viernes, 29 de marzo de 2013

Viernes Santo, el culto a la muerte y la idea de resurrección en México.

   Quizá sea muy pretencioso de mi parte usar el título que hoy pongo a este artículo. Creo que eso del culto a la muerte lo tenemos más que entendido en México, es cosa ancestral. Existe desde que eran sacrificados los prisioneros de guerra, las doncellas y los niños, según fuera la festividad que se estaba realizando. Las cabezas formarían parte de esa macabra colección que formaban los Tzompantli. Vendrían luego las ideas medievales de los frailes franciscanos que iniciaron la conversión de almas (decían ellos) y qué mejor forma que exponiendo los más sangrientos pasajes de la pasión y muerte de Jesús. La sangre estaría nuevamente vigente en los ceremoniales.

    Seguramente había una especie de engolosinamiento con la escena de la depcapitación del Bautista, y la cosa de la Cruz se entendería de otra forma más allá del sufrimiento que pudiera haber padecido Nuestro Señor, pues, en la mentalidad nahua lo que estaba marcando eran los cuatro rumbos del Universo. Sin lugar a dudas la evangelización encontró tierra fértil en México debido a que aquí había ya una idea de culto a las imágenes, a las deidades, que se transformaron en santos y que cada uno tenía su fiesta, como fiesta tenía cada deidad de la religión local. 

    La Semana Santa dejó de ser ya, entre mucha gente, el tiempo de recogimiento y reflexión. Es ahora tiempo de vacaciones, de reposo y, en ocasiones, de excesos. En ese ejercicio fotográfico que hoy comparto lo que trato de mostrar es que el culto sigue vivo, si bien ya no con el fervor de antaño, pero vivo al fin. Son fotografías que he tomado en los últimos dos meses por distintos rumbos de México que incluyen a Michoacán, Estado de México, Hidalgo, Distrito Federal y Quintana Roo. El motivo central está claro: la Pasión de Jesús.



































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