo incluido en unas vacaciones en las que más que conocer el destino turístico se conoce un hotel y todas las infinitas posiblidades que ofrece; mi primer viaje incluyó primero entender las diferencias climáticas, las diferencias en el entorno, en la comida, en lo que mercados y tiendas ofrecían, Puerto Vallarta apenas se estaba conociendo gracias a Liz Taylor y su película de La noche de la iguana. No recuedo haber pasado largas horas en un camastro o brincoteando en la playa. Pero sí recuerdo un extraordinario viaje a Guayabitos y el agua más transparente que jamás había visto. También recuerdo una aproximación a unos islotes, los Arcos, creo se llaman... en fin, en buena medida no eran las típicas vacaciones. Camináramos mucho pues vengo de familia de caminadores, cosa que veo más bien normal, pero que sé no es nada habitual.
Pasaron muchos años, muchos, me pude costear "con el sudor de mi frente", según lo marca el Génesis, pero, a la vez, gozando de las bondades de ser "turistero", es decir, de trabajar en el turismo y obtener cortesías en alojamiento y otras cosas más. Llegaba a Acapulco, luego de muchos años de no estar junto al mar, solo que, suele suceder, justo en el inicio de un temporal. Eran unas vacaciones limitadísimas en presupuesto pero en hotel con cuarto vista al mar y, desde que llegamos, hasta que nos fuimos, llovió, llovió a mares. De las playas y sus bondades, jamás me enteré. (Observa con atención esta foto).
Pasaron más años y me mudé a Cancún, playas extraordinarias, solo 7 hoteles. Sí! solo 7 en ese entonces, así que te podrás imaginar la cantidad de metros cuadrados que a cada quién le tocaba de playa, y, lo mejor: allí estaban todo los días, pues llegué para vivir en ese lugar. No sé si a todos les suceda, pero cuando llegué, buscaba siempre la playa, vivir en la playa, comer en la playa, dormir en la playa. Trabajaba de recepcionista, si mi turno era de 7 a 3, saliendo me iba a la playa, si era el de 3 a 11 me iba en las mañanas a la playa y luego a trabajar, cuando era el turno de noche entonces era cosa de vivir la playa muy temprano... playa, playa, playa. Hasta la belleza cansa. (Luego te explico esta foto).
Una década más tarde, lo que menos me interesaba era ir a la playa o ver la playa. Tenía más que satisfecha mi ansia de vivir junto al mar, de vivir la vida marina, o lo que pensamos es la vida marina. Y así como comenzó, terminó. A la playa no me volví a parar.
En la actualidad, luego de vivir 30 largos años en ciudades costeras, lo digo con objetividad y sinceridad, lo que menos busco es irme a tirar en una playa "a leer un buen libro", o "a descansar". Cuando voy a una playa es para caminarla y ver las infinitas posibilidades de belleza que nos ofrece. Belleza singular, belleza única, según la parte de la costa en donde andemos. Es el caso que hoy nos ocupa en el asunto fotográfico. Tomas hechas en las playas cercanas a La Paz: Balandra y el Tecolote.
Luego de lo que te conté entenderás la razón de estas fotografías, en las que vemos a la playa desde el lado menos regular, menos normal, si es que en una playa hay una normalidad. Las tomas no son hacia el frente, a las olas, al horizonte... son hacia atrás, hacia lo que podría considerarse como el "back yard" (no se me ocurre la palabra exacta en español)... sito que, en ocasiones, guarda una belleza aun más sublime que el propio frente de playa...
Una imagen que me salta en estos momentos en la memoria es cuando venía en el ferry de Isla Mujeres para Puerto Juárez, hace algunos años (muchos), un regordete y bobalicón adolescente norteamericano venía con una estrella de mar viva en una bolsa de plástico, pensaba, según lo alcancé a escuchar, llevársela a casa como suvenir.... ¿cuánta depredación haremos nosotros, los humanos, en las playas? Y que venga la temporada de vacaciones que ya nos toca a la puerta!
Bueno, la única explicación que creo pertinente a las tomas es esa de la roca, en la que crecen esta especie bolas verdes de una planta cuyo nombre desconozco. Increíble ver como de la roca que pensamos está muerta, crece vida... y ni hablar... "en el mar la vida es más sabrosa..."
Excelente como siempre....Hace algunos meses tuve la oportunidad de llevar a mi hija por primera vez al mar, Puerto Vallarta y también mi idea era que lo conociera de la manera "más natural" como yo tuve la manera de conocerlo. En Vallarta hay algunas playas que son "semi-vírgenes" sin hoteles, sin comercios, pura playa y cerro, y la cara que puso mi hija de 4 años créeme que valió la pena todo el esfuerzo de poder hacer ese viaje. Esta entrada me hizo recordar ese momento y el mío propio en "mi primera vez" junto al mar. Y si, es de gran placer encontrar todas esas sorpresas que guarda de un día para otro la "verdadera playa". Saludos
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