En aquella vez que visité Yahualica, en los Altos de Jalisco, me invitaron a conocer "otro templo que tenemos", pensé sería uno más con las características propias de las capillas desperdigadas que hay en toda la región cazcana y que los franciscanos se dedicaron a construir en su afán evangelizador allá por finales del siglo XVI y principios del XVII, me dijeron "vamos a un rancho", así que la idea la reforcé con las características propias de colorido que todo templo ranchero tiene. Nunca pensé que lo que mis ojos verían sería otro portento de la arquitectura que puedo llamar erróneamente como vernácula.
Salimos con rumbo sur, por la carretera que conduce a Tepatitlán cruzando casi por una llanura en la que, de pronto, comienzan a aparecer las cañadas por donde espontáneos arroyos van a descargar sus aguas (cuando las hay) al río Verde. No te confundas, hay dos ríos Verdes en México, uno en Jalisco, es propiamente un río que baja por la sierra de Juchipila y descarga en el río Santiago, el otro es una población del estado de San Luis Potosí. Observa con atención hacia el lado derecho de la foto, antes de la zona deforestada alcanzan a destacar las torres de "la capillita" que imaginaba.
El camino comenzó a serpentear, de pronto apareció el letrero que indicaba que a la izquierda estaba el acceso al rancho de Ocotes de Moya, fue entonces que aparecieron en toda su magnificencia las torres del Santuario del Señor del Encino, ¿Así de grandes en un rancho?
Sí, así de grandes!
Entramos en la comunidad, un caserío que dudo sea mayor a unas 20 o 25 unidades, por lo tanto una población que apenas rebasa el centenar de habitantes es lo que hay allí. El primer impacto cuando estamos cerca del Santuario nos deja pensando en aquella típica interrogante de cuando algo no entendemos: ¿cómo es posible?
Si la fe mueve montañas, como bien lo sabemos, en Yahualica la fe moldea piedras, canteras, y las vuelve extraordinarios recintos religiosos. Estamos ya frente al Santuario del Señor del Encino. De pronto las esbeltas torres nos remiten -guardando la debida proporción- a las de la Catedral de Puebla. La fachada es lisa, con esto quiero decir que no hay más ornamentos que las calles laterales en donde, al modo tradicional, encontramos cuatro nichos, con uno central. San Pedro y San Pablo aparecen custodiando la entrada, los otros tres están vacíos... me sigo sorprendiendo.
Entrar en el santuario es una experiencia visual muy distinta a la gran mayoría de templos que hay en México, aquí rompiendo toda la tradición de la imaginería y colorido nacional, las paredes están vacías, la cantera con la que fue construida se vuelve el ornamento, todo enfoca a un punto central solamente. Es la interpretación de un neoclásico de forma más sobria aun.
... Neoclásico con matices Neogóticos... adecuada, mesurada y balanceada combinación, debemos agregar.
Quien haya diseñado este recinto supo interpretar a la perfección los sentimientos de fe que un peregrino experimenta en su largo recorrido para llegar a ver al Cristo milagroso que le da alivio a sus pesares y motivos para seguir enfrentando la cotidianidad de la vida.Pues luego de peregrinar lo que él quiere ver es al Señor del Encino, es así como, este artista da los toques de color precisos en el altar mayor, en rededor de la preciada imagen.
Poniendo atención a detalle, vamos encontrando en lo alto, justo debajo de las pechinas que, en este Santuario están lisas, sin representación alguna, aparecen estas, digamos, ondulaciones. Detalles que rompen con la rigidez de la línea que hay en todo el cuerpo interior.
Y es esta la razón de ser del Santuario. El Cristo que, según la tradición, apareció al cortar a machetazos las ramas de un encino que estorbaban el libre paso de un "alcohólico" que pasaba diariamente por el camino en donde, esta rama, le tiraba su sombrero. En la región la evangelización se dio por parte de los franciscanos. El caso de la aparición milagrosa de este cristo se dio en 1747, luego se levantó una capilla que no era otra cosa que un cuarto de adobe, luego vendría, a principios del siglo XX una capilla en forma, finalmente se levantó este hermoso templo, sitio al que acuden numerosas peregrinaciones venidas, especialmente, de Guadalajara y de otros puntos de la región. Dejemos que las imágenes te sigan contando de este templo.
El antiguo santuario que aun está en pie y bien conservado y que cuando su visita Dm Benjamín, estaba cerrado, al igual que la primera ermita que seguro es de finales del siglo XVIII y aún se aprecian murales en sus muros, bien vale la pena su visita.
ResponderEliminarH. Sandoval
Felicidades Benjamín excelente artículo. Así es Héctor la Ermita tiene mucho valor por su edad, aunque al antiguo santuario le cambiaron el piso por un vitropiso comercial y de muy mal gusto en lugar del enduelado de madera de mezquíte que tenía originalmente.
Eliminartambién la finca con arcos que esta por la entrada como a 100 metros del nuevo templo se debería conservar por su antigüedad y técnica constructiva así como unas fincas en ruinas a mano derecha del templo.
saludos
Atte.: Arq. Luis Jesús González Toledo
el piso del santuario era de mosaico antes del "vitropiso" no tenia duela de mezquite, si sabré yo que entré de rodillas un montón de veces y alguna vez me toco trapearlo...
ResponderEliminarHermoso mi Cristo de Encino. Señor con verte me causas una sensación de alivio, ya q tu sabes mi preocupación se que tu me vas hacer este difícil milagro. Siento tu amor para tus hijos. Me abrazó a ti mi padre escucha mi súplica amén.
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